La vanguardia, hoy

Antes de pasar a abordar esos nuevos requisitos que complican el Plan de Reconstitución, señalaremos alguno de otra índole que nos permitirá mostrar que no son sólo las premisas de corte teórico y organizativo las que han sido modificadas por el curso de la historia, sino también otras, objetivas, de corte sociológico y político, situadas en esferas muy alejadas de la influencia directa de nuestra actividad, y que determinan en grado sumo la naturaleza del problema de la preparación de un nuevo ciclo revolucionario, condicionando desde el primer momento el modo como debe ser abordado y el carácter de las tareas y de los instrumentos que para cumplir con ellas se necesitan. En particular, se trata del punto de partida que adopta la vanguardia ante el ciclo revolucionario y, más en concreto, de las consecuencias políticas que acarrea su diferente posición de inicio en la historia.

Efectivamente, en la fase de preparación del Ciclo de Octubre, la vanguardia ideológica del proletariado estuvo constituida principalmente por intelectuales de extracción social burguesa. Dominó el tipo de “ideólogos burgueses que se han elevado teóricamente hasta la comprensión del conjunto del movimiento histórico” [1] que describieron Marx y Engels en el Manifiesto comunista . Esta vanguardia ideológica asumió y elaboró el socialismo científico y el programa revolucionario y los llevó al movimiento obrero, fundiéndose con él en forma de organización revolucionaria. La táctica de construcción partidaria durante el Primer Ciclo Revolucionario estuvo determinada estrechamente por esta circunstancia histórica. Tanto las organizaciones de la clase obrera que protagonizaron el periodo de acumulación de fuerzas (partidos de la II Internacional) como el partido de nuevo tipo que protagonizó el asalto al poder se construyeron sobre esa misma premisa histórica, premisa que definió una táctica de construcción política (constitución del Partido) basada en la asociación de dos elementos plenamente configurados, pero en principio externos entre sí. Los manifiestos ideológicos y los programas políticos de los revolucionarios eran debatidos, redactados y proclamados por los círculos marxistas y acercados posteriormente a la clase en su movimiento espontáneo. Esta mecánica de fusión de factores políticos externos tenía la ventaja para el proletariado de que la teoría revolucionaria, como algo asumido y elaborado, formaba parte integrante de su movimiento ya desde el comienzo. El inconveniente, sin embargo, consistía en que la fusión como clase revolucionaria de esos dos factores ajenos cristalizaba sobre todo en forma de organización, de aparato político (más agitativo que propagandístico y más propagandístico que teórico), mientras que el problema de la asunción colectiva de la teoría revolucionaria por parte de los sectores avanzados del movimiento obrero era abordado y resuelto de modo incompleto. Esto, naturalmente, supondrá el pago de un alto precio a largo plazo; pero, a la corta, la rápida implementación del movimiento revolucionario esclarecía cualquier duda, sobre todo cuando –como en el caso del partido que abrió el Primer Ciclo de la Revolución Proletaria Mundial, el partido bolchevique– los acontecimientos históricos apremiaban –rápido ascenso de la revolución democrática y del movimiento obrero de masas en Rusia– y era preciso tomarles la delantera.

Terminado el Ciclo de Octubre, se nos plantea la pregunta: ¿goza la vanguardia actualmente, en el período preliminar al próximo ciclo revolucionario, de la misma posición de partida? La respuesta es negativa. En la actualidad y por la experiencia de las últimas décadas (sobre todo desde que terminó la última gran ofensiva proletaria, a finales de los 70), no existen sectores desclasados de la burguesía dispuestos a recoger el bagaje teórico del socialismo científico para aportarlo al movimiento obrero. Puede que se den casos aislados, individuos que sí estén dispuestos a cumplir ese papel, pero ya no se trata de un fenómeno social como ante el Primer Ciclo Revolucionario. Sin embargo, el problema de partida sí continúa siendo el mismo: la teoría revolucionaria , como suma del saber universal y de la síntesis de la experiencia de la lucha de clase del proletariado, no puede ser elaborada en el seno del movimiento obrero, sino fuera de él [2]. Por tanto, sigue vigente el mecanismo de fusión de factores políticos externos que una vez transformó al proletariado en clase revolucionaria; pero, en la actualidad, el proletariado no domina esos factores: la deserción histórica de la revolución del intelectual burgués le ha dejado huérfano del principal de ellos, la teoría de vanguardia. A la clase obrera se le plantea, pues, del modo más acuciante, un problema históricamente nuevo, que deberá afrontar y resolver con sus propias fuerzas y recursos, problema que consiste en suplir el papel de vanguardia ideológica que jugó en su día la intelectualidad burguesa. El obrero consciente de nuestros días debe elevarse hasta alcanzar la posición de depositario y guardián de la teoría, estudiando, elaborando y asimilando la ideología con el fin de cumplir con el primer requisito de la revolución, su fusión con el movimiento práctico. Nuestra época se caracteriza –al menos en los países imperialistas– por que la mayoría de quienes luchan por la recuperación del objetivo del Comunismo y por la recomposición del movimiento revolucionario del proletariado son obreros, lo cual nos obliga a pensar que los nuevos procesos de construcción revolucionaria comportan para la clase obrera la carga añadida de sustituir a aquél que desde fuera le traía la ideología necesaria para su emancipación. Los sectores de avanzada del proletariado deberán, por tanto y consecuentemente con todo lo que ello implica desde el punto de vista de la labor política, cubrir la transición que le llevará a salirse del movimiento espontáneo de la clase y asimilar la ideología consumando la función de vanguardia ideológica (teórica) del viejo intelectual, para volver, luego, a fundirse con la clase como vanguardia revolucionaria efectiva . La Reconstitución del partido proletario debe dedicar una parte amplia de sus tareas a satisfacer los requisitos de esa transición, principalmente durante sus primeras etapas. En la nueva era revolucionaria que se abre, pues, la contradicción entre teoría y práctica se resuelve dentro del seno de la clase obrera tras un proceso de escisión-fusión con su vanguardia, proceso más largo (en lo político y también, con toda probabilidad, en lo temporal) que el de simple fusión del Primer Ciclo Revolucionario, pero que permitirá acometer los procesos de construcción del Partido y del Socialismo desde una visión más profunda y con mayores garantías de éxito.

La conquista completa de la posición de vanguardia ideológica por parte del sector más consciente del proletariado –conquista que implica todo un periodo de luchas entre sus diversos destacamentos– significa un cierto repliegue desde el punto de vista de la Tesis de Reconstitución , pues en esta tesis política se presupone conquistada ya esa posición. Pero, precisamente, ha sido su aplicación a través del Plan de Reconstitución lo que nos ha conducido a la conclusión de que es necesario dar un paso atrás en las expectativas políticas y replantear o, mejor dicho, plantear de forma concreta el problema de las condiciones previas necesarias para que la cuestión de la dialéctica vanguardia ideológica-vanguardia práctica, la cuestión de su unidad en forma de Partido Comunista, fructifique del mejor modo. Todo esto supone un mayor recorrido político para el proceso de Reconstitución, pero, al mismo tiempo, un marco mucho más amplio para resolver, de manera más satisfactoria y con mayores garantías que tuvieron los revolucionarios que protagonizaron el Primer Ciclo, la cuestión de colocar siempre a la ideología al mando de todo el proceso de construcción y transformación revolucionarias hasta el Comunismo. Y, en particular, ahora mismo, esa nueva perspectiva nos concede una mejor visión y un más amplio margen para aplicar correctamente el Plan de Reconstitución.

Notas:

[1]MARX, K. y ENGELS, F.: Obras escogidas . Madrid, 1975. Tomo 1, pág. 32.

[2]Esta cuestión es crucial. Lo saben los revisionistas y liquidadores del marxismo, por eso siempre está en el objetivo de sus ataques más feroces. El último de ellos lo ha protagonizado una experimentada profesional del desprestigio del marxismo, Marta Harnecker. Esta renegada, metida a sacerdotisa de la lucha espontaneísta de las masas, ha montado toda una teoría –nada original, por cierto - precisamente sobre la revisión de este principio del marxismo-leninismo acerca de la naturaleza y los tipos de la conciencia social. Harnecker admite que la conciencia de clase “ilustrada” se elabora fuera del movimiento obrero práctico porque no puede negar la evidencia; pero sí niega que esta forma de conciencia sea la verdadera y única conciencia de clase proletaria, porque, según ella, la clase obrera, en su lucha de resistencia, adquiere conciencia de clase de manera natural, una conciencia que ya es diferente e independiente de la ideología burguesa, y, por añadidura, también distinta del socialismo científico. La finalidad de éste consiste, únicamente, en dotar a aquélla de más coherencia y fortaleza, siendo ella la que debe nuclear el trabajo de la vanguardia con el fin de evitar la construcción de partidos revolucionarios sabihondos, empeñados hasta la manía en formar en la teoría a los militantes en lugar de incitarlos a la lucha y educarlos en ella, sin “contacto real con la gente” y obsesionados por “controlarla” y “suplantarla”. Como se ve, más de un siglo después, Harnecker reedita la polémica de Lenin con los economistas socialdemócratas rusos, colocándose, en esta ocasión - a diferencia del adoptado de palabra en otro tiempo - , del lado de los Martínov y Krichevski de entonces, y con los Ludo Martens y Nines Maestro de hoy. Por otro lado, además, nuestro nuevo paladín de la lucha de resistencia (al que nunca, por cierto, se le ha conocido, en su larga trayectoria, por dirigir alguna lucha popular concreta, sino exclusivamente por su trabajo intelectual , dedicado a la, ahora tan nefasta, teoría y a destrozar el marxismo al pretender divulgarlo) enfila directamente contra los supuestos básicos de la estrategia y la táctica marxistas-leninistas: el carácter de clase del partido y su papel de vanguardia, la cuestión del poder como problema central de la revolución, la hegemonía de la clase obrera, la Dictadura del Proletariado, etc. (ver, Harnecker, M.: Acerca del sujeto político capaz de responder a los desafíos del siglo XXI . Ponencia ante la Conferencia Internacional “Carlos Marx y los desafíos del siglo XXI”; La Habana, mayo de 2003 [en línea] 27 de abril de 2003 [consulta: _ 27/08/04] _ < http://www.nodo50.org/cubasigloXXI/congreso/Harnecker27abr03.pdf > ). Su toma de posición, de ser aceptada, nos haría retroceder, igualmente, un siglo en la experiencia adquirida por el movimiento obrero revolucionario. El gran peligro que representa Harnecker es el de todo el economicismo, el halago servil de la lucha espontánea de las masas, su postración ante ella, precisamente en una época en la que - como veremos más adelante - la construcción ideológica y política del proletariado revolucionario tiene que ser iniciada en el seno mismo de las filas de la clase obrera, entre sus destacamentos de vanguardia. Este tipo de mensajes persigue adular al obrero medio, situándolo en el centro de la lucha de clases proletaria en la actual etapa, con lo que sustrae a sus elementos más conscientes el necesario protagonismo, tirando hacia atrás de ellos y desviando la atención de las verdaderas tareas del momento, impidiendo la elevación política y teórica (revolucionaria) de su vanguardia y, con todo ello, obstaculizando la construcción del principal instrumento político del proletariado, el partido de nuevo tipo leninista. Más aún, las añejas tesis de Harnecker son doblemente peligrosas porque están siendo difundidas, en su caso, por un personaje conocido y de cierto prestigio e influencia (funesta, pero influencia al fin y al cabo), procedente de la corriente predominante del movimiento comunista internacional del Primer Ciclo Revolucionario y que presenta sus ideas como el balance correcto y adecuado de esa experiencia histórica para toda esa tradición, que va de Marx a la III Internacional. Es preciso, por tanto, combatir esta línea oportunista, porque oculta a la clase que pretende recuperar concepciones políticas derrotadas cuando no aplicadas y fracasadas durante aquella experiencia histórica, siendo en consecuencia falsas y engañosas; porque oculta que su propuesta política no es resultado de un verdadero balance, sino la simple proyección en el tiempo - bajo nuevas condiciones, bajo las condiciones del ciclo revolucionario terminado - de la misma línea oportunista y revisionista que esa corriente mayoritaria del viejo movimiento comunista internacional, al que ella pertenecía, venía aplicando desde hacía muchas décadas; y porque el halo de prestigio que utiliza esta señora lo ha conquistado gracias al apoyo de la burguesía en pago a sus servicios en la vulgarización y desnaturalización del marxismo.