Sobre el debate por la Reconstitución del Partido Comunista

en el movimiento marxista-leninista belga

 

Como consecuencia de la reunión entre el Partido del Trabajo de Bélgica (PTB) y el PCR que tuvo lugar durante el Seminario Comunista Internacional 1003, nos propusimos estudiar el proceso de discusión que se estableció entre AMADA-TPO (antecesor del PTB), la Unión de los Comunistas (Marxistas-Leninistas) de Bélgica (UC(M-L)B) y los grupos que componían el movimiento marxista-leninista belga durante los años setenta del siglo pasado.

Hemos utilizado, como material para el estudio, tres textos cedidos por el PTB:

•  Bulletin marxiste-léniniste nº 3: Les deux lignes dans la construction du parti. De la UC(M-L)B, junio de 1972.

•  Cahiers d´ éducation communiste: Dénonçons jusqu ´au bout le neo-révisionnisme scissionniste! De la UC(M-L)B, junio de 1973.

•  Éducation Proletarenne: Marxistes-léniniste, unissez-vous pour démasquer et détruire le groupe de trotskistes et de provocateurs qui dirige la UC (M-L) B , DE AMADA-TPO, marzo-abril de 1976.

Es, con toda seguridad, un material insuficiente para analizar con certeza resolutoria, el balance de esta interesante tentativa de “reconstrucción” [1] del Partido Comunista (PC) por parte del movimiento marxista-leninista belga, pero nos permitimos al menos avanzar algunas ideas sobre las que el Movimiento Comunista Internacional (MCI) debería reflexionar y resolver, ya que existen parecidos básicos con muchos otros intentos de “reconstrucción” de partidos comunistas en el mundo.

Durante los años setenta, hubo una tentativa seria de “reconstrucción” del Partido Comunista Belga por parte de las diferentes organizaciones antirevisionistas pero, a nuestro entender, se cerró en falso. Como de entre los diferentes grupos opuestos en los debates, sólo uno –AMADA-TPO, el actual PTB- aún existe y, en apariencia, está sólidamente anclado entre el pueblo belga, se podrí pensar entonces que la razón en los debates, y por consiguiente la opción victoriosa sobre el modelo de “reconstrucción” del Partido, habría recaído sobre este mismo grupo.

Reflexión sobre el retroceso electoral del Partido del Trabajo de Bélgica

Pensamos, por el contrario, que el intento de construcción del Partido terminó en un agudo fracaso para el movimiento marxista-leninista belga, y sus consecuencias, aún visibles hoy, parecen insuperables, por el momento, para el único representante que queda activo desde entonces. El retroceso electoral sufrido por el PTB en las elecciones generales del 2003 y el análisis posterior (publicado en su semanario Solidaire ) sobre sus causas y cómo recuperarse de ello, demuestra por qué afirmamos esta imposibilidad de superar el gran fracaso de los años setenta. Después de más de 30 años de existencia como partido constituido, con la ideología aparentemente definida, bien organizado, influyente en Bélgica y más allá de las propias fronteras –dentro del MCI- y habiendo conseguido reunir en sus filas a la práctica totalidad de los marxistas-leninistas del país, el Partido del Trabajo de Bélgica no tiene tras de sí más que a una ínfima minoría del proletariado belga.

Nosotros, el Partido Comunista Revolucionario –partido embrionario, incomparablemente más pequeño y menos influyente, con un bagaje de experiencias cuantitativamente menos ricas, sin duda, pero quizá también con un menor lastre histórico que pudiese condicionar nuestra capacidad de análisis de la situación actual y de las tareas que se desprenden de ello para el MCI- pensamos que es a través de la lucha de dos líneas que puede garantizarse, según se desprende de las enseñanzas del materialismo dialéctico, la ruta que lleva a la síntesis liberadora que permitirá al MCI reemprender el camino de la ofensiva revolucionaria. Y esto nos permite afirmar –partiendo de nuestra condición de camaradas, y asumiendo que sus errores y fracasos son también los nuestros- que el PTB no consigue encontrar este camino. Y la prueba de esto está, para nosotros, muy clara, como nos lo demuestra la trayectoria que va del fracaso de la “reconstrucción” del Partido en Bélgica durante los años setenta hasta llegar al lodazal electoral y obrerita en el que se encuentra empantanado actualmente.

El PTB, primeramente, se ha dejado deslumbrar por la marea humana que se levantó en contra de la globalización y la guerra de Iraq, un movimiento que no ha sido creado ni dirigido por los comunistas sino por un sector de la clase dominante, en confrontación interimperialista contra otro. Este espejismo le empujó a orientar su campaña electoral de 2003 hacia este movimiento, creyendo en la posibilidad de atraer a las masas hacia una parte del discurso que había sido situado en un segundo plano (el socialismo). Después del fracaso electoral se han tenido en cuenta dos posibilidades, lógicas por otra parte desde el característico razonamiento doctrinario del PTB. Una es la de continuar con la misma política persiguiendo el objetivo de ampliar el frente antiglobalización y contra la guerra, dejando en un segundo plano al partido y sus objetivos auténticos. La otra es la vuelta al obrerismo que ha caracterizado la existencia de la organización desde su nacimiento. Esta última política nunca ha permitido otra cosa más que situarse a remolque de las necesidades inmediatas de los trabajadores, y éstas aún hoy no se han elevado, desgraciadamente, hasta alcanzar las necesidades del MCI (para que esto cambie, hace falta otro análisis y otra actuación, como exponemos en la Tesis de Reconstitución del Partido Comunista y en La nueva orientación en el camino de la Reconstitución del Partido Comunista , editados por nuestra organización). Y, como en otros momentos de crisis en la historia del PTB, es la segunda posibilidad la que ha sido escogida. Actualmente, es sobre la base de la Enquête PTB[2] -a todas luces economicista y seguidista de la mentalidad del obrero medio -cómo se prepara la gran batalla del presente año, de nuevo una batalla electoral puesta en el camino de la revolución por la clase dominante para agotar una vez más los recursos y los activos del partido, mientras que las necesidades del PTB y del MCI (e inconscientemente los del movimiento obrero también) son completamente diferentes.

Desgraciadamente, esta política en zigzag empleada por el PTB, regularmente a remolque de una actualidad orquestada por el capitalismo, muestra un dominio insuficiente e inadecuado del materialismo histórico y dialéctico, esto es, del marxismo-leninismo.

El contexto ideológico del movimiento marxista-leninista en los años 70

Pero antes de en materia, caractericemos primero y brevemente el estado del Movimiento Comunista de los años setenta.

La ideología parecía firme y garantizada sobre todo por el Partido Comunista Chino (PCC) con el maoísmo como nueva aportación enriquecedora del marxismo-leninismo. El PCC sería el garante de la ideología en lucha continua contra el revisionismo. Por consiguiente, la tarea en Bélgica sería la “reconstrucción” del PC sobre la base de una definición de la ideología que se resumía demasiado parcialmente con los 25 puntos [3] , algunas tesis de la Internacional Comunista y el estudio del desarrollo de la Gran Revolución Cultural Proletaria en China.

La UC parece reconocer los límites de esta manera de asumir la ideología. Según este grupo, había que extender la lucha de dos líneas para desenmascarar y vencer al revisionismo que dominaba el movimiento marxista-leninista.

Pero, como se estimaba que la adhesión a las posiciones del PCC era suficiente para asegurar el carácter marxista-leninista de los diferentes grupos, la unidad de estos no era ya un problema ideológico sino simplemente organizativo y su realización se transformaba, entonces, en prioritaria. Era, de hecho, la aplicación del modelo de la Komintern -teniendo en cuenta que desde su creación y hasta su disolución en 1943, la IC se situó en ofensiva y esto marcará más tarde al MCI con respecto a la actividad de todos sus destacamentos en el mundo, incluyendo el periodo de repliegue efectivo de los 20 últimos años antes del colapso definitivo -, lo que prueba que la crítica que ya se había iniciado por el movimiento marxista-leninista contra los errores del Ciclo de Octubre de la Revolución Proletaria Mundial no había alcanzado aún su madurez y no lo alcanzaría más que una vez agotado completamente este primer ciclo revolucionario.

He aquí por qué, actualmente, la tesis falsa sobre la Reconstitución del PC mediante la “unidad d los comunistas” no tiene un solo pretexto “marxista” al cual agarrarse y demuestra abiertamente el desprecio de sus defensores hacia la ideología y su manipulación antiproletaria. Es, en realidad, un salto en el vacío pretender la asimilación de la ideología para luchar contra el revisionismo, anteponiendo, como condición previa, la unificación de diferentes grupos cuya concepción del marxismo-leninismo permanece, en todos ellos, más o menos infectada de revisionismo.

Los éxitos y los límites de la UC(M-L)B

Hemos de decir que el documento que nos aporta más información sobre las diferentes posiciones de los grupos marxistas-leninistas es precisamente el bulletin nº3, el que es atacado con más vehemencia por AMADA en su folleto.

La UC(M-L)B, a nuestro entender, fija correctamente la principal tarea que debe ser desarrollada por el movimiento marxista-leninista dando la prioridad a la solución de los problemas teóricos contra lo que impide la “reconstrucción” del PC. Reconoce el estado de debilidad ideológica del conjunto del movimiento y las tareas que de ello se desprenden para el primer periodo de la “reconstrucción” en que entonces se encontraba (y aún hoy), es decir, la necesidad de estudiar y de resolver este problema de insuficiencia ideológica por medio de la lucha de dos líneas. Pero también adolece de puntos débiles que condicionaran su fracaso final.

•  La UC(M-L)B considera la unidad de los marxistas-leninistas como una premisa necesaria para empezar a cumplir la primera etapa, en lugar de concebirla como un resultado, que sería el fruto del desarrollo de la lucha de dos líneas. Es más, no se puede asegurar de antemano que la unidad de los diferentes grupos, considerados marxistas-leninistas, sea una “construcción” ideal, pues es más que probable que sólo el desarrollo de la lucha de dos líneas conduzca a desenmascarar a los revisionistas recalcitrantes y, en general, a todos aquellos que no son consecuentes con la ideología marxista-leninista. El prejuicio unitarista proviene del hecho de aceptar a priori como marxistas-leninistas a los diferentes grupos así considerados por sí mismos, siendo esto una temeridad aún más inexplicable cuando aseguran el análisis y la catalogación de los otros grupos (y también de ellos mismos), mientras reconocen sus propias carencias ideológicas. Probablemente consideran que la lucha contra el revisionismo fue acometida grosso modo por la lucha emprendida con los grupos denominados Clarté (el PC(M-L) y L´ éxploité (el PCB(M-L). Estos dos grupos son considerados como neorrevisionistas debido a que el partido del cual provenían por escisión en 1967, el PCB (Voz del Pueblo), fue calificado también como neorrevisionista por su oposición a la Gran Revolución Cultural Proletaria y por haber atacado al Partido del Trabajo de Albania. Es por esto por lo que serán tratados por la UC como enemigos de la unidad de los marxistas-leninistas y considerados como extraños al movimiento marxista-leninista y, por consiguiente, como enemigos a batir y no por el contrario como destacamentos a unir.

Para la UC, el grupo AMADA (actual PTB) es el mejor situado para realizar las tareas de la “reconstrucción” del PC. Considera que su dirección es portadora de una buena ideología ya que, según ella, bastaría con tener como ideal “servir al pueblo” teniendo a la vez un conocimiento suficiente del marxismo-leninismo. Pero, ¿qué es un conocimiento “suficiente” del marxismo cuando se reconoce al mismo tiempo los propios límites al respecto?

Además, la UC añade a todo esto que AMADA es, de lejos, el grupo que detenta la influencia de masas más amplia. Esta apreciación se torna decisiva para caer en la trampa cuantitativa, expresada bajo la forma de seguidismo con respecto a AMADA, grupo sin el cual sería imposible llegar a la “reconstrucción” del PC: es decir, de nuevo la “unidad de los comunistas” por encima del esclarecimiento ideológico.

•  La UC reduce la primera etapa a un asunto interno de la organización comunista centralizada, lo que es falso incluso con respecto al conjunto del movimiento marxista-leninista, formado por los grupos que se reclaman de esta ideología. Es en realidad una tarea del proletariado, de su lucha de clases, empezando, claro está, por los que se interesan por los problemas fundamentales de la realización de la revolución (que son aquellos que nosotros denominamos “vanguardia teórica”), porque es precisamente la solución de estos problemas lo que forma el contenido de esta tarea. Pero con la voluntad de extender esta lucha teórica de clase al mayor número posible de obreros, sobre todo los de vanguardia, para que empiece a forjarse una conciencia revolucionaria.

La UC(M-L)B concibe pues esta primera etapa como teórica e interna, y no como práctica y externa al marco estricto de la organización unitaria de los comunistas: una práctica y una línea de masas de tipo particular a realizar por el movimiento de los obreros que tienen ya una conciencia de clase revolucionaria y actúan en cuanto a tal.

La UC se siente entonces obligada -por aplicación irreflexiva del principio marxista que considera a la práctica como criterio decisivo- a compensar esta tarea teórica (concebida como tal, por la UC, de una manera unilateral) con una actividad práctica completamente separada del contenido de la primera etapa: la práctica heredada por inercia del viejo partido oportunista o aprendida de los grandes partidos revolucionarios en sus luchas por el poder político (olvidando, a la vez, el papel fundamental de la crítica de Marx y Engels contra Feuerbach, Bauer, Proudhon y los socialistas utópicos, así como de la crítica de Lenin contra los populistas, los “marxistas legales”, los economistas, los empiriocriticistas, etc.); es decir, la práctica con las amplias masas que no tienen más que una conciencia sindicalista o reivindicativa.

Este tipo de práctica puede tornarse revolucionaria sólo si primeramente son resueltas las contradicciones sucesivamente principales: a) marxismo-leninismo frente a las propuestas “revolucionarias” no marxistas, lo que lleva a la definición correcta de la ideología y de las bases políticas científicas; b) confrontar éstas con la dirección espontánea del movimiento obrero por su vanguardia práctica más o menos oportunista, para establecer la línea política justa y conquistar su dirección (fusión entre la vanguardia teórica y la vanguardia práctica como inicio de la fusión del socialismo científico con el movimiento obrero), hasta traducir las reivindicaciones de las amplias masas en sistema de reivindicaciones revolucionarias o Programa (finalización de la fusión, lo que equivale a la Reconstitución de PC como movimiento del proletariado hacia el Comunismo, movimiento que tendrá como objetivo inmediato el de conquistar el poder y establecer su dictadura como medio para transformar completamente la concepción del mundo de toda la Humanidad).

En la UC, hay pues un divorcio de la teoría con la práctica: en lugar de una unidad de contrarios (“uno se divide en dos”), es la yuxtaposición de la teoría de una etapa con la práctica de la etapa siguiente (“dos se combinan en uno”). Y como es la práctica la que forma definitivamente la conciencia y el carácter, las tareas teóricas se verán rápidamente desplazadas por las necesidades urgentes del movimiento obrero de resistencia y, finalmente abandonadas.

•  En la base de estas dos contradicciones en el posicionamiento de la UC, encontramos su actitud con respecto a la teoría socialista elaborada principalmente por Marx, Engels, Lenin, Stalin y Mao, actitud que aún es -como en la mayoría de los comunistas de la época (y de hoy también, lo que es más grave)- demasiado dogmática y apologética. La práctica revolucionaria que había resultado de su aplicación aún no había fracasado globalmente en los años setenta, como hoy si es el caso. Un síntoma elocuente de este resultado es la ausencia de ambición revolucionaria de la mayoría de los grupos comunistas supervivientes del Ciclo de Octubre que se refugian casi exclusivamente en la actividad de sostenimiento de la lucha de resistencia, la justificación de sus posiciones históricas y, si el caso lo requiere, del “socialismo” conservador de Cuba, China, Corea, Vietnam…

Por esto, actualmente, nos vemos obligados a someter la teoría la fuego de la crítica, a compararla con la cosmovisión marxista original, confirmar la validez de ésta y todo ello para poder comprender y explicar a las masas la experiencia histórica del socialismo con sus límites culpables de conducir a la derrota, y cómo corregirlos para vencer en el próximo intento (que no tendrá lugar más que si se devuelve así la esperanza a los trabajadores). Los que rechazan hacer todo esto, los que desprecian la teoría en el nombre de la práctica, demuestran que lo que en verdad desprecian es la práctica revolucionaria, la forma superior de la práctica del movimiento obrero.

Todos estos errores, demasiado cruciales, determinaran que la UC se deslice paulatinamente hacia el obrerismo (justa crítica de AMADA, pero realizada desde otro punto de vista: preeminencia del partido como organización de vanguardia del movimiento obrero frente a la pretensión de la UC de atribuir la dirección del proceso de “reconstrucción” del Partido a la base obrera bajo la consigna de la “Dictadura del Proletariado”), intentando encontrar entre los miembros más conscientes de la clase la fuerza para empujar a las otras organizaciones marxistas-leninistas hacia la unidad. El camino transcurrido entre 1972 y 1976, basándonos en los documentos utilizados para este estudio, muestra que la UC se degrada ideológicamente y que su incapacidad para remediar por ella misma sus fallos la llevan a resolver su obsesión por el unitarismo haciendo un llamamiento a la clase, renunciando a la dirección de esta y saltando por encima de las etapas previas (llegando a confundir demasiado pronto el movimiento marxista-leninista con el partido marxista-leninista). Y es la organización Lucha Comunista (LC) la que más claramente va al encuentro de esta degeneración recordando grosso modo lo que la UC establecía cuatro años antes: la lucha contra el espontaneísmo, el estudio del marxismo-leninismo y la lucha de dos líneas por una línea política clara, Pero, al mismo tiempo, intenta criticar las desviaciones de la UC acentuando las propias. No sólo la LC no renuncia a la unidad de los comunistas sino que, además, refirma su actuación entre la clase teniendo como objetivo el fortalecimiento de su propia organización, como si ella fuera el partido ya constituido. Sobre este punto, coincide con la toma de posición de AMADA.

AMADA-TPO, PTB: ¿El partido de la revolución o más bien el de la resistencia?

En cuanto a AMADA, tiene su propio programa y su propia línea de “reconstrucción” del partido. Para esta organización, el problema principal no es inmediatamente ideológico sino político, pues ha de ser resuelto no mediante la lucha de dos líneas en el seno de la vanguardia ideológica sino directamente con la lucha de clases de las masas obreras. Es por ello por lo que hay que priorizar la actividad entre las amplias masas de la clase y sus luchas, por la otra, utilizar la teoría para elaborar un programa mínimo antes de haber conquistado a la vanguardia práctica (error común a todo el movimiento marxista-leninista belga). Se encontraría pues en el segundo periodo de la “reconstrucción”, aquel que tiene como objetivo la eliminación del reformismo de las filas obreras. Está también de acuerdo con la con la unidad de los “marxistas-leninistas” pero sobre todo bajo su dirección. Es por esto que avala el establecimiento de dos centros dirigentes para el conjunto del movimiento marxista-leninista asentados en la división de las dos comunidades lingüísticas: el hecho de quedarse en exclusiva con la dirección del centro flamenco que además era la más fuerte, sobre todo desde el punto de vista cuantitativo, le permitiría situarse a la cabeza de toda la estructura.

Sobre el terreno de la acción entre las masas, para AMADA, la teoría no ejerce verdaderamente como guía de su práctica, sino que sólo la acompaña: su papel es el de refuerzo de una práctica preconcebida basada en la cantidad en lugar de la calidad, en poner a la organización por delante de la ideología y en el seguidismo de las necesidades inmediatas de las masas, dejando para la posteridad su transformación en masas revolucionarias y saltando por encima del periodo de la “reconstrucción” del Partido en el cual se estaba en ese momento en Bélgica.

Desde aquel entonces hasta en la actualidad como PTB, AMADA no ha cambiado su concepción del Partido. De hecho, según se desprende de lo que conocemos de su actividad, funciona como vanguardia mezclada entre las masas, sirviendo sus objetivos inmediatos -véanse económicos, sindicalistas-, teniendo como objetivo el refuerzo orgánico del grupo y como primera barrera a superar las elecciones burguesas (ésta es también la crítica que la UC les dirigía en aquella época). Se trata, por una parte, de la concepción de la Segunda Internacional, para la cual la organización, su crecimiento y su defensa son los objetivos principales e inmediatos. Por otra parte, mantiene la interpretación dogmática de la Tercera Internacional respecto a la organización que supone la separación del partido de las masas como dos aspectos complementarios aunque independientes. Se trata, a fin de cuentas, de la unión de dos dogmatismos, uno decantado hacia el economicismo y el otro sobre la desviación organizativista. En toda esta actividad, la ideología acompaña y sirve para justificar ciertas decisiones y análisis, frente a una realidad que muestra el alejamiento del proletariado del entorno de la socialdemocracia, pero en ningún momento sirve para la confección del plan para la revolución comunista ni para la preparación de la clase para realizarla. De hecho sigue a las masas, a la espera de la ocasión de poder situarse en cabeza de las previsibles revueltas, siempre parciales y espontáneas, y sin mostrar otras perspectivas a las mismas masas que no sean las elecciones.

AMADA-TPO, el PTB, según nuestro análisis, sería pues el partido de la resistencia y ni el de la revolución; sería el partido de la oportunidad política. Estaríamos delante de la renuncia consciente de la revolución: la expresión de un tipo de conciencia de clase incapaz de encontrar el camino de la Revolución, incapaz de sustituir la conciencia “en sí” del proletariado por una conciencia “para sí”, incapaz de concebir incluso otra forma de movimiento de la Clase que no sea la del partido obrero burgués, en el cual los revolucionarios se varían constreñidos a actuar como minoría organizada hasta la llegada del “gran día”. Se trata de hecho, de la eterna táctica del trotsquismo: infiltrar a las masas (partido obrero), esperando su estallido para ponerse a la cabeza de ellas en el momento en que estas empiecen a moverse revolucionariamente, pero sin haber contribuido a preparar el asalto revolucionario creando el movimiento para este objetivo. El fracaso de esta tentativa de utilizar, para la revolución, el modelo de partido de la Segunda Internacional proviene de su incapacidad para superarlo, lo que lleva a concebir al partido por encima de todo como organización del destacamento de vanguardia y no como movimiento político revolucionario de la clase, resultado de la fusión de su vanguardia con las masas.

Idealismo empirista vs. materialismo dialéctico

Y esto nos lleva al verdadero problema que hay que resolver, el establecimiento de la relación correcta entre teoría y práctica. En concreto, que esta relación sea la apropiada al periodo de construcción del PC que corresponda en cada momento.

En los años setenta, el maoísmo se reafirmaba como el impulso nuevo y decisivo del marxismo-leninismo para afrontar el revisionismo y relanzar la revolución mundial contra el imperialismo. Pero, desgraciadamente, impotente para aplicar una praxis revolucionaria que pudiese fusionar correctamente, dialécticamente, a la teoría con la práctica, a la vanguardia con las masas, esta corriente ideológica se saldó también con un gran fracaso. Es precisamente durante estos años setenta cuando se produce su derrota más clara y, a nuestro entender, aún no ha podido recuperarse, y no podrá hacerlo sin la restitución previa del marxismo-leninismo en el puesto de dirección ideológica. Esta derrota recayó sobre todo el movimiento marxista-leninista. En Bélgica también. Son precisamente los defectos del maoísmo los que impidieron vislumbrar, comprender y resolver correctamente las propias carencias, errores y desviaciones del movimiento. Es así como la resolución de los debates e intentos de “reconstrucción” condujo al derrumbe del movimiento marxista-leninista. Reconocer esta conclusión se ha convertido en una condición previa para poder, desde ahora mismo, dar pasos firmes y correctos en el camino de la recuperación de la ideología y del Partido Comunista, tarea aún pendiente, a pesar de todos los esfuerzos ya realizados.

La carencia que ha hecho fracasar al Movimiento Comunista en todo el mundo es la limitada comprensión de la esencia del marxismo-leninismo: dominar la dialéctica, es decir, no sólo analizar utilizando el método dialéctico, sino además actuar dialécticamente. Los diferentes grupos marxistas-leninistas -AMADA y la UC también- han aprendido un “materialismo” empirista que les ha llevado a emplear la línea práctica-teoría-práctica (en el caso de AMADA) o unidad-crítica-unidad (para la UC) como principio del proceso de conocimiento previo a toda práctica. Esto indica un culto de la realidad tal cual es en cada momento, ignorando que la dialéctica exige reconocer la necesidad de adoptar una perspectiva más elevada para comprender esta misma realidad: partir de un nivel de análisis que permite ver todo el proceso evolutivo de la materia sobre la que se actúa y poder así intervenir sobre ella apuntando hacia el objetivo deseado, el Comunismo. Lo cual nos permite guiar el acto de transformación y evitar así lo contrario, es decir, que nuestros actos estén dirigidos por el estado del movimiento en cada momento.

En resumen, es la incomprensión del verdadero estado de división entre el movimiento marxista-leninista y las masas proletarias, causado por un dominio incompleto y erróneo del marxismo-leninismo (a pesar de la diferente percepción que tiene cada grupo de sus insuficiencias ideológicas), que impide una buena caracterización del estado del MCI y el correcto conocimiento de sus contradicciones internas, lo que ha provocado el colapso de todo el movimiento y ha esclerotizado los grupos que han conseguido sobrevivir, quedando estos incapacitados para superar este derrumbe. Esta debilidad teórica ha tornado la ideología marxista-leninista incapaz para resolver el problema de la fusión entre teoría y práctica, dejando al movimiento real de la lucha de clases bajo la dirección de la ideología dominante por medio del economicismo entre las masas y el revisionismo entre la vanguardia comunista, uniendo a ambos mediante el empirismo ecléctico, inspirado en el positivismo neokantiano.

Por el contrario, el estado del MCI en la etapa de la “reconstrucción” del partido que correspondía en ese momento (y aún hoy) demandaba la aplicación del proceso de crítica-práctica-crítica , es decir, crítica en relación con la teoría burguesa y, sobre todo, crítica como teoría estrechamente vinculada a las necesidades de la transformación de la práctica concreta. Crítica que implique la investigación dialéctica que aporte sucesivamente la síntesis que permita el desarrollo continúo de la ideología proletaria en lucha constante contra la línea burguesa. La realización de esta crítica obliga a partir del aprendizaje, del dominio así como de la elevación y del desarrollo teórico del marxismo-leninismo, realizando un tipo de práctica que permita aplicar correctamente la lucha de dos líneas entre la vanguardia comunista primeramente, apuntando después hacia el movimiento proletario más avanzado; y que sea esta lucha de dos líneas la que marque el camino de la Reconstitución del Partido y, así desenmascarar y derrotar al revisionismo.

Es precisamente la ausencia de este análisis y de esta caracterización, por parte del movimiento marxista-leninista en su conjunto y de cada uno de sus destacamentos en particular, lo que ha provocado la renuncia a la Reconstitución de la ideología proletaria y, consecuentemente, les ha llevado a la negación, uno tras otro, de la primacía de la teoría como guía de la recuperación revolucionaria en provecho del estado natural dominante del movimiento de la clase (que está forzosamente ligado a una conciencia “en sí” y no “para sí”). Es así como el movimiento marxista-leninista se ha dejado engañar por el espontaneísmo y el obrerismo, buscando progresos cuantitativos, véanse organizativos -más fáciles de obtener por el hecho de que el propio movimiento espontáneo los reclama-, más que cuantitativos, relacionados con las necesidades por etapas de la Reconstitución completa de la ideología y del Partido -los cueles son, evidentemente, más abstractos con respeto a las masas-. Y es por esta razón por la que han naufragado todas las organizaciones qe se han debatido entre las necesidades teóricas y su vínculo correspondiente con la práctica, sin llegar a encontrar la solución correcta.

Solamente AMADA-TPO, como organización más consecuente por renunciar desde el principio a abordar los problemas esenciales, estratégicos, de la revolución, ha puesto la teoría, insuficientemente aprendida, al servicio de la práctica organizativa sin dejarse engullir por la polémica que ha dominado el final del Primer Ciclo revolucionario iniciado en 1917 y que ha hecho perecer a casi todos los partidos u organizaciones marxistas-leninistas en el mundo. Estos no han sabido solventar el debate porque partían de análisis incompletos y de una comprensión de la ideología desarrollada hasta ese momento, demasiado superficialmente aprendida, débilmente asimilada y cargada de desviaciones revisionistas después de decenios de renuncias, de falsos análisis, de discusiones mal cerradas, y por un exceso de voluntad en resolver casi exclusivamente las tareas inmediatas que reclamaban los problemas, importantes a veces pero siempre parciales, planteados por los frentes contra los que se enfrentaba día a día el MCI, dejando en un segundo plano los problemas generales de la revolución mundial y de su desarrollo. Todo esto nos ha conducido a una situación en la que -y los hechos son testarudos- el movimiento no podía zafarse del condicionamiento de esa herencia más que con el colapso completo de todo el viejo MCI.

Sobre la crítica del intelectualismo

El estado de confusión en el que se encuentra actualmente el MCI, después de tantos decenios de fracasos, de renuncias, de desgarros internos, favorece, en muchos de estos destacamentos, el afán por obtener resultados tangibles de manera inmediata. A esto acompaña la ligereza de opinión hacia los análisis de quienes advertimos sobre la necesidad de resolver las insuficiencias y lagunas ideológicas como condición previa a la reconquista de amplias capas del proletariado, siendo calificados o acusados de intelectualistas o, al menos, de pecar de un exceso de teoricismo en cuanto a la elaboración de nuestras reflexiones. Es una trampa demasiado extendida, desgraciadamente, en el MCI: la utilización a diestro y siniestro de este tipo de acusaciones ha servido habitualmente para ahogar toda posibilidad de análisis y de reflexión adecuada. Tenemos plena conciencia de que el establecimiento del vínculo entre la expresión teórica y la práctica correspondiente en cada momento es una cuestión cardinal -y sin embargo nada nueva- del MCI, para no caer en el intelectualismo.

La mayor parte de los intelectuales forman parte de la burguesía o adoptan la posición de esta clase. Algunos intelectuales han sido los máximos responsables del triunfo de la ideología burguesa, bajo la forma de oportunismo y de revisionismo, en el movimiento proletario. Es pues muy fácil atraer las simpatías de los obreros con demagogia contra los intelectuales en general y por ende contra la actividad que les caracteriza: la teoría, la ciencia, la cultura. Y sin embargo, está claro para todo marxista-leninista que nuestra clase no podrá hacer la revolución comunista más que si su vanguardia cumple con sus tareas intelectuales hasta producirse un corpus teórico que sea precisamente de vanguardia, superior a las expresiones de la ideología burguesa que limitan la ambición política del movimiento obrero, y por consiguiente potencialmente capaz de derrotarlas. A partir de aquí, el alcance de esta intelectual necesaria deberá basarse sobre la concepción correcta (materialista dialéctica) de los vínculos entre materia y conciencia, entre conocimiento sensorial y conocimiento racional, entre práctica y teoría.

El intelectualismo es, en su versión más conocida, una posición errónea, idealista, que exagera el papel de la teoría y que tienden al racionalismo puro, separado de la realidad material y de la práctica. El intelectualismo es adquirir los conocimientos teóricos, ideológicos, externamente a la lucha de dos líneas que recorre inevitablemente, dialécticamente, todo el proceso material de construcción del Partido y que es la expresión más consciente de la lucha de clases en la sociedad. El intelectualismo es preestablecer teóricamente un procedimiento de acción práctica sin vínculo con la situación real del movimiento proletario -en particular, de su destacamento de vanguardia- y de sus necesidades. Es, por consiguiente, trazar una línea de masas para la organización marxista-leninista sin tener en cuenta el estado real de estas, impidiendo así la resolución de la contradicción entre sus necesidades objetivas y su disposición subjetiva, lo que obliga forzosamente a adaptar el proceso de construcción del Partido (obligando a la aplicación desordenada de las diferentes etapas) a los vínculos con las masas concebidos dogmáticamente y a terminar por sacrificar al mismo Partido.

Como puede constatarse por otra parte, este intelectualismo racionalista del tipo de la UC(M-L)B conduce, pues, al revisionismo, desde el momento en que abstrae el concepto de “masas” de su realidad.

Paradójicamente, llegamos al mismo resultado cuando partimos de su “opuesto”, el intelectualismo empirista. Para éste, lo que caracteriza el concepto de “masas” es lo que manifiesta la mayoría (cantidad) y no la esencia de éstas evidenciadas históricamente, su naturaleza profunda como clase revolucionaria (cualidad) que está representada hoy por una pequeña minoría. La actividad de la vanguardia queda así limitada por la débil conciencia de la mayoría de los obreros (conciencia burguesa). Se trata también de una manifestación de intelectualismo, pues es una reacción muy particular de cara a la división social del trabajo: de la incapacidad para superarla, pasamos a la negación absoluta de la búsqueda racional de la esencia de las cosas y de la exaltación de los fenómenos aparentes, todo esto con el objetivo de acercarse a la mentalidad del obrero medio. Es una actitud propia de los intelectuales que tienen el complejo de serlo. Estos intelectuales perjudican terriblemente la causa obrera no sólo porque no aportan a la clase los conocimientos científicos que necesita, sino también porque desvían el instinto materialista que ciertas condiciones de existencia producen en el obrero hacia el idealismo. En efecto, el empirismo no es materialista más que en apariencia. De hecho, identifica o reduce la realidad a lo que perciben nuestros sentidos, lo que se acerca peligrosamente al agnosticismo o incluso al idealismo subjetivo y nos impide comprender mejor esta realidad para transformarla.

Evidentemente, cuando nos reclamamos del marxismo-leninismo, no podemos defender el empirismo más que de manera vergonzante, de contrabando: es esto lo que se hace cuando se afirma que la teoría es muy importante pero hace falta estar entre las masas, o la clase, en lugar de vincular la teoría necesaria con las masas que pueden resolverla y practicarla. Lo que hacen los que piensan así, es buscar siempre un equilibrio de carácter dual, no dialéctico, para compensar su incapacidad para establecer un nexo correcto entre la ideología proletaria y las masas como sujetos concernidos.

Y la prueba decisiva es que la práctica de este dualismo seguido hasta ahora mayoritariamente por el MCI, en ningún caso, ha hecho resurgir a los partidos comunistas, sino más bien ha acentuado el efecto contrario, haciendo más difícil en la actualidad la distinción entre el revisionismo y el auténtico marxismo-leninismo. Y, no nos cansaremos de repetir que esto sólo puede evitarse estudiando profundamente nuestra ideología científica en cuanto a tal, en relación con la experiencia histórica de su aplicación, y realizando la práctica de la lucha de dos líneas en el seno de la vanguardia teórica hasta que el resultado de estas tareas nos permita resolver los problemas de la línea política y del programa extendiendo esta vez nuestro radio de acción hacia la vanguardia práctica y las amplias masas.

La prioridad actual de las tareas teóricas no cae del cielo y no tiene nada que ver con la obstinación de ciertos intelectuales limitados del PCR del Estado español (cuyo núcleo dirigente no se ha formado en la universidad sino en la lucha en el interior del viejo movimiento comunista). Esta prioridad se desprende directamente de la enorme experiencia práctica acumulada, de su fracaso final, de nuestra incapacidad para relanzar el movimiento revolucionario con las armas teóricas que poseemos como herencia mecánica del Ciclo de Octubre . El balance crítico, la lucha de dos líneas sobre el plano ideológico, es la única manera de hacer honor a la práctica revolucionaria anterior y de proseguirla a una escala más elevada. Es, en realidad, la única actitud fiel al materialismo dialéctico y práctica desde el punto de vista revolucionario.

 

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Para terminar y, en resumen, la tentativa de “reconstrucción” del Partido marxista-leninista en Bélgica terminará sin ni tan siquiera conseguir la unidad de los comunistas marxistas-leninistas tan deseada. Todos los grupos acabarán desintegrándose sin haber podido resolver de manera satisfactoria la lucha de líneas. Sólo uno de dichos grupos, AMADA-TPO, sobrevivirá, y no porque hubiese conseguido vencer a la otra línea, como lo demuestra el hecho de que ni haya sabido reorganizar bajo su bandera al movimiento marxista-leninista, exceptuando algunas individualidades.

En realidad, el triunfo del PTB, que su primer congreso en 1979 pretendió confirmar, demuestra que el resultado del combate de líneas no es una victoria de la línea proletaria sobre la línea burguesa, pues ni tan siquiera llega a convencer a los militantes marxistas-leninistas del movimiento. Las líneas en lucha, en realidad, estaban dominadas en sí mismas por la concepción del mundo incorrecta, burguesa. Del mismo modo, independientemente la una de la otra, la lucha en el interior de cada organización por el triunfo de la línea proletaria se desarrolla al mismo tiempo que la lucha entre los diferentes grupos (y de manera inconsciente la mayor parte del tiempo), relegando así sistemáticamente a esta primera a un segundo plano. La relación entre estas contradicciones debería haberse abordado conscientemente, es decir, a la inversa, considerando la contradicción interna como la principal y decisiva a resolver para poder plantear correctamente la lucha externa.

Estos errores han hecho prevalecer la línea burguesa sobre la proletaria transformando la lucha ideológica entre los grupos en una lucha entre diferentes posiciones de la línea burguesa, permaneciendo así como lucha entre líneas parcial y sustancialmente errónea. La lucha se saldó entonces con el estallido o la desintegración de todas las organizaciones, salvo una, como síntesis lógica de la lucha interna entre las dos líneas en los grupos que ofrecían las contradicciones internas más agudas entre la teoría y la aplicación práctica de esta (lo que expresaba la lucha de líneas que se desarrollaba en el interior). Sólo sobrevivirá quien presentaba menos contradicciones a este respecto y que, gracias a esto, no desarrollaba una lucha interna tan aguda ya que, desde su nacimiento, el obrerismo -como manifestación de la tendencia economicista, empirista, burguesa de hecho- se impondrá siempre sobre la línea marxista-leninista asumida incorrectamente y por consiguiente demasiado frágil, y tendrá siempre la ventaja de enraizar más fácilmente en el movimiento obrero de la época, orientado (como actualmente: la Enquête PTB es una prueba de ello) por las reivindicaciones mayoritariamente sindicalista y reformistas que, por otra parte, estaban ya asumidas completamente por la democracia burguesa.

 

 

¡Por la Reconstitución del marxismo-leninismo,

de los Partidos Comunistas y del Movimiento Comunista Internacional, desarrollemos la lucha de dos líneas!

 

Comité central del PCR

Estado español, abril del 2004

 

NOTAS:

[1] El PCR define el actual periodo como el de la Reconstitución del Partido Comunista. Teniendo esto presente, empleamos el término “reconstrucción” -entrecomillado- por ser ésta la expresión que los grupos aludidos de la época empleaban al referirse al mismo periodo. Sin embargo, a la hora de introducir nuestra propia definición crítica de dicho periodo y de las tareas que del se desprendían optamos por utilizar el término Reconstitución pues expresa con mucho más acierto el verdadero acto del que se trata, concorde por otra parte con la caracterización del periodo actual. Para una explicación más detallada remitimos al texto número 1 de esta misma colección titulado: Tesis de Reconstitución del Partido Comunista .

[2] Se trata de la Encuesta PTB que es una encuesta realizada por el partido entre los trabajadores para, basándose en las preguntas por sus necesidades inmediatas, ayudar a confeccionar el programa electoral para las elecciones del 2004.

[3] Se trata de los 25 puntos incluidos por el PCC en la Proposición acerca de la línea General del Movimiento Comunista Internacional de junio de 1963.