La Dirección del PTB excluye al PCR del Seminario Comunista Internacional

 

¿Lucha de dos líneas o unidad sin principios?

 

Para la edición de 2004 del Seminario Comunista Internacional (SCI'04), el Partido Comunista Revolucionario del Estado español había recibido un correo notificando que su estatus había sido rebajado al de mero observador. Con esto, todavía nos quedaba la posibilidad de seguir conociendo a los destacamento del Movimiento Comunista Internacional que allí participan, tanto a través de sus intervenciones como en encuentros bilaterales durante los descansos entre sesiones de trabajo. Decidimos pues enviar una delegación a dicho foro, la cual llegaría el día anterior para adelantar el contacto con la Dirección del PTB y difundir nuestros materiales en uno de los tenderetes que habitualmente se ofrecen a las delegaciones extranjeras en la Fiesta del 1º de Mayo de este Partido. Una vez allí, un camarada que actuaba en nombre del CC del Partido belga nos autorizó a exponer nuestros documentos. A las pocas horas de esto, otros dirigentes nos increpaban poniendo en duda que alguien nos lo hubiera autorizado. Por último, tuvieron que reconocer la veracidad de nuestras explicaciones y consintieron nuestra labor de difusión, pero sin disculparse por su error. Después, pudimos comprobar que el nombre de nuestra organización no figuraba en la lista de invitados al SCI'04y, sólo al preguntar si se debía a algún error, nos confirmaron que habían decidido excluirnos. Cuando conseguimos reponernos de la sorpresa, preguntamos los motivos de esta decisión y sólo entonces pudimos conocerlos, de manera verbal y sin un escrito oficial contra el que pudiésemos recurrir formalmente. Después de participar de un modo u otro durante años en el SCI, nos enteramos de que ya no éramos bienvenidos y que nuestra para la presente edición había sido cursada por error de algún camarada suyo: pero todo esto lo sabemos exclusivamente la víspera del evento y cuando nuestra delegación ya había recorrido los 1.500 kilómetros que nos separan de Bruselas. Otro error suyo que pagábamos nosotros. A pesar de estos errores y desconsideraciones, solicitamos un encuentro bilateral con la Dirección del PTB aprovechando nuestra presencia en Bélgica pero no se nos concedió.

Vamos a tratar de analizar la situación creada apoyándonos en unos e-mails de B. de B. (dirigente del PTB), en el Programa de Acción recientemente publicado y en la Carta del PTB del 28 de abril de 2004 dirigida, al parecer, a los camaradas extranjeros y en la que ofrecen una explicación sobre su última crisis de dirección. En ella, nos animan “a tomar contacto”, incluso afirman que “será un placer acudir a un encuentro con vosotros con el fin de responder a vuestras preocupaciones” y concluyen: “esperamos noticias vuestras”. Así que les tomamos la palabra, reiteramos nuestra solicitud de encuentro y ahí van nuestras preocupaciones.

El comportamiento de los dirigentes del PTB pone de manifiesto, por lo menos, un desprecio hacia nosotros, si es que no buscaba provocar una reacción iracunda por nuestra parte que facilitara nuestro aislamiento y eliminar así el problema que suponemos para ellos.

En cualquier caso, si su intención fue la provocación, no consiguieron salirse con la suya ya que reaccionamos de manera serena, para sorpresa de ellos y también de los militantes del PTB que mejor nos conocen y que se sentían perplejos e indignados por la conducta de sus dirigentes. Con la conclusión del análisis que aquí ofrecemos, el lector podrá comprender plenamente los motivos de nuestra reacción, pero es conveniente anticipar una explicación panorámica que le ayude a situarse en una posición adecuada para comprender nuestro propósito: la Nueva Orientación que proponemos para la Reconstitución del Movimiento Comunista Internacional (MCI) se opone a la línea oportunista que hoy predomina en éste (negación), pero no se mantiene en el mismo plano, sino que contiene la aspiración y el método para superar la base teórica sobre la que se dirimió la lucha entre marxismo y revisionismo durante el Primer Ciclo revolucionario ya concluido (negación de la negación). Tal vez esto parezca un poco pretencioso, pero esperamos que se comprenda esta posición a partir del estudio de un caso concreto como es el PTB.

Además de algunos pretextos formales de muy dudosa justificación, la dirección de este Partido-a través del camarada B. de B.- ha confesado que la decisión de excluirnos del SCI se tomó a raíz de nuestra actuación en su edición anterior y que “… las razones para la no participación eran más profundas: vienen con una línea totalmente contraria a la línea con la cual intentamos colaborar en un grupo muy amplio, y con un comportamiento que el año pasado despertó molestias en muchos participantes”. Verbalmente, añadió que nuestra línea se opone a su intento de unificar las diferentes tendencias marxistas-leninistas. Todavía a fecha de hoy, seguimos desconociendo qué es lo que molestó del comportamiento de nuestra delegación que, en todo momento, fue respetuoso con las normas del Seminario y con los demás participantes. No tenemos más remedio que suponer que el comportamiento que senos censura consiste en habernos atrevido a defender “una línea totalmente contraria” a la del SCI, que es la de la Dirección del PTB. Pasemos pues a analizar nuestras diferencias que entenderemos mejor con un breve examen de la historia de las relaciones entre nuestras dos organizaciones.

De simpatizantes a excluidos

Hay un momento clave, a finales de los años 80 y principios de los 90, cuando se hunde el falso socialismo basado en el llamado revisionismo contemporáneo y se ven obligados a abrir los ojos y enfrentarse a él todos aquellos partidarios honestos del marxismo que todavía militaban en el sector del MCI oficial, mayoritario, vinculado a la URSS. Entre ellos, estaba el núcleo inicial del PCR, el cual halló en el PTB una ayuda, una influencia beneficiosa y un maestro que había sabido conectar las enseñanzas de la Gran Polémica de los años 60 entre el PCUS y los Partidos Comunistas de China y Albania con nuestra mentalidad que ya estaba cambiando y era más receptiva a causa de los últimos acontecimientos políticos. La reciente Carta del 28 de abril… recuerda “… el hecho de que la ‘línea política' de nuestro partido también ha permitido salvar nuestra organización en los años que era muy difícil aparecer públicamente como comunista” (pág. 3). Esto es verdad, incluso más allá del propio PTB. Pero, ¿era la única línea política que lo podía conseguir? Y, además, ¿con qué fin pretendía salvar su organización? Con otra línea política, los componentes del Movimiento Revolucionario Internacional y de otros agrupamientos marxistas-leninistas en el mundo también han conseguido sobrevivir. Con el paso del tiempo, crecieron nuestras sospechas de que, al igual que los viejos partidos revisionistas, la Dirección belga había recurrido a la propaganda de algunos principios marxistas para conservar su organización en un momento crítico y poder así continuar con su práctica política habitual en cuanto pasara la tormenta. Nos permitimos ahora publicar estas impresiones porque nuestro mayor conocimiento del PTB nos las confirma. A lo largo de los años 90, no sólo este partido no avanzó en la solución de algunas de sus incongruencias (v. gr., se opone al revisionismo de Jruschov a la vez que sigue considerando socialistas a los países que aplican esencialmente esa misma política; defiende la revolución socialista en el plano más teórico en la práctica, sólo ofrece una perspectiva de resistencia al proletariado; habla de impulsar el MCI pero se niega a tratar el problema de la reconstitución de Partidos Comunistas), sino que su propaganda fue rebajando cada vez más su contenido ideológico hacia el sindicalismo y las distintas formas de seguidismo del movimiento espontáneo de las masas.

Los jefes del PTB siempre nos han tratado de un modo mucho más frío que sus militantes. Nunca han mostrado verdadero interés por discutir con nosotros, por convencernos de sus puntos de vista, prefiriendo ignorarnos. Ellos mismos reconocen que los contactos bilaterales han sido siempre por nuestra insistencia (B. de B. destaca el trato preferente hacia nosotros respecto de los demás grupos: 3 encuentros ¡en 10 años!, más uno con Jo Cottenier, del Buró Político, concedido porque “insistíais tanto”).En ellos, se han limitado a reafirmar sus posiciones, instándonos, por decirlo de un modo resumido, a “menos teoría y más práctica”, “a pensar menos y a hacer más con las masas”. Claro que nosotros llevábamos ya unos cuatros años “sirviendo a las masas” con un discurso formalmente marxista-leninista sin que eso nos acercase un solo milímetro a nuestro objetivo revolucionario, por lo que lo principal era para nosotros pensar, buscar racionalmente el camino válido.

A lo largo de más de diez años, hemos reproducido en nuestras publicaciones varios textos del PTB y hemos valorado la actividad del SCI en dos ocasiones, sin recibir la más mínima respuesta escrita y, por el tenor de nuestras escasas conversaciones con los dirigentes belgas, ni siquiera parecen haberse interesado en conocer nuestras opiniones. Han preferido seguir buscando quien no les lleve la contraria entre los jóvenes destacamentos del movimiento comunista del Estado español (Comité de Organización, Mesa de Refundación Comunista, Juventudes del PCE de Andalucía o Asturias, etc.). El encuentro al más alto nivel fue el que nos concedió el camarada Jo Cottenier al tercer día del SCI'03 quien, reconociendo que todavía no había leído nuestra contribución al mismo, aun así nos transmitió el juicio que ya tenía formado sobre el PCR: padeceríamos una desviación intelectualista como la que tuvieron que combatir en los años 70 cristalizada en un grupo denominado Unión de Comunistas Marxista-Leninista de Bélgica (UCM-LB).Con la intención de hacernos comprender por la Dirección del PTB y obtener así una respuesta concreta que ayudase a resolver nuestras diferencias, pedimos entonces documentos de aquella polémica, los cuales nos fueron proporcionados. Pasamos varios meses estudiándolos y valorándolos, y elaboramos un texto con nuestra opinión titulado Sobre el debate en el movimiento marxista leninista belga . Nuestra delegación al SCI'04 lo entregó a la Dirección del PTB en cuanto pudo, es decir, al inicio de su Fiesta del 1º de Mayo.

En uno de sus e-mails, B. de B. califica este documento como “folleto loco contra el PTB”. ¿Por qué la Dirección del PTB empieza ignorando nuestro punto de vista, luego nos llama intelectualistas cuando insistimos en discutir y, desde que concretamos nuestras discrepancias, nos trata como enemigos locos? ¿Por qué toman nuestra crítica como un ataque destructivo contra el PTB? ¿Acaso hoy en día le van tan bien las cosas al PTB y al conjunto del Movimiento Comunista Internacional, como para despreciar una crítica fundamentada, marxista y que intenta remontarse hasta la raíz filosófica de los problemas? La precaria respuesta a estas preguntas nos la proporcionan únicamente a través de un e-mail de B.de B.: considera que nuestros textos “no hace avanzar el asunto para nada” y suscitan poco interés (“no pienso que hayan vendido mucho”). ¿Cuánto ha avanzado la causa del comunismo desde los años 70 con una línea política como la del PTB? El mérito de este partido consiste en haber sabido conservar la “cosecha” relativamente buena que produjeron aquellos años, pero ha sido incapaz de llevar sus frutos más allá y el resultado está muy lejos de lo que deseamos (reanudar la Revolución Proletaria Mundial) y de lo que las condiciones objetivas permiten (la Reconstitución ideológica y política del comunismo).

El PCR, que surgió en un momento político menos generoso, también ha conseguido mantener su organización aun más modesta durante más de 10 años, pero también se ha estancado y el reconocimiento de este hecho motivó un análisis autocritico –tras un duro debate interno- que ha desembocado en la Nueva Orientación que proponemos al MCI. No sólo los elementos que arrastrábamos de una línea política hacia abajo, hacia las masas en general, “no hacían avanzar el asunto del comunismo”, sino que debilitaban nuestra organización; en cambio, los pequeños progresos que hemos experimentado (en reclutamiento, en influencia, en autoridad) han venido de los elementos más conscientes y más nuevos de la línea política que aplicábamos, los cuales apuntaban hacia arriba, hacia la forja de la vanguardia por medio de la lucha de dos líneas contra el revisionismo y dogmatismo.

Quizás los dirigentes del PTB piensen que nuestra línea política es tan loca y ajena al Movimiento Comunista Internacional que basta con ignorarla y con expulsarnos para que pueda “avanzar el asunto”. No obstante, tal vez debieran reflexionar, aunque sólo fuera, sobre la reciente experiencia de un delegado suyo en su reciente viaje al Estado español. Si nuestra posición es equivocada pero influyente, y la salud del movimiento preocupa a la Dirección del PTB, ésta debería darle una respuesta rápida y suficientemente convincente.

Su ruptura de relaciones con el PCR entra en flagrante contradicción con el ya mencionado ofrecimiento de su Carta del 28 de abril a “responder a vuestras preocupaciones”. Bien es verdad que, unas líneas antes, reprocha a su ex –Secretaria General, Nadine Rosa- Rosso, el haber cuestionado los 30 años de historia del partido y restringe el ámbito de lo que es una crítica legítima: “No rechazamos en sí el trámite de estudiar lo que hay de bueno y de malo en la historia del partido. Pero estimamos que esto no podía hacerse en primer lugar más que a partir de la pasada campaña electoral”. Pues, ése ha sido precisamente el método de exposición de nuestro folleto al que califican de anti-PTB. En realidad, su tolerancia hacia la crítica no está limitada sólo por el método, sino también por el fondo: sólo aceptan aportaciones que den por buenas las premisas ideológico-políticas de las que parten. Y si éstas fuesen falsas, ¿denunciarlas sería un sacrilegio o sería la obligación de todo marxista-leninista? Esto es lo que el PCR se va a esforzar por demostrar al conjunto del MCI, y éste tiene que correspondernos al menos con objetividad, racionalidad y sentido del deber para con la Causa del Comunismo. En esto, el PTB es sólo un caso más, aunque quizás el más representativo porque: 1) el divorcio entre los principios proclamados y la práctica es el más agudo que conocemos si exceptuamos los grandes partidos “comunistas” históricos que todavía se reclaman del marxismo-leninismo (como el de Portugal o el de Grecia); 2) pero, a diferencia de éstos, intenta extender a través del SCI su línea al resto del movimiento, en particular a las jóvenes formaciones comunistas. Por eso, en nuestra valoración del Seminario de 2003, calificamos esta línea como la “desviación derechista en el Movimiento Comunista Internacional”. No se trata aquí de repetirla argumentación de ésta, ni tampoco la del folleto Sobre el debate … que se remonta a las raíces históricas del problema, puesto que ambos textos están a disposición del Movimiento. Pero sí es conveniente confirmarla con los últimos documentos importantes editados por la Dirección del PTB.

La revolución olvidada

La Carta del 28 de abril comienza deseando –se entiende que a los diversos grupos del planeta- “… mucho valor en vuestros diversos proyectos de resistencia a la lógica capitalista de este mundo”. Y termina inscribiendo la actividad del PTB “… dentro del combate global contra las medidas antisociales que nos prepara el gobierno después de las elecciones”. ¡Ninguna perspectiva revolucionaria! ¡Nada más allá de la lucha de resistencia!

Como confirmar esto, el nº 18 de Solidaire resumía el discurso sobre política internacional de la Fiesta del 1º de Mayo de este año con el lema “El siglo XXI será un siglo de resistencia”, mientras que, en los años anteriores, se habían hecho eco del que acuñó Nina Andréieva: “ El siglo XXI será el del comunismo”.

En el Programa de Acción , después de 36 páginas de crítica económica superficial y democrática general, y de reformas que ya se presentan como soluciones, mencionan en las 4 páginas restantes el objetivo del socialismo y del comunismo, desconectado de todo lo anteriormente dicho y abstraído así de su implicación revolucionaria. “Como comunistas, defendemos una Europa socialista. Europa será socialista o no será”. Esta afirmación haría sonreír de satisfacción a Trotski, mientras Lenin la reprobaría, pero, por suerte para los dirigentes belgas, ambos personajes ya no viven. Es sabido que la opinión del fundador del bolchevismo era exactamente la contraria: “Desde el punto de vista de las condiciones económicas del imperialismo,… Los Estados Unidos de Europa son imposibles o son reaccionarios en el capitalismo… equivalen a un acuerdo sobre el reparto de las colonias. (…) Desde luego, son posibles acuerdos temporales entre los capitalistas y entre las potencias. En este sentido, son también posibles los Estados Unidos de Europa, como un acuerdo entre los capitalistas europeos… ¿sobre qué? Sólo sobre el modo de aplastar juntos el socialismo en Europa, de defender juntos las colonias robadas contra el Japón y Norteamérica…”[1]. La realidad es que Europa es una construcción reaccionaria y que la revolución irá rompiendo la cadena imperialista por los eslabones más débiles. Apostar por Europa como eslabón débil en su conjunto cuando sus contradicciones nacionales son tan profundas es por lo menos una temeridad, sobre todo si la suerte del socialismo en cada país del Viejo Continente la hacemos depender de su maduración en el resto de los Estados europeos.

Además, el Programa de Acción habla sin rigor de los “antiguos países comunistas” y, emulando al archirrevisionista Carrillo, cita a Marx como le conviene: “Entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista se extiende un período de transición revolucionaria, que va de una a otra. Esta fase de transición hacia la sociedad sin clases es el socialismo”. Esta segundo frase ha venido a sustituir a la del texto original, que es la siguiente: “A este período corresponde también un período político de transición en el cual el Estado no puede ser más que la dictadura revolucionaria del proletariado [2]. Es decir, ponía en el centro del proceso de transición lo que los camaradas belgas han evitado, suponemos que para no asustar a los electores: la dictadura revolucionaria del proletariado. Y es que no sólo han “olvidado” todo lo relacionado con la violencia revolucionaria, la lucha armada y la necesidad de la dictadura, sino que incluso la lucha de clases y el papel de la clase obrera desaparecen: desde el lema del Programa de Acción – “la gente primero, no el beneficio”- hasta la reivindicación de “… un Estado que esté bajo el control de la población”. ¿Qué clase de preparativos para la revolución son éstos?

¿Y qué decir del balance de la experiencia histórica de la revolución proletaria internacional, un balance que demuestre que merece la pena volver a intentarlo? Refiriéndose al ejemplo de la antigua Alemania del Este: “No ha sido tampoco tan dictatorial allí como se pretende. También usted podría haberlo constatado. Admitamos otra vez que la verdad era un poco más compleja y que se situaba en alguna parte próxima al término medio. La cuestión es de saber si, hoy en día, todo el mundo tiene más que decir y vive verdaderamente mejor que antes”. ¡Vaya consuelo tratándose de la tentativa más ambiciosa de emancipación social que ha conocido la humanidad! ¡Vaya estímulo para las nuevas generaciones de revolucionarios que el de entregar la vida por una causa mediocre! Para el futuro socialismo mejorado, el Programa de Acción usa la metáfora del progreso tecnológico de los automóviles. No tenemos nada que objetar puesto que incluso éste ha sido fruto de la conciencia, pero la lástima es que no dice nada de la conciencia necesaria para reunir una fuerza social suficiente que conquiste ese “socialismo del porvenir”.

Electoralismo, reformismo, economicismo: ¿política de vanguardia o seguidismo de las masas?

La carta acusa de “sobreestimación electoral” a la ex- Secretaria General: “… de ahí a concluir que el resultado electoral es el único barómetro capaz de medir los avances y la implantación del partido, hay un paso que un marxista no dará”. Sin embargo, todo el texto gira en torno a la cuestión electoral, que parece la única perspectiva política que los dirigentes de este partido ofrecen a las masas. Veamos:

“… la situación en el seno de nuestro partido está ligada a los malos resultados de la campaña electoral de mayo de 2003”, al “… estancamiento de nuestros resultados en el conjunto de Bélgica”. Según estos dirigentes, el balance de la derrota electoral de 1999, cuyo acierto condujo al “acontecimiento histórico” ( sic !) consistente en la obtención de 5 concejales del partido, fue ignorado por Nadine Rosa-Rosso en la pasada campaña electoral: “Es pues en aquel momento que han aparecido las primeras divergencias graves en el seno de nuestra dirección”. Ya sabemos hoy que lo que empezó como mera discrepancia sobre táctica electoral ha acabado con la expulsión del PTB de su ex-Secretaria General y de otros miembros de su Comité Central. Así que, una de dos: o bien las elecciones burguesas tienen para estos camaradas una importancia mayor de la que reconocen, o bien carecen de cohesión ideológica. Cualquiera de las dos opciones pone de manifiesto que su déficit principal es, como para todos los componemos el MCI, comprender y adoptar consecuentemente la concepción del mundo marxista-leninista y rechazar resueltamente la ideología y la política burguesas. Esperemos convencerlos de esta necesidad insoslayable, pero, por ahora, permanecemos anclados en su incoherencia.

Por mucho que la dirección de este partido nos dice que el barómetro electoral no es el único, resulta que “Es con las lecciones de las derrotas electorales de 1999 y de 2003, pero sobre todo de al victoria de 2000, que ésta abordará los años que siguen. Es así como el partido conducirá la campaña en toda Bélgica para las elecciones próximas en torno a tres temas, mayoritariamente destacados en 3.700 encuestas recogidas durante los meses pasados: el empleo, la salud y los impuestos.

En definitiva, las cuestiones económicas en primer término, enfoque que Lenin tuvo que combatir para salvar el carácter revolucionario del partido socialdemócrata ruso: “… los socialdemócratas no sólo no pueden circunscribirse a la lucha económica, sino que ni siquiera pueden admitir que la organización de las denuncias económicas constituyan su actividad predominante. Debemos emprender activamente la labor de educación política de la clase obrera, de desarrollo de su conciencia política. (…) el error fundamental de todos los ‘economistas', a saber: la convicción de que se puede desarrollar la conciencia política de clase de los obreros desde dentro , o sea tomando sólo (o, cuando menos, principalmente) esta lucha como punto de partida, basándose sólo (o, cuando menos, principalmente) en esta lucha. Esta opinión es falsa de punta a cabo; … “[3]. Recientemente, en el Estado español, hemos podido comprobar cómo las masas tumbaba a un gobierno reaccionario por motivos no económicos sino políticos: arrastrar al país contra su voluntad mayoritaria a la guerra de Irak, provocando la respuesta terrorista del 11 de Marzo.

La mentalidad economicista de los dirigentes del PTB se refleja en las cuestiones más diversas. La carta , en su crítica al electoralismo de Nadine Rosa-Rosso (que quizás sólo se diferencie de ellos en intentar ser más coherente, lo que de momento la empuja hacia la derecha, pero también puede hacerle comprender antes que a los más conservadores qué cambio de línea política es realmente necesario), advierte que “Lo primero es que efectivamente en nuestra Bélgica del siglo XXI en particular, y en el conjunto de los países capitalistas en general, las elecciones no pueden en ningún caso ser democráticas dado que se trata ante todo de un combate entre partidos que disponen de sumas colosales generosamente regaladas por el Estado para engañar a los trabajadores”. o sea que, ante todo , lo primero –y no aduce ninguna otra causa- que impide al sistema electoral capitalista ser democrático. (Debería decir, democrático para el proletariado, puesto que la democracia en general es una fantasía burguesa) es el reparto desigual de las subvenciones públicas. Es ésta una causa verdadera, pero mucho menos determinante que la dominación política, cultural e ideológica de la clase: aunque todos los partidos políticos dispusieran de idéntico presupuesto, seguiría sin haber igualdad de oportunidades para explotadores y explotados.

En el Programa de Acción , la gran mayoría de las reformas que se proponen se resumen en una redistribución igualitaria de las rentas, pero ¿qué se haría entonces ante la fuga de capitales y la reducción de inversiones extranjeras que tales medidas provocarían? A eso no se responde; no se educa la conciencia de clase de las masas con esa eventualidad y con su solución revolucionaria. Más bien todo el Programa se adapta a la conciencia que y poseen espontáneamente y que consiste en “no mirar cada uno más allá de su propio ombligo”: por ejemplo, se propugna la reducción de la edad de jubilación para que cada uno pueda aprovechar su pensión, pero no se propone cómo aprovecharla, con qué fin, con qué conciencia. Hasta el objetivo histórico del Comunismo rebaja su significado a lo económico: los 11 islotes de medicina gratuita que actualmente implementa el PTB serían “Un poco de comunismo en práctica, …”, por el mero hecho de ser gratuita ; y la única condición para la sociedad sin clases que se menciona es “… una economía que funciona bien.

El seguidismo para con la conciencia economicista (burguesa) de las masas se complementa con la adaptación a sus prejuicios políticos. En el Programa de Acción, la Constitución de Bélgica sólo se menciona para reclamar su aplicación al caso de la gratuidad de la enseñanza, sin ningún otro comentario que –como propugnara Lenin- dirija todas las fuerzas destructivas de los oprimidos contra el Estado burgués. Se pretende que la policía reoriente su acción represiva contra los poderosos y, con eso, se perpetúa su existencia (“ el agente sigue siendo un agente”) en lugar de reclamar su sustitución por el pueblo en armas.

El objetivo de la línea de masas

Al parecer, la lista electoral Resist , formada por el PTB en alianza con una organización de inmigrantes llamada Liga Árabe Europea, era defendida por Nadine Rosa-Rosso porque ésta consideraba que la “vanguardia del combate anticapitalista” ya no era tanto el proletariado industrial autóctono –como sostiene la Dirección actual del PTB- cuanto sus hermanos de clase venidos de los países oprimidos. Si nos fijamos un poco, ambas opiniones defienden el concepto de vanguardia en relación con la lucha económica o de resistencia y no con relación a la ideología comunista , que es de lo que carecen y lo que realmente necesitan de nosotros tanto los obreros fabriles como los inmigrantes y los demás sectores del proletariado. La Carta argumenta que la historia de los últimos 100 años “demuestra” que todas las conquistas sociales se las debemos a la clase obrera. ¿Acaso los inmigrantes no son y han sido siempre parte de ella? Pero lo más grave es empeñarse en la ilusión de que este tipo de movimiento llega a “… cuestionar los mismísimos fu7ndamentos del sistema en el que vivimos” y, para colmo, que es vanguardia del combate anticapitalista. Sobre todo porque, en esta polémica sociológica, ha desaparecido un “pequeño detalle” (quizás convenientemente escamoteado para beneficiarse de los votos de quienes esperan, con razón, alguna ventaja del sistema electoral burgués): nos referimos al peso cuantitativo y a la influencia de la aristocracia obrera comprada por el imperialismo en el movimiento de resistencia y su oposición interesada a la revolución. Cuando los camaradas belgas hacen encuestas para “tener en cuenta las preocupaciones de la gente”, deberían tener presente qué tipo de gente -¿aristocracia obrera?, ¿masas imbuidas de prejuicios chovinistas? …- y pasar entonces sus opiniones por la criba de la ideología proletaria. Pero la Dirección del PTB tiene demasiada prisa por conquistar amplias masas. Lejos de aclararles para qué las y de luchar por transformar su conciencia aburguesada, se dedica a adularlas, a prosternase ante ellas (“coger las riendas de sus problemas”, “de sus preocupaciones”, “de sus aspiraciones”, “de las luchas por sus reivindicaciones”), hasta el punto de flexibilizar las condiciones de ingreso al partido, reconociendo que ha conseguido así su “ampliación considerable”.

Hasta sus pronósticos más optimistas limitan las aspiraciones de su actual política a tener ganados unas cuantas decenas de miles de votantes y unos pocos miles de activistas, es decir, una exigua proporción del proletariado belga. Éstas no son las dimensiones de esa categoría de masas a la que se dirige una política como la del PTB, las cuales se contarían por cientos de miles, como poco, incluso en un país pequeño como Bélgica. La simple vertiente cuantitativa de su ambición política delata que lo pendiente de conquistar es el sector de vanguardia de la clase obrera, lo cual implica unas contradicciones y unos métodos para diferentes de las que aborda el partido belga. La presión de sus bases les obliga a reconocer tímidamente la evidencia, aunque sin atreverse a extraer las conclusiones oportunas: “…no negamos las dificultades que encuentra el partido para hacer pasar su mensaje entre amplias capas de la población”. De ahí la benevolencia y hasta el optimismo “modesto” con el que están valorando sus resultados en los últimos comicios al Parlamento Europeo.

Al aplicar una política más propia de la que corresponde a las grandes masas, sus dirigentes no sólo no pueden ganar al conjunto de la vanguardia para la causa del comunismo (y, desde este resultado, a las grandes masas), sino que colaboran involuntariamente con la burguesía en mantener la conciencia de dicha vanguardia a un nivel muy pobre. En este sentido, es acertada la acusación de sectarismo supuestamente formulada contrala línea del PTB por Nadine Rosa-Rosso: una ideología inconsecuentemente marxista no puede producir una política que satisfaga a las masas (porque las eduque y les aclare el camino de su emancipación), y entonces la organización del destacamento de vanguardia de la clase, lejos de convertirse en su partido, se transforma en una secta a la que mirar con recelo.

No es que los dirigentes belgas haya cometido un error de cálculo, que se hayan precipitado en dar por resuelta la primera etapa de desarrollo del movimiento proletario revolucionario, la de la Reconstitución del Partido Comunista. En realidad, como ya constatamos en Sobre el debate …, nunca han reconocido la necesidad de esa etapa previa a la existencia del Partido propiamente dicho y siempre han actuado como si estuviesen en condiciones de madurez suficiente para transformar a las masas en fuerza revolucionaria. Ya la ICM-LB en los años 70, les recordaba –aunque ella misma no fuese consecuente con ello-cómo Lenin contemplaba el desarrollo del partido por etapas con tareas esencialmente diferentes.

Ya en los años 1901 y 1902, escribía sobre la existencia de diversos períodos de maduración en la historia de la socialdemocracia rusa:

“El primer período comprender cerca de un decenio, de 1884 a 1894, aproximadamente. Fue el período en que brotaron y se afianzaron la teoría y el programa de la socialdemocracia. El número de adeptos de la nueva tendencia en Rusia se contaba por unidades. La socialdemocracia existía sin movimiento obrero, atravesando, como partido político, por el proceso de desarrollo intrauterino.

El segundo período comprende tres o cuatro años, de 1894 a 1898. La socialdemocracia aparece como un movimiento social, como impulso de las masas populares, como partido político. Fue el período de la niñez y de la adolescencia. (…)”[4].

En 1920, la experiencia adquirida por el Partido Bolchevique le permitía a Lenin generalizar la necesidad de pasar por dos etapas distintas, incluso contrapuestas en cuanto a sus tareas, en el desarrollo del partido revolucionario del proletariado:

“Se ha hecho ya lo principal –claro que no todo, ni mucho menos, pero sí lo principal- para ganar a la vanguardia de la clase obrera, para ponerla al lado del Poder soviético contra el parlamentarismo, al lado de la dictadura del proletariado contra la democracia burguesa. Ahora hay que concentrar todas las fuerzas y toda la atención en el paso siguiente , que parece ser –y, desde cierto punto de vista, lo es en efecto- menos fundamental pero que, en cambio, está prácticamente más cerca de la solución efectiva del problema, a saber: buscar las formas de pasar a la revolución proletaria o de abordarla .

La vanguardia proletaria está conquistada ideológicamente. Esto es lo principal. Sin ello es imposible dar ni siquiera el primer paso hacia el triunfo. Pero de esto al triunfo dista todavía un buen trecho. Con la vanguardia sola es imposible triunfar. (…)

Si la primera tarea histórica (ganar para el Poder soviético y para la dictadura de la clase obrera a la vanguardia consciente del proletariado) no podía ser resuelta sin una victoria ideológica y política completa sobre el oportunismo y el socialchovinismo, la segunda tarea, que resulta ahora inmediata y que consiste en saber llevar a las masas , a esa nueva posición capaz de asegurar el triunfo de la vanguardia en la revolución, no puede ser resuelta sin liquidar el doctrinarismo de izquierda, sin enmendar por completo sus errores, sin desembarazarse de ellos.

Mientras se trate (y en la medida en que se trata aún ahora) de ganar para el comunismo a la vanguardia del proletariado, la propaganda debe ocupar el primer término; incluso los círculos, con todas sus debilidades, son útiles en este caso y dan resultados fecundos. Pero cuando se trata de la acción práctica de las masas, de dislocar – si es permitido expresarse así- a ejércitos de millones de hombres, de disponer todas las fuerzas de clase de una sociedad dada para la lucha final y decisiva , no conseguiréis nada sólo con los hábitos del propagandista, con la repetición escueta de las verdades del comunismo ‘puro'. Y es que en este caso no se cuenta por miles, como hace en esencia el propagandista, miembro de un grupo reducido y que no dirige todavía masas, sino por millones y decenas de millones. (…)”[5].

El miedo a la lucha ideológica

Es verdad que en aquellos años, podía parecer que la vanguardia seguía ganada para la ideología comunista, mientras hoy es evidente lo contrario. Pero no es eso lo que ha confundido a los dirigentes del PTB, puesto que nunca han querido tener en consideración esta conclusión científica del leninismo. ¿Por qué? Para ellos, un análisis así es demasiado abstracto y derivar la práctica de lo abstracto es poco propio de un materialista [6], sobre todo cuando el movimiento proletario revolucionario de la primera etapa solamente puede existir gracias a la acción consciente de la vanguardia marxista-leninista y consiste precisamente en el movimiento de la vanguardia hacia el marxismo-leninismo . El único acto consciente que se les antoja legítimo como catalizador del movimiento obrero es la unidad de los comunistas, la unión de voluntades individuales en una organización a la que llaman partido[7] (según el modelo de la cosmovisión burguesa expuesto por Rousseau en El Contrato Social ). Aparte de esto, solamente “es deseable la lucha que es posible y es posible la lucha que se libra en un momento dado”[8], no puede haber más movimiento obrero que el de resistencia (“el movimiento lo es todo, el fin no es nada”, decía Bernstein), no hay táctica-plan sino táctica-proceso, etc.

En definitiva, menospreciar el pensamiento abstracto y radical, la crítica radical, la actividad teórica que trascienda los estrechos límites del concepto burgués de ciencia y la dialéctica objeto-sujeto del principio marxista de la praxis revolucionaria [9]. Esto se parece peligrosamente al revisionismo en lo político y al positivismo neo-kantiano en lo filosófico que practicaban los economistas y mencheviques y que Lenin hubo de combatir.

Pero los dirigentes del PTB llevan el error todavía más lejos con su exaltación unilateral del fenómeno, del dato, del experimento y del resultado material inmediato. Posiblemente sin ser conscientes de ello, se dejan así arrastrar por el empirismo, el pragmatismo, el posmodernismo y otras concepciones que relativizan el papel revolucionario de la verdad y que cuestionan la posibilidad de su obtención también por medio de la dialéctica racional. Les satisface proclamarse marxistas pero el espíritu reaccionario de estos tiempos consigue alejarlos cada vez más del punto de partida racionalista del marxismo. Buscan resolver la impotencia actual del Movimiento Comunista Internacional insistiendo en la práctica de masas tradicional, quizás con la esperanza de que algún misterioso mecanismo vuelva la suerte a nuestro favor. Están convencidos, con la seguridad de un prejuicio, de que no hay solución teórica [10]. Si sólo quisiesen pararse a reflexionar sobre la famosa sentencia de Lenin: “La doctrina de Marx es todopoderosa porque es exacta”[11], tendrían que preguntarse: ¿Será una exageración del líder bolchevique o lo tenemos por marxismo no lo es (al menos íntegra y consecuentemente)?

Aunque la situación objetiva se pudre de lo madura que está, y nuestro movimiento es incapaz de avanzar hacia la revolución, por ahora, ellos tienen miedo a cuestionarse a sí mismos, a practicar la verdadera autocrítica. Prefieren aferrarse a las viejas recetas fracasadas, esperando que sea la realidad la que se reconcilie con ellas. Excluyen a quienes las ponemos en tela de juicio y ponen toda clase de cortapisas a la crítica y al debate abiertos –siempre en nombre de la democracia, de la unidad, de la seguridad- pese a que resulta el único método capaz de estimular a más y más sectores de vanguardia para que busquen la solución revolucionaria y para empezar a construir un movimiento comunista de masas. Así es como reaccionan ante la lucha de dos líneas, en el caso de la supuesta fracción de Nadine Rosa-Rosso:

“… en una primera fase, queríamos, de conformidad con los principios democráticos de nuestro partido, primero discutir de ello en el mismo seno de nuestra organización. (…) estimamos que todas las discusiones reproducidas hasta aquí podrían haberse hecho fácilmente en el interior mismo de nuestro partido. Para un comunista, la unidad del partido revolucionario se ha de preservar como la niña de sus ojos. Incluso cuando uno está en minoría con su punto de vista, uno se queda en el partido para defenderlo. No aplicar este principio, reproducido en nuestros estatutos bajo el principio de centralismo democrático, equivaldría a permitir el fraccionamiento del movimiento revolucionario por la más mínima divergencia”. (…) sabemos que desplegar este tipo de debate en público no puede más que beneficiar a los detractores del partido en particular y del movimiento obrero en general. (…) sabemos que los servicios policiales están particularmente hambrientos de debates ‘abiertos' en el seno de los partidos revolucionarios. Debates abiertos que, generalmente, se convierten en excelentes palancas para organizar escisiones y, por tanto, debilitan al movimiento”.

Lo que sí sabemos es que la opinión de Lenin era sensiblemente diferente, que para él era mucho más importante la educación que proporcionaba a la clase el debate ideológico y político abierto entre las tendencias del partido obrero que la mezquina utilización que de él pudiera hacer la reacción. Vemos algunas de sus muchas manifestaciones en este sentido:

“Si bajo el nombre de ‘unidad' no queremos ofrecer a la clase obrera una mezcolanza amorfa de elementos absolutamente dispares, si queremos una efectiva unidad en el trabajo, el primer paso obligatorio en esta dirección debe ser la aclaración exacta de los ‘puntos de discrepancia' mediante un ‘intercambio general de opiniones' y entonces resultará claro si se puede hablar de pasos prácticos hacia la unión”[12].

“Es imprescindible una polémica franca ante todos los socialdemócratas rusos y ante todos los obreros conscientes, para esclarecer a fondo las divergencias existentes, para discutir los problemas en litigio en todos sus aspectos, …”[13].

“Y ahora, dos palabras dirigidas a los adversarios de la socialdemocracia. Éstos gesticulan y se regocijan ante nuestras disensiones; procurarán, como es natural, extraer para sus fines algunos pasajes sueltos de mi folleto, en los que se habla de las fallas y deficiencias de nuestro partido. Los socialdemócratas rusos se hallan ya lo bastante fogueados y curtidos en el combate para no desconcertarse por estos alfilerazos y llevar adelante, a pesar de ellos, su labor de autocrítica y de denuncia implacable de sus propios defectos, que el crecimiento del movimiento obrero, indefectiblemente e inevitablemente, se encargará de superar”[14].

“Para los bolcheviques de Rusia constituyó una felicidad singular el hecho de que dispusieran de 15 años para luchar de modo sistemático y hasta el fin tanto contra los mencheviques (es decir, los oportunistas y los ‘centristas') como contra los ‘izquierdistas' con mucha antelación a la lucha directa de las masas por la dictadura del proletariado. Esta misma labor debe hacerse ahora en Europa y América ‘a marchas forzadas'”[15].

Una propuesta de solución

Hasta ahora, habíamos criticado la línea del PTB, que es también la dominante en el SCI, como “la deviación de derecha en el seno del MCI”. Ahora que añaden la prohibición de criticar y debatir sobre los problemas específicos del movimiento comunista, dan un paso decisivo hacia el oportunismo y el revisionismo. Éstos se descubren ante todo por su oposición a la práctica revolucionaria que corresponde a cada momento. En los actuales tiempos de crisis del comunismo –aprisionado entre el revisionismo y el dogmatismo-, esta práctica o, al menos, su eslabón principal es la lucha de dos líneas . Es por lo tanto la actitud hacia ella lo que delimita el marxismo-leninismo del oportunismo.

No obstante, en primer lugar, somos conscientes de que, al lado de esto, el PTB desempeña –aunque menos que antes- algún papel positivo para los jóvenes destacamentos que se desgajan de los viejos partidos “comunistas” en descomposición y que, además, muchos de sus errores son comunes a la mayoría del Movimiento Comunista Internacional actual. Por eso, hay que considerar todavía al PTB como integrante del MCI y ayudarle a emprender el camino de la rectificación. En segundo lugar, no se trata de un partido homogéneo en cuanto a la apreciación de la gravedad del estancamiento que sufre el movimiento revolucionario y en cuanto a la actitud hacia la crítica y el debate como vía para salir de tal estado. Hay una sensibilidad diferente en la dirección y, al menos, una parte de la militancia de base, como se ha puesto de manifiesto con motivo de nuestra exclusión y de su actual crisis interna. La Carta del 28 de abril tiene que constatar, aunque lo haga sólo para arremeter contra Nadine Rosa-Rosso, que “… algunos camaradas también advertían contra el peligro de convertirse en un partido puramente ‘electoralista' dejando de lado el carácter revolucionario de nuestra organización”. Por último, con esto no queremos decir que los dirigentes del PTB no puedan corregir sus actuales posiciones oportunistas. Por supuesto que siempre es posible hacerlo, y con mayor razón aun enel momento político actual.

En efecto, la valoración de una determinada línea política no es algo absoluto sino que depende de la situación que atraviesa la lucha de clases. Como hemos explicado en este texto y en los otros mencionados ut supra , las posiciones políticas de la dirección del PTB son claramente oportunistas en relación con la teoría marxista-leninista que ha servido de base para la experiencia revolucionaria del siglo XX y que ha crecido con ella. Pero no es menos cierto que esta teoría ha entrado en crisis: no pudo evitar la restauración del capitalismo en los países que habían iniciado la transición socialista y se muestra incapaz de reanimar al movimiento proletario revolucionario desde hace decenas de años (ha dejado de ser referencia para una proporción cada vez mayor del sector de vanguardia que impulsa el movimiento de resistencia). Este hecho puede ser considerado como un atenuante para quienes hoy no encuentran más salida que el terrorismo individual o el posibilismo reformista, para quienes en definitiva se enfangan en el revisionismo. No obstante, lo justo sigue siendo perseverar en la vía del marxismo-leninismo, pero no desde una visión dogmática del mismo sino desde la comprensión de la necesidad de su cabal reconstitución. ¿Qué significa esto?

El punto de partida, sobre el que siempre hemos insistido, es el análisis de las contradicciones de la práctica revolucionaria desplegada históricamente por el proletariado y de la teoría que la guió (y justificó), en relación con la concepción del mundo original del marxismo; el descubrimiento de sus incoherencias y falsedades que explican el resultado final. No con el absurdo propósito de enmendar, condenar o ensalzar el pasado, sino para construir la superior base ideológica que relance la Revolución Proletaria Mundial ahora quela antigua ya está manifiestamente agotada. Valga la siguiente reflexión como anticipo del contenido del asunto principal a resolver.

Existen poderosos indicios de que, al lado de la teoría materialista dialéctica de la praxis y del salto cualitativo que supuso su plasmación en la noción leninista del Partido de Nuevo Tipo , El movimiento socialista se replegó, ya desde el siglo XIX, hacia el viejo materialismo o, al menos, hizo importantes concesiones al cientificismo burgués, al positivismo, que explicarían la persistencia de tendencias opuestas a la cosmovisión marxista en nuestro movimiento: la “inevitabilidad” objetiva del socialismo, el economicismo o “teoría de las fuerzas productivas”, el seguidismo del movimiento de resistencia, la concepción anti-dialéctica de las relaciones entre el partido comunista, la clase obrera, la vanguardia y las masas, etc., etc.

Por eso, no basta hoy la crítica (negación) de las posiciones oportunistas actuales sobre la base del marxismo del Ciclo de Octubre, sino que es preciso criticar también a éste e incorporar a la síntesis superadora la respuesta a las causas necesarias de este oportunismo (negación de la negación). Reconstituir la ideología comunista es superar las premisas de aquel Primer Ciclo revolucionario y conquistar un punto de partida nuevo y cualitativamente superior que impulse la reanudación de la Revolución Proletaria Mundial.

La perspectiva estratégica que adopta la Nueva Orientación propuesta al Movimiento Comunista Internacional por el PCR ofrece posibilidades ciertas para que muchos oportunistas honrados –según el calificativo que les diera Engels- recuperen la confianza en la revolución y vuelvan a servirla. Esto es lo que esperamos que ocurra dentro del PTB. Pero sabemos que no será posible sin una dura y larga lucha.

Una ilustración clara y concreta de todo ello es el planteamiento de la dirección del PTB como promotora del SCI: “Existe hoy la posibilidad de superar estas divisiones y de unir a los partidos marxistas-leninistas divididos en diferentes corrientes”. El oportunismo aquí está en que la unidad se pretende exclusivamente sobre la base del apoyo al movimiento de resistencia, puesto que el requisito ideológico es puramente formal (autoproclamarse marxista-leninista y adherirse a unas cuantas posiciones políticas parciales más o menos aceptadas por el conjunto del movimiento). Se trata pues de una unidad ecléctica, sin principios, amorfa, de la que no puede salir una fuerza dirigente para el proletariado internacional. La discusión de las discrepancias y, por lo tanto, el verdadero balance de toda la experiencia revolucionaria anterior queda aplazado sine die para atender las necesidades inmediatas del movimiento de resistencia, para ir detrás de él. Sin embargo, hay que reconocer que lo contrario, es decir, el tratamiento abierto de las divergencias, rompería la apariencia de unidad del SCI, siempre que los partidos miembros nos empeñemos en mantener nuestras posiciones. Y aquí, no nos referimos a las posiciones que nos separan, sino paradójicamente a las que nos unen, a las premisas ideológicas del Ciclo revolucionario de Octubre . Desde ellas, no hay solución, pero sí la hay desde su crítica. Por eso, la dirección del PTB tiene razón al afirmar que existe la posibilidad de volver a unir al Movimiento Comunista Internacional, pero no en la manera oportunista en que la aborda, sino en el sentido de que la negación de la negación es posible, en el sentido de que un Nuevo Movimiento Comunista Internacional es posible, mediante la reconstitución del actual y de la propia ideología marxista-leninista.

Para evitar malentendidos desde el principio mismo de nuestra controversia, consignaremos la evidencia de que no proponemos a los distintos destacamentos del MCI una táctica idéntica a la que seguimos nosotros, puesto que somos plenamente conscientes del diferente grado de madurez, experiencia, cultura,… de cada uno. No es el PCR del Estado español el que puede resolver la concreción de esta Nueva Orientación en cada caso: por ejemplo, el PTB ha conquistado una cierta influencia sobre los movimientos de resistencia y sólo los camaradas belgas pueden determinar qué han de conservar y a qué han de renunciar de esas posiciones para sumarse efectivamente al común esfuerzo por la reconstitución ideológica y para reconstituirse como partido comunista. Lo que defendemos es el aspecto general, universal, de la Nueva Orientación.

Para concluir:

•  Proponemos a la dirección del PTB el desarrollo de la lucha de dos líneas entre nuestras dos organizaciones y con el resto del Movimiento Comunista Internacional, tanto en reuniones bilaterales como abiertamente, a través de nuestras publicaciones, empezando por dar cumplida respuesta por escrito a las críticas que le hemos dirigido. 2) En cuanto al SCI, pedimos que se vuelva a reconocer nuestro derecho a participar en él (particularmente para su próxima edición cuyo título evoca el verdadero problema principal de nuestro movimiento) y que se transforme progresivamente en un foro de debate de las organizaciones marxistas-leninistas sobre los problemas fundamentales de la revolución, a los que deben quedar subordinados los de la resistencia. Mientras tal cosa no ocurra, el PTB será libre de convocar a quien quiera y de excluirnos, pero también lo seremos nosotros de denunciar el fraude consistente en organizar un Seminario Comunista en el que se escamotea el debate sobre la perspectiva comunista y sus requisitos actuales.

Nuestra lucha de dos líneas por la Reconstitución ideológica y política del Comunismo no va a cesar, hasta que la concepción del mundo marxista-leninista vuelva a conquistar la hegemonía entre la vanguardia teórica del proletariado internacional. Por ahora, sólo tenemos una cosa que ofrecer: un puesto de combate por el Comunismo. Pero, esto es lo único que necesitamos los obreros revolucionarios consecuentes para volver a emprender el escarpado camino hacia la emancipación de la humanidad.

 

 

 

¡Viva la lucha de dos líneas por la Reconstitución ideológica del Comunismo!

¡Viva la concepción del mundo marxista-leninista!

¡Por la Reconstitución de Partidos Comunistas en el mundo!

¡Abramos un Nuevo Ciclo de la Revolución Proletaria Mundial!

 

 

El Comité Central del PCR

Estado español, junio de 2004.

NOTAS:

[1] La Consigna de los Estados Unidos de Europa (1915). Lenin

[2] Crítica del Programa de Gotha (1875). Marx

[3] ¿Qué hacer? (1901). Lenin

[4] Ibídem

[5] La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo (1920). Lenin

[6] “T.P.T. [Todo el Poder para los Trabajadores, uno de los grupos que formaría la UC(M-L)B] nos reprocha: ‘En lo que concierne a la lucha ideológica –y es la carencia más importante- AMADA rechaza una ‘lucha ideológica sobre los principios abstractos de la construcción del Partido'. ¡Como si existieran principios concretos!... Son los oportunistas quienes hablan así… La tarea central de los marxistas-leninistas en la actualidad consiste precisamente en llegar a una unidad ideológica sobre la concepción del Partido'.

Nosotros [AMADA, que pasaría a ser el PTB]Respondemos que se puede perfectamente tratar de una manera abstracta,, formalista e intelectualista sobre ‘principios' del marxismo-leninismo. No estamos dispuestos a emprender una discusión –con vistas a la unidad- sobre la ‘concepción ideológica del Partido' o sobre los ‘principios de la construcción del Partido'''. ( Critique d´ AMADA sur le ‘Projet d´ unité des marxistes-léninistes´ de T.P.T., en el Bulletin Marxiste-Léniniste nº 3, pág.87)

Por lo demás, resulta sintomática la falta de dedicación de las publicaciones del PTB a la dimensión filosófica de los problemas del movimiento comunista.

[7] En un artículo de respuesta a la Plataforma de Nadine Rosa-Rosso, titulado Después de la aventura de Resist, ¿qué vía para el PTB? (Solidaire nº 20, de 19 de mayo de 2004, págs. 14 y 15), dos dirigentes de este partido plantean: “La historia lo prueba: no puede haber lucha consecuente contra el capitalismo sin que la clase obrera consciente sea la locomotora. Sin Embargo, esta conciencia no nace solamente de la experiencia. Necesita el aporte del socialismo científico. Mientras que, sin la organización revolucionaria, esta dirección no puede ejercerse. Ésta es la razón de ser del partido comunista, del PTB” Lo que no empieza mal (aunque parezca igualaren importancia a la experiencia del movimiento obrero en sí y al socialismo científico) y abre el camino para tratar el problema que subjetivo, el de la conciencia, que es el verdadero problema que obstaculiza el avance, se trunca de repente para saltar al de la organización y terminar con la identificación axiomática del partido comunista con el PTB. Y esto último, a pesar del fracaso de su apuesta por las masas y a pesar de lo que entendía Lenin por partido comunista: “… no merecerá este nombre mientras no sepa ligar a los líderes con la clase y las masas en un todo único e indisoluble”. ( La enfermedad infantil …)

[8] ¿Qué hacer?. Lenin

[9] Tesis sobre Feuerbach (1845). Marx

[10] “Años de preparación de la revolución (1903-1905). Presagios de gran tormenta por doquier, fermentación y preparativos en todas las clases. En el extranjero, la prensa de la emigración plantea teóricamente todas las cuestiones esenciales de la revolución. Con una lucha encarnizada de concepciones programáticas y tácticas, los representantes de las tres clases fundamentales, de las tres corrientes políticas principales –la liberal-burguesa, la democrático-pequeñoburguesa (encubierta con las etiquetas de las tendencias ‘socialdemócrata' y ‘socialrevolucionaria') y la proletaria revolucionaria- anuncian y preparan la futura lucha de clases abierta. Todas las cuestiones que motivaron la lucha armada de las masas en 1905-1907 y en 1917-1920 pueden (y deben) verse, en forma embrionaria, en la prensa de aquélla época. (…) las clases se forjan un arma ideológica y política adecuada para las batallas futuras”. ( La enfermedad infantil …)

[11] Las tres fuentes y las tres partes integrantes del marxismo (1913)

[12] Una vez más sobre el Buró Socialista Internacional (1913-14). Lenin

[13] Proyecto de declaración de Iskra y Zaria (1900). Lenin

[14] Prólogo de Mayo de 1904 a Un paso adelante, dos pasos atrás . Lenin

[15] La enfermedad infantil … Lenin