¿Terrorismo o guerra revolucionaria de masas?

 

La historia de nuestra polémica con el autodenominado Partido Comunista de España (reconstituido) se remonta a 1996, cuando, en el número 12 de La Forja , criticamos su estrategia, junto con la de otras organizaciones de nuestro país que se proclaman marxistas-leninistas. Estos camaradas nos respondieron en el primer número de su revista Antorcha y nosotros ejercimos la contrarréplica en 1999, en el número 18 de nuestro Órgano Central, al inicio de un Editorial que dedicamos a esclarecer los principios básicos de la táctica revolucionaria del proletariado y a criticar la de otros grupos, particularmente el PCE(r). Al paso de esta exposición nuestra, salió un artículo del número 6 de Antorcha , fechado en septiembre de 1999, titulado "La Forja vuelve a la carga" y suscrito por V. Ferrer.

En todo momento, nosotros hemos procurado tratar nuestras contradicciones con el PCE(r) como contradicciones entre camaradas, dentro del campo revolucionario, criticando como desviaciones [1] , como algo que es posible corregir (a pesar de los años que llevan insistiendo en ellos), sus puntos de vista que nos parecen erróneos. En cambio, estos camaradas sentencian que nuestra controversia es antagónica y nos sitúan claramente en el campo del enemigo, tergiversando descaradamente nuestras posiciones. Veamos algunas expresiones del último artículo mencionado:

“... no me siento capaz de desenredar el embrollo "teórico" que estos señores han montado en su editorial" (pág. 21)" ... si se pretende reconstruir un partido para competir en la carrera institucional, como persigue La Forja ... La Forja busca ganar el apoyo de una supuesta vanguardia de electores para codearse con los partidos de la burguesía" (pág. 22); " ... se han quedado fosilizados mirando con nostalgia al partido carrillista que quieren poner de nuevo en pie (cuando Carrillo aún utilizaba la fraseología marxista) ... se atrevan a perdonamos nuestras locuras y nos inviten a unirnos a su tartana." (pág. 23); nuestro editorial es, para ellos, "su tocho" (pág. 25); "métodos marrulleros... propósito demagógico y embrollador" (pág. 29); "fariseísmo... cantamañanas... La valentía y el espíritu autocrítico no va, desde luego, con estos críticos; quizás porque, verdaderamente, carecen de trayectoria" (pág. 32); "con mirarse el ombligo y tratar de dar lecciones con ese ridículo aire de suficiencia a que ya nos tienen acostumbrados hacen bastante" (pág.33).

Acerca de la propuesta que les hacíamos para rectificar su desviación terrorista de la manera más conveniente para el proletariado y más honrosa para ellos, afirman que es la misma que la del Estado y es propia de

..... un revisionista de tomo y lomo, ya que, en el fondo, entre los agentes desembozados de la burguesía y sus agentes encubiertos no existe ninguna diferencia. De ahí esa coincidencia ."

Nuestra defensa de los principios tácticos marxistas-leninistas con respecto a las instituciones burguesas nos sitúa, para ellos, entre esos

.....banqueros, parlamentarios, milicos, periodistas adheridos a los fondos de reptiles, líderes de los sindicatos amarillos, picolos, torturadores…, y esa gentecilla que revolotea, como las moscas alrededor del festín, mendigando unas migajas. Para eso, naturalmente, tienen que hacer algunos méritos, tal como los está haciendo La Forja ". (pág. 34); "¡Pobres cretinos! Como todos los revisionistas que en el mundo han sido, estos apologetas de la democracia burguesa no se proponen otra cosa que seguir el camino trillado de sus predecesores, y por eso predican el legalismo y el reformismo. No conciben otra forma de lucha y de organización más que las que están permitidas y reglamentadas, y se disponen, claro está, no a organizar la insurrección, sino a sabotearla. Su desgracia consiste en que han llegado tarde a la cita de la historia ya no van a tener las mismas posibilidades que tuvo Carrillo y su banda de medrar a la sombra del poder de la gran burguesía con iguales o muy parecidos «argumentos»". (pag.36).

¿Cómo ven nuestra propaganda a favor de los principios tácticos marxistas-leninistas en materia sindical?:

"No tiene nada de extraño que... [ La Forja ] llame a la clase obrera a tapar las vías de agua abiertas en CCOO y UGT y se dedique a echar una mano al Estado para mantenerlas a flote. Se ponen así la zaga del movimiento sindical y pretenden arrastrarlo hacia atrás, a las aguas cenagosas del pantano en el que ellos se encuentran." (pág. 39)

A la vista de tan brutales calumnias, la primera pregunta que le viene a uno a la mente es: ¿merece la pena seguir discutiendo con el PCE(r) sobre argumentos políticos? La respuesta no puede ser otra que sí, ya que esta discusión -si no les aprovecha a ellos [2] - sí que ayudará al conjunto de la vanguardia proletaria a asumir los principios comunistas y a formular la estrategia y la táctica de la revolución. En este sentido, resultan interesantes algunos argumentos más serios y constructivos con que nos responde el camarada V. Ferrer. ¿Por qué, entonces, hemos tardado tanto tiempo (más de dos años) en contestar? La explicación se encuentra en el plan que seguimos para reconstituir el Partido Comunista, según el cual la tarea a la que nos estamos consagrando hasta hoy y durante algún tiempo más es la de estudiar la teoría científica del marxismo-leninismo, tanto en sus fuentes clásicas como a través de la experiencia revolucionaria posterior que la enriqueció. Así es como nuestra crítica al PCE(r), entre otros, servía sobre todo como ilustración de una exposición sistemática de los fundamentos de nuestra doctrina en el campo de la estrategia y de la táctica. Para nosotros, hoy por hoy, el estudio y la investigación son lo principal, mientras que resulta secundaria la propaganda de sus resultados, incluyendo la lucha de dos líneas en el seno de movimiento comunista actual. Pues bien, la resolución de ciertas contradicciones en el desarrollo de nuestra labor de investigación -que, repetimos, es la principal actualmente- nos ha obligado a retrasar nuestra respuesta.

Entretanto, dos acontecimientos importantes han sacudido las filas del PCE(r): uno, positivo, ha sido el surgimiento de una fracción en su interior que ha publicado un análisis que corrige sustancialmente las desviaciones de esta organización (publicamos a continuación su plataforma con algunos comentarios); el otro, negativo, fue la detención, hace pocos meses, por la policía francesa de algunos dirigentes de este partido. Nuestra posición con respecto a quienes practican o impulsan el terrorismo individual es clara: criticamos su actividad porque perjudican con ella el desarrollo del movimiento revolucionario de masas, pero jamás nos uniremos a los reaccionarios para combatirlos porque, pese a su error y el daño que causa, están en el campo revolucionario; nuestro objetivo no es reconciliarnos con la clase capitalista, sino rechazar al terror individual para facilitar y acelerar el desencadenamiento de un terror aplicado por las grandes masas del proletariado y el pueblo a fin de derrocar la dominación burguesa y abrir la vía de la revolución socialista. La detención de estos camaradas, aun habiendo sido facilitada por su actividad errónea que los separa de las masas, es parte de la ofensiva capitalista contra los trabajadores y su movimiento de resistencia, y todos los proletarios conscientes debemos condenarla y exigir la inmediata puesta en libertad de aquéllos.

Al mismo tiempo, no podemos caer en el sentimentalismo de contemporizar con los errores de la dirección del PCE(r) porque hayan sufrido un "accidente de trabajo", valga la expresión de J. C. Mariátegui. Entre otras cosas, debido a que errores de este tipo no son exclusivos de ellos y vuelven a brotar de cuando en cuando en el movimiento revolucionario. Los intereses supremos del proletariado exigen que prosiga la lucha por desbrozar el camino del comunismo.

Para que el lector pueda recordar de una forma muy concentrada nuestras discrepancias con el PCE(r), afirmamos que la línea política de esta organización viene aquejada de una desviación pequeñoburguesa, que se constata tanto en su estrategia como en su táctica.

En cuanto a la estrategia , su actividad no se subordina al objetivo inmediato del derrocamiento del capitalismo, de la revolución socialista y de la dictadura del proletariado, sino que lucubran sobre la necesidad de un objetivo previo para atraer a las masas populares pequeñoburguesas; con ello muestran su falta de confianza en la fuerza y en los fines de la clase obrera, así como su prosternación ante la "capacidad política" de esa pequeña burguesía que lleva décadas monopolizando y anestesiando a la izquierda; esa fase previa a la revolución socialista la justifican por la necesidad de derrocar primero el régimen fascista imperante (aunque luego se contradigan cuando, para zafarse de la correspondiente acusación de reformismo [3] , alegan que el fascismo es la forma madura de la superestructura política del Estado burgués en la época del imperialismo; siendo así, pierde todo sentido esa fase previa que ya sólo subsiste por puro servilismo ante la pequeñaburguesía).

En cuanto a la táctica , las formas de organización y de lucha que propugnan los dirigentes del PCE(r) coinciden con las clásicas de la pequeña burguesía radicalizada: en ésta, es el afán de contener y de manipular a las masas del proletariado y, en estos camaradas, es la convicción de que resulta imposible "bajo el fascismo" educar de manera revolucionaria a nuestra clase por medio de la propaganda y la acción política independiente; pero el resultado común es la tendencia la política y a la organización sectarias, en particular, al terrorismo individual, en lugar de la lucha por la preparación revolucionaria de las masas obreras y populares en el vasto campo de la lucha de clases, en las más diversas expresiones políticas y organizativas en que aquéllas desenvuelven realmente esta lucha.

Por lo tanto, el PCE(r) desconfía del potencial revolucionario de las masas proletarias y exagera la capacidad de la reacción para sustraerlas de la influencia de los comunistas, y eso le conduce a errar en el principal cometido de los revolucionarios aquí y ahora: reconstituir el Partido Comunista , entendido como la forma superior de organización del propio movimiento proletario. El PCE(r) insiste, como todavía lo hacen los demás grupos comunistas, en que el partido debe crearse a base de tareas principalmente internas de la organización "iniciadora" y que sólo luego puede generar o reconducir el movimiento proletario. No concibe, como nosotros, el proceso de reconstitución del Partido Comunista como la primera etapa del desarrollo revolucionario del propio movimiento proletario (la emancipación de los obreros debe ser obra de los obreros mismos y no de salvadores formados al margen de su movimiento real).

Con esta crítica de la desviación pequeñoburguesa que padece esta organización no queremos decir que el PCE(r) sea enteramente un partido pequeñoburgués. Se trata de un partido obrero, formado fundamentalmente por obreros, que se orienta hacia la clase obrera y que, en muchos aspectos, propugna metas propias de nuestra clase. Es más, en muchos aspectos correctos, nos lleva una considerable ventaja fruto de su larga y tenaz experiencia en la defensa y aplicación de algunos principios marxistas-leninistas; y todos los comunistas debemos reconocérselo y asumir esos progresos. Pero lo que aquí criticamos es la parte de su línea con la que discrepamos y que, en nuestra opinión, destruye sistemáticamente la parte correcta de su trabajo político, la hace ineficaz en la práctica, aunque ellos no quieran o no puedan comprenderlo así.

Pasemos ya, sin más preámbulos. a analizar los argumentos más interesantes del artículo de V. Ferrer, por el mismo orden de su exposición .

  1- ¿Qué significa la Reconstitución del Partido Comunista?

Lo primero que aparece es la cuestión del partido. El autor se estrena con una ironía que debe parecerle inteligente:

" La Forja , para quien no lo sepa todavía, es el Órgano Centra! del Partido Comunista Revolucionario (¡un partido sin constituir!)…” (pág. 21)

Ya hemos explicado esta "paradoja" en más de una ocasión y los dirigentes del PCE(r) lo saben, pero seguramente piensan que, al hacerse los graciosos, cobran más fuerza sus opiniones. Concediéndoles el beneficio de la duda, quizás les resulte más fácil comprender el porqué de la denominación de nuestra organización si se lo explica el propio Lenin:

“...la expresión República Socialista Soviética presupone la decisión del poder soviético de realizar la transición al socialismo, y de ningún modo que el nuevo sistema económico pueda considerarse socialista. " [4] . Como resulta evidente, no toda denominación designa una realidad ya plasmada: unas veces, sólo expresa una meta, como en el caso de nuestro Partido Comunista Revolucionario, y otras veces, una falsedad, como en el del Partido Comunista de España ( reconstituido ).

Sobre este hecho que nosotros denunciamos, Antorcha se defiende como puede:

"Para ellos no constituimos el Partido porque, aseguran que, en resumidas cuentas, no hemos conseguido ganar el apoyo de la vanguardia proletaria. ¿Que entienden por vanguardia?

¿A qué tipo de partido se están refiriendo?", (págs. 21 y 22)

Aquí parece que han intuido la raíz del problema que padecen y que hemos intentado hacerles comprender, Sin embargo, lo que continúa atestigua, desgraciadamente, que siguen atrincherados en la autoafirmación, incapaces de mirar la verdad a los ojos.

"Es claro que si se pretende reconstruir un partido para competir en la carrera institucional, como persigue La Forja , el apoyo con que contamos los comunistas entre la verdadera vanguardia proletaria, no sería suficiente. Pero la cuestión se plantea de forma muy diferente cuando no se trata de integrarse en el sistema capitalista, sino de combatirlo resueltamente encabezando y organizando la lucha revolucionaria. Aquí es donde, según mi punto de vista se encuentra el meollo de este asunto, La Forja busca ganar el apoyo de una supuesta vanguardia de electores para codearse con los partidos de la burguesía, situarse a su izquierda y darles la «batalla» desde dentro de las instituciones. Nuestro Partido, por el contrario, se creó para luchar contra esas instituciones y también contra todos los que, so pretexto de «combatirlas», lo que en realidad hacen es embellecerlas y reforzarlas". (pág. 22)

la carrera institucional", "integrarse en el sistema capitalista", "ganar el apoyo de una supuesta vanguardia de electores para El "punto de vista" del autor pone de manifiesto una visión distorsionada y miope de la realidad y de la política. En primer lugar, ¿de dónde ha sacado que el PCR persiga reconstruir un partido "para competir en codearse con los partidos de la burguesía, situarse a su izquierda y darles la «batalla» desde dentro de las instituciones", "embellecerlas y reforzarlas"? Muy al contrario, el PCR siempre ha proclamado con nitidez que su objetivo estratégico es el Comunismo, el cual será alcanzado por medio de una Revolución Socialista Proletaria que empezará con el derrocamiento violento del poder burgués, con la destrucción de su aparato estatal. No obstante, es cierto que hemos reivindicado los principios marxistas-leninistas de la táctica revolucionaria, según los cuales, para lograr estos objetivos, puede ser necesario llevar la lucha revolucionaria también dentro de las instituciones burguesas. No hemos dicho que eso sea necesario en todo momento ni ahora mismo, sino hemos sostenido que no es propio de marxistas-leninistas y sí de anarquistas hacer dejación de este principio y proclamar que el trabajo de los comunistas en los parlamentos ha caducado políticamente , como hace el PCE(r) [5] .

Pero dejemos a un lado esta necia acusación contra nosotros y fijemos la atención en dos de las ideas mucho más interesantes del resto del párrafo citado. Lo que V. Ferrer llama "verdadera vanguardia proletaria" no sería suficiente para competir en la carrera institucional o para integrarse en el sistema capitalista o para codearse con los partidos de la burguesía, lo que quiere decir que no sería suficiente para "dar la batalla desde dentro de las instituciones". Pues si no es suficiente para eso, ¿para qué puede ser suficiente esta supuesta "verdadera vanguardia proletaria" que agrupa o dirige el PCE(r)? Es evidente que una vanguardia insuficiente para conducir a las masas de la clase obrera a la lucha revolucionaria también y de forma secundaria dentro de las instituciones burguesas, menos suficiente aún será para dirigirlas en los aspectos mucho más complejos y elevados de la lucha por el poder, como es la lucha armada. Una vanguardia del proletariado así ni es suficiente ni es verdadera ; significa que todavía queda mucha vanguardia que ganar para la política comunista o que queda todavía un largo trecho de "bajar" hasta la pobre realidad de los movimientos de masas actuales, que engloban a cientos de miles, a llevarles una política revolucionaria, para que promuevan de su seno unos cuantos miles de elementos de vanguardia que adopten las posiciones del comunismo y sin los cuales (gracias a sus vínculos con las grandes masas) la revolución será imposible.

Sin embargo, esa vanguardia escasa y precaria que ensalza Antorcha sí que es suficiente para una cosa que se menciona al final del párrafo: para luchar contra las instituciones burguesas y contra los cretinos parlamentarios; es suficiente para esa línea de resistencia que el PCE(r) venera como un non plus ultra ; es suficiente para quien se autoimpone los límites de la impotente pequeña burguesía. Aun reconociendo la necesidad de la resistencia, los comunistas revolucionarios no nos conformamos con tan poco y aspiramos a reconstituir un partido capaz de conducir al proletariado al poder y, valiéndose de éste, hasta la sociedad sin clases. Por eso, combatiremos sin tregua todo intento de rebajar nuestros objetivos y de desviar a la actual vanguardia ideológica de sus verdaderas tareas revolucionarias hacia un ilusorio atajo que lleva sistemáticamente a la ruptura de los vínculos con las masas proletarias, sirviendo así únicamente a la reacción capitalista.

Luego, el artículo explica cómo se creó el PCE(r) y, al referirse al contexto político de aquellos años, reproduce la siguiente frase significativa del Manifiesto-Programa de esta organización:

"El movimiento obrero y popular se había repuesto de los efectos de la derrota sufrida en 1939 y de los largos años de terror fascista abierto y, toda vez que había fracasado la política de reconciliación carrillista... comenzaba a encaminar sus pasos por la vía de la resistencia y la lucha armada”. (pág. 22)

Amén de que esa fracasada política carrillista de conciliación de clases acabó imponiéndose, aunque no sin dificultades y detractores, el problema fueron las limitaciones políticas de tales detractores: éstos nunca fueron más allá de contraponer democracia a fascismo, velando así la idéntica naturaleza clasista de ambas formas del régimen político capitalista y se enredaron en la reivindicación de una "ruptura" que no impugnaba en realidad el proyecto "democratizador" de la burguesía como clase, sino, en todo caso, la profundidad de las reformas, los ritmos y las formas de lucha para alcanzarlas (frente al reformismo-pacifismo burgués de Carrillo, el radicalismo pequeñoburgués de la "democracia popular" conquistada mediante "la resistencia y la lucha armada").

Y es que el movimiento obrero y popular no se había repuesto cabalmente de las causas de la derrota sufrida en 1939, lo que era mucho más importante que reponerse de sus efectos. La derrota de la Segunda República española fue la del último intento de reforma políticamente progresista, popular y democrática de la burguesía. Pero esta derrota no se produjo en 1939 a manos del fascismo, como pretenden a coro burgueses y pequeñoburgueses, sino antes, a partir del bienio negro y de la revolución de 1934 que revelaron que tal "república democrática" había llegado tarde, que el antagonismo entre la burguesía y el proletariado dominaba ya la escena, que la revolución proletaria se desarrollaba espontánea pero arrolladora y que el fascismo franquista no iba a ser sino la forma de la contrarrevolución burguesa. El primer y fundamental hándicap del proletariado iba a ser que su partido de vanguardia, el PCE, no comprendió esta realidad ni asumió los retos correspondientes. Pues bien, en los últimos años del franquismo, ninguno de los distintos fragmentos en los que estalló el PCE revisionista fue capaz, no ya de comprender lo sucedido en los años 30, sino incluso de propugnar directamente la revolución proletaria como salida a los .40 años de fascismo. Tampoco el PCE(r), que sólo consiguió aparentar más "radicalismo" (sin salirse del marco pequeñoburgués), enredándose con la cuestión de la continuidad del fascismo.

Prosigamos con el relato de la creación del PCE(r):

"En ese marco se creó la OMLE ~n 1968. Su objetivo principal (la reconstrucción del Partido), en torno al que giró toda la labor de agitación, propaganda y organización política, tuvo un carácter fundamentalmente interno . (...) El PCE(r) nació con unos firmes cimientos ideológicos políticos y orgánicos, ganando la confianza y el apoyo de la mayor parte de los que en aquel momento constituían la vanguardia de la clase obrera en España. No obstante, esas tareas son permanentes y. consiguientemente, se puede afirmar que desde entonces el Partido no deja de constituirse ". (pág. 22)

Esto último es absurdo, pues la constitución del Partido es un salto cualitativo en su construcción ; significa que, antes de su constitución, el Partido es precario, embrionario, inmaduro y, sólo a partir de ella, estamos ante un PC como tal, como vanguardia dirigente efectiva del proletariado. Sostener que el Partido se está constituyendo continuamente es tanto como decir que siempre existe como tal, que un círculo de comunistas ya es el Partido; es tanto como negar el significado cualitativamente diferente y nuevo del PC en relación con las demás organizaciones obreras. De ahí la inclinación a rebajar los requisitos y las tareas de la transición desde el no-Partido hasta el Partido, los requisitos y las tareas para su constitución. Es cierto que un Partido Comunista puede necesitar constituirse varias veces a lo largo de su historia (aquí luchamos por la Reconstitución del PCE), pero eso sólo tiene sentido cuando ese partido ha sido desnaturalizado o destruido, v.g.r , por el revisionismo. Una vez constituido y mientras exista como tal, ya no hace falta volver a constituirlo (lo cualitativo), sino que prosigue su construcción y desarrollo (lo cuantitativo) hasta su extinción en el Comunismo.

En cuanto al resto del párrafo citado, ya respondimos en el n° 18 de La Forja lo siguiente: "Fijémonos, por ahora, en que las dos tareas de las que Lenin hablaba -‘ganar a la vanguardia' y 'ganar a las masas'- se convierten, para estos camaradas en una tarea interna (calificativo destacado por ellos) y una tarea de 'trabajo de masas', de 'ir hacia ellas'. Una cosa es que la tarea de 'ganar a las masas' caracterice a la segunda etapa de la revolución y otra cosa es que la primera etapa consista en tareas internas , que no requieran trabajo de masas, que no exijan ir hacia ellas. Aunque se nos diga también que la OMLE [precursora del PCE(r)] estableció 'los vínculos indispensables con las masas', el problema no es éste, porque todo comunista y toda organización comunista, por muy pequeña que sea, tiene ciertos vínculos con las masas; el problema a resolver es la relación entre esa organización comunista y el conjunto de la vanguardia proletaria. Ni en los años setenta ni ahora se encuentra ésta ganada para el comunismo y encuadrada en la organización comunista. Y eso significa que la pretendida reconstitución del PCE en 1975 no fue tal. 'Ganar a la vanguardia para el comunismo' no es una tarea meramente interna de una determinada organización de vanguardia, y no se puede resolver sin 'trabajo de masas', sin 'ir hacia ellas'." [6]

Veamos ahora como despacha el camarada Ferrer esta crítica. Con respecto al problema de si la vanguardia está ganada o no, lo resuelve de un plumazo invirtiendo demagógicamente los términos. ¿A qué llama verdadera vanguardia?: a la que ya ha conquistado políticamente el PCE(r). Todo lo demás es un amasijo de oportunistas y de masas atrasadas, así que... ¡misión cumplida! ¿Qué importa que la inmensa mayoría de las manifestaciones de resistencia de los obreros estén encabezadas por individuos absolutamente ajenos al PCE(r), individuos honestos, combativos y abnegados aunque, eso sí, limitados ideológica y políticamente (lo cual aprovechan los oportunistas para recuperarlos o derrotarlos)? El Partido Comunista es la vanguardia efectivamente dirigente del proletariado y no basta que lo sea potencialmente, que "prometa", pues ya se sabe que el camino del infierno está empedrado de buenas intenciones.

Con respecto al carácter de las tareas necesarias para la reconstitución partidaria, quizás nuestra explicación más arriba reproducida resultara insuficiente, ya que Antorcha nos responde:

" La Forja intenta enredar la cuestión con la perogrullada de que no se puede ganar a la vanguardia sólo en base a tareas internas, sin trabajo de masas, como si alguna vez hubiéramos sostenido lo contrario. Es claro que el trabajo comunista no se puede concebir sin «ir a las masas» en ningún periodo, por eso, nosotros nunca hemos hecho de ésta una consigna especial; otra cosa se plantea a la hora de establecer el orden de las prioridades, (la tarea central) en cada momento, como se hace en el referido artículo. Así, aunque parezca increíble, de esta tontísima manera, pretende La Forja demostrar que (la reconstitución del PCE en 1975, no fue tal)." (pág. 22)

Lo que ocurre es que estos camaradas tratan de ridiculizar nuestra crítica ocultando lo más importante que se menciona en ella: "la relación entre esa organización comunista y el conjunto de la vanguardia proletaria" que debe forjarse durante el proceso de Reconstitución. Es verdad que reconocen con acierto la necesidad del trabajo de masas durante dicho proceso, pero están totalmente equivocados cuando sostienen que "la prioridad", "la tarea central", es interna . No es correcto concebir que, antes de la Reconstitución partidaria, lo principal sea lo interno y, después, lo externo , o sea, el trabajo de masas. No está aquí la diferencia cualitativa entre estas dos etapas de la revolución , pues los resultados del trabajo de masas resultarán determinantes para la culminación de ambas. La diferencia cualitativa en este punto radica en qué masas tomamos por objetivo de nuestra actividad externa . En la primera etapa, la del proceso de Reconstitución del PC, la organización comunista actúa como una vanguardia incompleta; en su desarrollo empieza siéndolo casi exclusivamente en lo ideológico para acabar convirtiéndose en vanguardia revolucionaria efectiva. Y, durante toda esta etapa, toma como masas (como su objeto de trabajo) al conjunto de la vanguardia, de lo más avanzado, del movimiento proletario de resistencia, del movimiento del proletariado como “c1ase en si” (vanguardia práctica). En la segunda etapa, la que media entre la existencia del Partido como tal y la conquista revolucionaria del poder por nuestra clase, el objeto del trabajo externo son las masas propiamente dichas (de la clase obrera y del resto del pueblo).

Por lo demás, es bastante razonable pensar que, en la etapa de la Reconstitución partidaria, ocupan un lugar destacado y básico las tareas internas de la propia organización de la vanguardia ideológica: el estudio del marxismo-leninismo, la investigación de la experiencia histórica de la revolución mundial, el análisis de la realidad actual, etc. De hecho, el PCR ha empezado, lógicamente, por ahí y continúa con esta labor preparatoria, combinada con cierto trabajo de masas, como algo subordinado. Pero considerar que el Partido Comunista es el simple resultado de esta labor meramente inicial, como sostiene el PCE(r), es abortar el proceso necesario, es sustituir a aquél por una caricatura, por un feto inviable. Es reducir el Partido a un colectivo de intelectuales revolucionarios presuntuosos que se otorgan el título de vanguardia de un movimiento obrero al que se dirigen desde fuera, sin haberse "fusionado" previamente con él, sin que éste lo haya reconocido como vanguardia, como su Partido. Ése no es el verdadero Partido Comunista, sino, en el mejor de los casos, el partido del nuevo despotismo ilustrado. A un engendro así, si prospera, sólo le quedan dos salidas para relacionarse con la clase obrera: el reformismo-sindicalismo-parlamentarismo o el terrorismo individual.

Para desviar la atención de las, carencias de su proceso reconstitutivo, V. Ferrer pasa entonces a especular y fantasear sobre los orígenes del PCR. Hace tiempo, hemos explicado que los cuadros que se unieron para organizarlo procedían de la militancia de base del revisionismo, cuya crisis a finales de los años 80 favoreció el desarrollo de las posiciones marxistas-leninistas en el movimiento comunista de entonces. Ésa es la realidad que tiene un verdadero interés político porque delata la incapacidad del PCE(r) para incidir y aprovechar esa coyuntura. Y es que este partido carecía de atractivo y de autoridad política para ese nuevo movimiento antirrevisionista, porque resultaba una alternativa frustrada, una opción lastrada por el revisionismo, aunque fuera formalmente de signo contrario al dominante.

Este hecho procura esquivarlo Antorcha vinculándonos a la historia de uno de aquellos grupos oportunistas: el Partido Comunista de los Pueblos de España (PCPE). Jamás hemos reivindicado ese engendro salido del llamado "Congreso de Unidad de los Comunista,” de 1984, auspiciado por los revisionistas soviéticos. Es más, hemos denunciado que todos los intentos de reconstituir el PCE desde los años 60 fueron incapaces de librarse por entero y de raíz del revisionismo del viejo partido. Dicho sea de paso, ¿no es acaso muy revelador que una organización que presume de clandestinidad publique datos que ellos creen ciertos, que no tienen ninguna relevancia política y que sólo podrían interesar a la policía? ¿Qué clase de línea conspirativa es la suya? ¿Qué nos aguarda en la próxima respuesta de ellos: un listado de nombres y direcciones? Pero qué les importa esa imprudencia -por elegir una expresión suave- si les sirve para desautorizar y ridiculizar a quienes se levantaron en el seno de las viejas organizaciones revisionistas para combatir por el marxismo-leninismo:

“...que todavía a principios de las años 90 estos elementos de La Forja se dedicaran a jugar dentro del PCPE a ser revolucionarios y que ahora pretendan damos lecciones, mueve a risa".

Lo que realmente da lástima es contemplar el espectáculo de esos veteranos narcisos "comunistas", que ya están de vuelta de todo, y que son incapaces de aprender de las masas y de escuchar a las nuevas generaciones de marxistas-leninistas que no se quieren unir a su "tartana" porque los muchos años transcurridos evidencian el fracaso del PCE(r).

Y para rematar esta parte:

"Por lo demás, es bien sabido que desde hace ya bastantes años, unos cuantos grupúsculos como el que forma La Forja , intentan «reconstituir el partido» sin dar un solo paso en ese sentido, ni siquiera son capaces de ponerse de acuerdo entre ellos; el motivo esencial de su fracaso no es otro sino el hecho de que el Partido está ya reconstituido y tiene un Programa y una Línea Política que se ven confirmados día a día por la práctica de la lucha de clases en nuestro país”. (pág. 23)

¡Y el proletariado entero sin enterarse! Simplemente, patético.

¿Acaso no es un paso en la dirección de reconstituir el Partido Comunista el restablecimiento de los principios marxistas-leninistas contra las tergiversaciones del revisionismo más enmascarado con fraseología de "izquierda", el del PCE(r)? Por no hablar ya de la Tesis de Reconstitución formulada por el PCR, que nuestros demoledores críticos han pasado por alto, seguramente porque no aparecen mencionados expresamente. Pero ese desconocimiento suyo no sólo les impide comprender nuestra discrepancia de principio, de método, con los otros "grupúsculos", sino que les lleva a sugerirnos tan alegremente el método de la "unidad de los comunistas" [7] , como condición previa para "dar un solo paso" hacia la Reconstitución partidaria.

 

2- El contradictorio pretexto del fascismo

"La tesis del Partido acerca del carácter o naturaleza del Estado español constituye el centro de la crítica que nos ha dirigido La Forja ; todas las cuestiones que plantean convergen en este tema central". (pág. 23)

Con el clásico método idealista de sustituir la realidad por su reflejo, es cómo Antorcha empieza a defender su táctica. Lo cierto es que las cosas son exactamente al revés. Es el PCE(r) quien busca justificar su estrategia reformista y su táctica de terrorismo individual insistiendo en la naturaleza fascista del Estado actual. Y nosotros hemos tenido que penetrar en las relaciones causa-efecto que tejen para desmontar su línea errónea. Sin embargo, creemos que en esta manera de plantear el problema hay algo más que deshonestidad: hay un motivo poderoso del que estos camaradas no son plenamente conscientes.

Y es que, efectivamente, para ellos, el fascismo no es un hecho a priori del que se deriva una determinada táctica, sino una "justificación" para la concepción dogmática (anticientífica) que les anima, En realidad, parten de una enfoque subjetivista (falso) según el cual la revolución puede adelantarse, rebajando el objetivo (la dictadura del proletariado y el socialismo) para ganar el apoyo de la pequeña burguesía políticamente activa (dirigente hegemónico de la izquierda radical) y valiéndose del terrorismo de una pequeña vanguardia que "fuerce" la descomposición del orden reaccionario y estimule el desarrollo revolucionario de las masas. Luego, con el correr de los años, es posible que la falta de apoyo de las masas a esta línea les haya hecho perder la confianza en éstas y, lo que en un principio sólo propugnaron como un atajo, se les haya aparecido como el único camino de una revolución a la que el proletariado ha dado la espalda (de ahí que formulen programáticamente la necesidad de rebajar el objetivo revolucionario para atraer a la pequeña burguesía; y, llegados a este punto, parece que el enfoque pequeñoburgués se ha adueñado del alma de este grupo). Pero ¿cuál es el origen histórico del enfoque erróneo del PCE(r)?

Esta concepción tuvo su caldo de cultivo en las condiciones especiales en que se desenvolvió la lucha de clases en los años 60 y 70, a escala mundial. Fue la época del auge del movimiento de liberación de las naciones oprimidas por las viejas potencias coloniales y de la consiguiente crisis política del sistema imperialista, pero, al mismo tiempo, fue la del triunfo del revisionismo contemporáneo en la mayor parte de los partidos comunistas. De ese modo, el movimiento revolucionario fue obteniendo importantes éxitos, disminuyendo poco a poco el peso específico del marxismo (y de la clase obrera consciente) en su seno y creciendo el de las teorías pequeñoburguesas. Esos éxitos -que empezaron con la victoria en China- ponían de manifiesto la validez de la lucha armada frente al pacifismo y parlamentarismo de los viejos partidos hundidos en el revisionismo. En la batalla ideológica, esto ocupaba un plano primordial con relación a los matices sobre la naturaleza de esa lucha armada. Por eso, había conseguido cierta legitimidad "marxista" la concepción castrista-guevarista del foco guerrillero que podría conquistar el poder sin organizar a la clase obrera en Partido Comunista, sin preparar políticamente a las masas populares y sin el protagonismo de éstas, reduciendo su participación a simple apoyo de la guerrilla (militarismo). Para quien no se esforzase en comprender las cosas en profundidad -y en aquel momento prevalece en la mayoría el entusiasmo sobre la reflexión-, todo ello se parecía a la teoría de la guerra popular prolongada, que formularon Mao Tse-tung y los comunistas chinos teniendo presente la experiencia del movimiento revolucionario mundial. En cualquier caso, se parecía más que el reformismo pacífico que defendían los burócratas del revisionismo soviético... ¡y, además, había funcionado en Cuba! Desde entonces, muchos grupos mezclaron ambos enfoques y pocos son los que intentaron deslindar campos entre estas dos teorías militares correspondientes a dos clases sociales diferentes: la de la Guerra Popular Prolongada, al proletariado, y la del foco guerrillero, a la pequeña burguesía.

A pesar de que el PCE(r) se pronunciara a favor de la China de Mao (aunque también, a principios de los 80, a favor de la URSS), tomó del foquismo guevarista su espíritu, dándole forma de "guerrilla urbana". Ese espíritu no es otro que el del terrorismo individual o acción directa anarquista, el de estimular el movimiento por medio de una práctica elitista contundente, o sea, el espíritu de la pequeña burguesía radicalizada que quiere utilizar a las masas para sus propios fines ajenos a éstas.

Una vez establecida su línea terrorista, el PCE(r) procede a adaptar a ella toda la realidad circundante. De este modo, se inventan que las condiciones del fascismo per se obligan a un Partido Comunista a empuñar las armas desde el primer momento y rematan su construcción dogmática afirmando que el Estado español sigue siendo fascista. Hacen cuadrar todo de antemano, pero los resultados de su actividad son opuestos a los deseados, así pasan años o década, ¿Qué hacen entonces'? Ya lo hemos visto: negar los hechos y persistir en el error.

En definitiva, no somos nosotros los que centramos nuestra crítica en la cuestión del fascismo, sino ellos los que pretenden justificar su impaciencia revolucionaria con ese argumento que hace aguas por todas partes, resquebrajado por sus contradicciones lógicas, como ya demostramos en el editorial del número 18 de La Forja . Pero, abordemos ahora lo que hay de interesante en la contestación de V. Ferrer.

Dicho sea de paso, empieza lanzando contra nosotros un ataque demagógico que sólo puede tener efecto sobre quien carezca de la oportunidad de leernos:

"De la concepción de La Forja se desprende que, para ellos, desde el siglo XIX no se ha producido ningún cambio significativo en la forma de dominio o de dictadura de la burguesía".(pág. 23)

Sin embargo, en el mismo editorial que suscita las iras de nuestro crítico (por no mencionar ya nuestros comentarios sobre El Estado y la revolución y La revolución proletariay el renegado Kautsky de Lenin [8]), afirmábamos, después de destacar la idéntica esencia opresora de todas las formas de Estado burgués: "Dicho esto, es cierto que el régimen burgués en este siglo tiende a la reacción, a una menor democracia para las, masas que en el siglo pasado, por todas las características del monopolismo que explican los camaradas". Y, a continuación, advertíamos que, siguiendo al propio Lenin que ya conoció el imperialismo en sus fundamentos, eso no invalidaba los principios marxistas de la táctica consistentes en aprovechar al máximo las posibilidades legales y pacíficas para la preparación revolucionaria del proletariado.

2.1- El régimen político del imperialismo

Pues bien, después de éste y otros infundios (según Antorcha , nosotros negamos la existencia de guerra sucia, de terrorismo de Estado, de torturas, de asesinatos y encarcelamientos de revolucionarios por parte de la nueva democracia burguesa española), estos camaradas sostienen que "la raíz económica, política e histórica" del "problema fundamental" que, según ellos, es el fascismo, se encuentra en la teoría de Lenin sobre el imperialismo. En realidad, como comprobaremos, es más bien que ellos identifican fascismo con el conjunto de características que reviste el Estado burgués en la época imperialista. Reproduzcamos ahora su argumentación hasta donde la compartimos:

“El imperialismo es la época del capital financiero y de los monopolios, los cuales traen aparejada en todas partes la tendencia a la dominación y no a la libertad. La reacción en toda la línea, sea cual fuere el régimen político; la exacerbación extrema de las contradicciones en esta esfera también; tal es el resultado de dicha tendencia”. (Lenin «El imperialismo, fase superior del capitalismo»).

¿Qué conclusiones cabe sacar de todo esto? Es evidente que del monopolismo no hay vuelta atrás al capitalismo de libre competencia. Son igualmente evidentes los cambios producidos por el monopolio en la base económica de la sociedad, a la que corresponde una superestructura política, jurídica e ideológica característica que se levanta sobre la base del capital financiero para ponerse a su servicio con el fin de limpiar de trabas el camino para la obtención del máximo beneficio posible para los monopolios. Esta superestructura encarnada en el Estado y sus instituciones no puede más que tender a la reacción, al control y al dominio de toda la vida económica, social y política.

La teoría sobre el imperialismo que dejó sentada Lenin cobra cada día mayor vigencia como resultado de la agravación de todas las contradicciones del capitalismo. El imperialismo no puede mantenerse en pie sin imponer su dominio a sangre y fuego; sin las constantes guerras de rapiña que nos sitúan a las puertas de una nueva conflagración mundial; sin incrementar la explotación y la opresión más bestial sobre todos los pueblos del mundo". (pág. 24)

Como se ve, hasta aquí, el camarada V. Ferrer no hace sino explicar la tendencia a la reacción que el imperialismo imprime a la superestructura política de la sociedad capitalista [9] . Pero, de esto, el PCE(r) saca inmediatamente, como deducción lógica, algo que resulta un auténtico salto mortal:

"El imperialismo no puede permitirse ninguna veleidad democrática, tiene que permanecer «bunkerizado» intentando impedir por todos los medios que las condiciones objetivamente revolucionarias prendan en las masas y se desarrollen las condiciones subjetivas para su derrocamiento". (pág. 24)

Más adelante, al referirse a los derechos políticos reconocidos por el régimen actual, afirma rotundamente:

'''Todos esos derechos han sido férreamente regulados de modo que no puedan prestar ningún servicio a la clase obrera". (pág. 25: el resaltado es nuestro)

De cualquier país no puede dejar de tenerla muy en cuenta puesto que explota no solamente a su propio pueblo sino Si estos camaradas se hubiesen limitado a decir que el imperialismo restringe aún más las libertades que las dictaduras burguesas del siglo XIX y que eso dificulta el trabajo de masas de los comunistas, les daríamos la razón. Pero exageran unas tendencias o unos hechos ciertos, convirtiéndolos de relativos en absolutos, haciendo que todo lo demás desaparezca. Es verdad que el capital financiero imprime al régimen político un sesgo cada vez más reaccionario y opresivo contra el pueblo, pero no está solo , no es la única clase o fracción de clase que existe en la sociedad burguesa: las masas proletarias, aun con su actual conciencia espontánea sindicalista, la pequeña burguesía y los capitalistas no monopolistas representan una fuerza real en sentido contrario. Y el capital financiero también a otros, muy especialmente a los de las naciones oprimidas, y esa actividad exterior demanda paz social en el interior, lo que, a su vez, exige cierto consenso o alianza "nacional" [10]. De ahí que el capital financiero no suele recurrir al terror abierto y se vea obligado no sólo a disimular su política, sino también a ceder en determinados momentos y parcelas. Y eso es lo que puede y debe aprovechar la organización comunista para preparar (particularmente, en sus primeras etapas) al proletariado para la revolución. Pero el PCE(r) necesita presentar lo difícil como imposible, para justificar su recurso prematuro a las armas.

No contentos con negar a priori las posibilidades del trabajo preparatorio no armado, necesitan falsear otro aspecto más de la realidad para "vender" la viabilidad de su línea política. En efecto, según ellos, no sólo es imposible empezar la preparación revolucionaria de las masas proletarias con medios pacíficos, sino que eso ni siquiera es imprescindible, puesto que las condiciones objetivas están tan maduras que un pequeño foco armado puede inclinar la balanza hacia la revolución. Para ellos, se dan ya "las condiciones objetivamente revolucionarias", dado que el capitalismo entra en "crisis general" en la actual etapa imperialista [11](pág. 22).

Aquí, hay un problema de fondo que hunde sus raíces en una de las dudosas teorizaciones del Movimiento Comunista Internacional. Lenin demostró científicamente la tendencia del capitalismo a la descomposición, al llegar a su etapa imperialista (el hecho probatorio fundamental de esa descomposición es el monopolio, negación del mecanismo mercantil de reproducción del capital). Incluso llegó a referirse a la existencia de una crisis general del capitalismo precipitada por la primera guerra mundial imperialista. Sin embargo, en el primer caso, se trata de una característica fundamental del régimen burgués desde inicios del siglo XX, una realidad de la que sólo la revolución proletaria mundial triunfante podrá sustraerle: y Lenin siempre matizó que tal tendencia a la descomposición y al estancamiento monopolista no excluía ni mucho menos la posibilidad de un desarrollo económico y técnico incluso más rápido que en las condiciones anteriores (si bien más lento que si esas mismas fuerzas productivas socializadas se colocan bajo la dirección del proletariado revolucionario, como ha corroborado la pasada experiencia del socialismo). A esta característica histórica , se le añade otra de carácter coyuntural, político , como es la de la crisis general, indisociable del caos provocado por la guerra de 1914-1918: pero, a partir del año 1925 y, sobre todo, después de la Segunda Guerra Mundial, el sistema capitalista tuvo nuevas oportunidades de recuperarse, por muy relativa que fuera esa recuperación. Concebir la época actual de transición al Comunismo como de "crisis general del capitalismo" sería correcto desde el punto de vista histórico , pero pretender que tal crisis es una realidad política que se sostiene ininterrumpidamente desde hace un siglo, es burlarse de la, dialéctica ... y de los hechos. Esto es uno de los errores que favoreció el desarrollo del revisionismo contemporáneo (pues concilia con la tesis socialdemócrata del advenimiento de la bancarrota automática del capitalismo) y que el PCE(r) pretende aprovechar para justiticar su, amplia "revolución", antifascista con detonante terrorista [12] .

Resumiendo, es cierto que el régimen burgués contemporáneo nos pone mucho más difícil a los comunistas la preparación revolucionaria del proletariado: pero, ni es imposible ni existe otro camino para esa preparación que empezar por desarrollar la conciencia socialista de los obreros por medio de una correcta propaganda unida a la experiencia que vayan adquiriendo éstos sobre la base de su propio movimiento de resistencia, principalmente político [13] .

2.2- Fascismo versus democracia imperialista

Continuemos con la exposición del camarada V. Ferrer, que vuelve a dar otro salto mortal para identificar el régimen político burgués imperialista con el fascismo:

"Es de esta manera como se dieron las condiciones para la aparición del fascismo que pone fin a los restos que quedaban de las formas económicas y políticas propias del liberalismo económico del siglo XIX. El fascismo es la respuesta a nivel internacional del capital financiero ante el triunfo de la Revolución de Octubre y ante los progresos revolucionarios de la clase obrera. La oligarquía implanta un férreo control sobre todos los sectores económicos y sociales y un régimen político policiaco o de terror abierto sobre las masas, por lo que determinadas tácticas del movimiento revolucionario en función del momento , sólo pueden variar dentro de ese margen de férreo dominio del capital".(pág. 24)

En realidad, no sólo el fascismo pone fin a las formas políticas decimonónicas; el imperialismo lo ha hecho incluso allí donde no necesitó recurrir al fascismo: Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos, etc. Porque no es cierto que el fascismo fuese la "respuesta internacional" a los progresos del movimiento proletario revolucionario; fue la respuesta únicamente en unos países donde la burguesía no podía mantener su dominio de otro modo, bien debido a una crisis revolucionaria interna o bien a que su desarrollo imperialista fuese impedido por la falta de colonias o mercados exteriores (la Alemania derrotada en la Primera Guerra Mundial). En los demás países, la oligarquía financiera consiguió implantar su férreo control sobre la población sin necesidad de un "régimen político policiaco o de terror abierto”, recurriendo a formas represivas generalmente encubiertas y menos burdas, aunque desde luego crecientes y superiores a las del siglo XIX.

V. Ferrer entiende que

"... para La Forja no existe gran diferencia entre las democracias burguesas premonopolistas y las actuales; para ellos lo único que cambia es la táctica de la burguesía en función de cada situación concreta. Esto, junto a que nos reprochan que 'idealizamos' el régimen burgués del siglo XIX son sus únicos argumentos en esta cuestión". (pág. 24)

cambio La crítica del régimen político actual, en contraste con la exaltación de la democracia anterior (siglo XIX o república democrática española), sin destacar el carácter de dictadura burguesa contra los trabajadores que comparten ambas formas estatales, junto a la reivindicación inmediata de unas "elecciones libres a unas Cortes Constituyentes" en lugar de la revolución socialista y la dictadura del proletariado, ¿acaso no es eso idealización del pasado?, ¿acaso no desprende todo eso cierto tufillo reaccionario pequeñoburgués? El proletariado revolucionario estudia el pasado, la evolución de las cosas hasta el presente, pero no lo hace para suspirar por lo que fue o lo que pudo ser, sino para mejor combatir por un futuro radicalmente nuevo.

En cuanto a la "gran diferencia" que, según el PCE(r), revela la evolución de la democracia capitalista, nosotros sostenemos primeramente, con Lenin, que "Los Estados burgueses tienen las formas más variadas, pero su esencia es la misma: todos esos Estados, cualquiera que sea su forma, en última instancia, son inevitablemente la dictadura de la burguesía ". Asimismo, que "Democracia para una minoría insignificante, democracia para los ricos: esa es la democracia de la sociedad capitalista" (nunca es democracia para las masas explotadas). Y que "La república democrática es la mejor envoltura política posible para el capitalismo; y, por lo tanto, una vez que el capital logra dominar… esta envoltura óptima, instaura su poder con tanta seguridad, con tanta firmeza, que ningún de personas, de instituciones o partidos en la república democrático burguesa puede conmoverlos” [14].

En segundo lugar , sí que reconocemos las diferencias "entre las democracias burguesas premonopolistas y las actuales" y también entre las formas fascistas y democráticas del Estado imperialista, cosa que no saben apreciar los de Antorcha (mejor dicho, hablan de fascismo abierto y de fascismo encubierto, pero al final ponen un signo de igualdad entre ambos, mientras los contraponen absolutamente a las democracias premonopolistas).

En tercer lugar , a nuestro juicio, lo que cambia en el caso primero es el grado de evolución del capitalismo y de la burguesía (de la libre competencia progresiva al monopolio reaccionario); y, en el caso segundo, nos reafirmamos en que "lo único que cambia es la táctica de la burguesía en función de cada situación concreta".

Y, en cuarto lugar , denunciamos al PCE(r) por ampararse en esas modificaciones del mismo régimen capitalista, no sólo para revocar los principios marxistas-leninistas de la táctica (sustituyéndolos por el terrorismo individual y el boicot absoluto a las instituciones reaccionarias seguidas aún por las masas, salvo cuando respaldan a la dirección pequeñoburguesa de Euskal Herritarrok), sino incluso para justificar una estrategia reformista que subordina el objetivo principal del socialismo al derrocamiento del "régimen fascista".

Por todo eso, resulta un auténtico sofisma confundir el problema de la evolución histórica del Estado burgués con el de los cambios de forma del mismo, como hace V. Ferrer en la siguiente pregunta:

"¿Se puede retroceder del fascismo a la democracia parlamentaria burguesa propia del estadio premonopolista del capitalismo? Obviamente, para La Forja eso es muy posible y para demostrarlo pone como ejemplo la transición española del fascismo a la democracia". (pág. 24)

Seguido, se siente obligado a matizar: Y, acto

" Esto no quiere decir que el régimen fascista español se haya mantenido sin reformar, desde que fue implantado sobre los escombros de la república democrática en 1939". (pág. 24)

¡Con qué desnudez adjetivan estos camaradas como "democrática" a la Segunda República española! ¡Es realmente enternecedora esa disculpa de su carácter de clase! Y los "escombros", la destrucción,... ¿No pretenderán hacernos comulgar con que el Estado burgués español-que adoptó una forma republicana entre 1931 y 1939- fue destruido , reducido a "escombros", por el fascismo? Pese a la ingenuidad de los nostálgicos, lo cierto es que nos oprime el mismo aparato de Estado que entonces y que anteriormente aun: el grueso del ejército, de las fuerzas represivas interiores y más de la mitad de la burocracia (hasta de la legislación) de la República Democrática, lejos de ser destruidos, se transmutaron sin más en fascistas. Y la minoría que se les opuso entabló una guerra, junto a las masas populares, pero con fines muy distintos a éstas: la diferencia fundamental entre ambos sectores del aparato estatal era si se debía frenar la revolución en ascenso por las buenas o por las malas.

El PCE(r), aunque por la izquierda, sigue la tradición de toda esa democracia pequeñoburguesa -revisionistas incluidos- que reaccionó con tal pánico a la apuesta fascista del capital monopolista que renunció al criterio de clase, para sustituir la oposición de socialismo-capitalismo por la de democracia-fascismo. En el caso que aquí nos ocupa, relegan la revolución socialista, priorizando la sustitución del "fascismo" imperante por la República Democrática y Popular. Pero, como cree el ladrón que todos son de su condición, resulta que, según ellos, somos nosotros los oportunistas en esta cuestión, aunque eso les lleve a sostener una auténtica temeridad que deja desarmadas a las masas populares:

"Cuando hablamos de fascismo, a todos los oportunistas se les pone la carne de gallina : no quieren reconocer la realidad, sólo quieren ver el fascismo en las formas del nazismo alemán, del fascismo italiano, del franquismo español y otras formas calcadas de éstas. Pero esas formas hace tiempo que han sido arrojadas por los mismos imperialistas al basurero de la historia". (pág. 25)

Y a continuación, citan diversas instituciones actuales para demostrar que los capitalistas ya no necesitan aquellas formas para negar esa democracia burguesa idealizada por los de Antorcha . Por mucho que ahora no las necesiten, eso no quiere decir que no lo hagan en un futuro, y eso es lo que debe destacar un Partido Comunista para mostrar la continuidad de la dictadura burguesa bajo esas diversas formas, para poner sobre aviso a las masas y para que a nadie más le entre el pánico con el cambio de forma de dominación hasta el punto de rebajar los objetivos estratégicos del proletariado Eso es lo que ha hecho el PCE(r), y es natural que no pueda comprender este requisito político.

Al mismo tiempo que denunciamos la opresión burguesa en cualquiera de sus formas, los comunistas debemos también aprovechar los resquicios que se abren para nuestro trabajo revolucionario, cuando la oligarquía financiera cambia a una táctica más disimulada de dominación. Y es un hecho cierto que del franquismo para acá, han mejorado relativamente las posibilidades legales para nuestro trabajo con las masas: derechos de expresión, de manifestación, de huelga, de organización, etc. Por supuesto que sería un crimen deducir de eso -como hacen los revisionistas de derecha- que hemos conquistado la "democracia", que los trabajadores ya no están sometidos a la dictadura de sus explotadores y que no procede prepararse para la guerra revolucionaria. Pero tan criminal es negar la existencia de condiciones políticas legales para el trabajo comunista, con el fin de justificar una línea que conduce a cientos de revolucionarios a una actividad armada rechazada de continuo por las masas y que acaba arrojándolos en vano a las mazmorras del enemigo de clase.

2.3- Tergiversando a Engels (según la escuela socialdemócrata )

Antes de proseguir con la cuestión de los medios de lucha vale la pena censurar la manera en que los ideólogos del PCE(r) tratan los textos de los clásicos del marxismo-leninismo, instrumentalizándolos para encubrir sus desviaciones. No contentos con tergiversar a Mao Tse-tung para justificar la lucha armada ab ovo bajo el fascismo [15] , lo hacen ahorra burdamente con Engels:

"¿Está reconocido en la constitución monárquico-fascista, el derecho a la revolución o a la resistencia, del que Engels dijo que es el único derecho en el que descansan todos los Estados modernos sin excepción?, ¿no es esta afirmación de Engels la prueba más concluyente de lo lejos que estamos de aquellos Estados democrático-burgueses del siglo XIX? Cuando Engels habla de las posibilidades que ofrecían las leyes e instituciones burguesas, «para luchar contra esas mismas leyes e instituciones», ¿no se está refiriendo al régimen democrático?" (pág. 25)

¡Henos aquí a Engels convertido en defensor de la democracia burguesa decimonónica! Más de un siglo después, los del PCE(r) toman el relevo de la socialdemocracia oportunista alemana para tergiversarle (se trata de su introducción a la obra de Marx "Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850"). En aquel entonces, Engels se quejaba así: "Hoy he visto en Vorwarts un extracto de mi Introducción, publicado sin mi consentimiento y arreglado de tal modo que aparezco como un pacífico adorador de la legalidad a toda costa".

Nuestros reformistas armados necesitan ahora dar pábulo a esta versión para "demostrar" que, si la democracia del siglo XIX se ha transformado en su contrario, han caducado entonces los medios de lucha que ensalzaba Engels para preparar la revolución.

Pero, ¿qué dice realmente Engels en dicha Introducción ? Señala que han caducado las formas en que se desenvolvieron los procesos revolucionarios anteriores, tanto en cuanto a sus actores como en relación con la táctica y la lucha pasiva de barricadas. Defiende la necesidad de una acumulación pacífica de fuerzas proletarias y campesinas utilizando el sufragio universal, de suerte que la burguesía se ve obligada a romper con su propia legalidad, situándose así la revolución en un nivel superior de madurez y capacidad. Reproduzcamos algunos fragmentos muy aleccionadores:

"... con este eficaz empleo del sufragio universal entraba en acción un método de lucha del proletariado totalmente nuevo, método de lucha que se siguió desarrollando rápidamente. Se vio que las instituciones estatales en las que se organiza la dominación de la burguesía ofrecen nuevas posibilidades a la clase obrera para luchar contra estas mismas instituciones. (. .. ) Y así se dio el caso de que la burguesía y el gobierno llegasen a temer mucho más la actuación legal que la actuación ilegal del partido obrero, más los éxitos electorales que los éxitos insurreccionales. ( ... ) ¿Comprende el lector, ahora, por qué los poderes imperantes nos quieren llevar a todo trance allí donde disparan los fusiles y dan tajos los sables? ¿Por qué hoy nos acusan de cobardía porque no nos lanzamos sin más a la calle, donde sabemos que nos aguarda la derrota? (...) [16]

La época de los ataques por sorpresa, de las revoluciones hechas por pequeñas minorías conscientes a la cabeza de masas inconscientes, ha pasado. Allí donde se trata de una transformación completa de la organización social, tienen que intervenir directamente las masas, tienen que haber comprendido ya por sí mismas de qué se trata, por qué dan su sangre y su vida. Esto nos lo ha enseñado la historia de los últimos cincuenta años. Y para que las masas comprendan lo que hay que hacer, hace falta una labor larga y perseverante. (...) El trabajo lento de propaganda y la actuación parlamentaria se han reconocido también aquí [en la Francia de las revoluciones.- nota de LF] como la tarea inmediata del partido. (...)

La ironía de la historia universal lo pone todo patas arriba. Nosotros los 'revolucionarios', los 'elementos subversivos', prosperamos mucho más con los medios legales que con los medios ilegales y la subversión. Los partidos del orden, como ellos se llaman, se van a pique con la legalidad creada por ellos mismos. (...) Y si no somos tan locos que nos dejemos arrastrar al combate callejero para darles gusto, a la postre no tendrán más camino que romper ellos mismos esta legalidad tan fatal para ellos." [17]

Pero como el PCE(r) es incapaz de comprender la diferencia entre el plano político y el histórico, considera que éste es ya un hecho consumado hoy (el fascismo), debido a lo cual podemos pasar sin más a la lucha armada.

Veamos ahora qué dice Engels sobre ese "derecho a la revolución" que, según estos camaradas, nos reconocía la burguesía del siglo XIX:

"... el derecho a la revolución es el único 'derecho' realment e 'histórico', el único derecho en que descansan todos los Estados modernos sin excepción. ... El derecho a la revolución está... inconmoviblemente reconocido en la conciencia universal..." [18]

Engels no está diciendo que el derecho a la revolución esté formalmente reconocido en la legislación burguesa (además, lo pone entre comillas), sino que se refiere al hecho de que todos los Estados modernos (burgueses) son obra de revoluciones recientes , y por eso la conciencia de las masas admite como natural el fenómeno de las revoluciones, a diferencia de hoy. Ni mucho menos se trata, como viene a sostener Antorcha , de que la burguesía diga al proletariado: "Nosotros hemos tomado el poder por medio de revoluciones, así que os invitamos a que nos desplacéis del mismo por ese mismo procedimiento, desde ahora convertido en derecho".

En conclusión, cuando la burguesía se vea obligada a romper su legalidad ante la fuerza que la clase obrera ha acumulado por medios principalmente pacíficos, habrá llegado la hora de la lucha armada para el partido proletario. Esto es lo que sostiene Engels, el cual no puede dar la razón a la táctica del PCE(r) sencillamente porque se trata de una táctica contraria al marxismo.

3- Los medios de lucha

3.1- Negación de los medios legales y pacíficos

Tratando de razonar la táctica terrorista de su organización, el camarada V. Ferrer incurre en una identificación simplista, antidialéctica y anarquista de fines y medios:

"Si aspiramos a conquistar un lugar al sol del sistema, por más estandartes o eslóganes comunistas que portemos, no podremos traspasar los límites que nos marca el Estado y utilizaremos los medios legales y pacíficos. Si, por el contrario, lo que pretendemos es destruir hasta sus cimientos el régimen fascista y monopolista, no nos queda más remedio que enfrentarlo desde el comienzo e ir organizando al proletariado en la lucha más resuelta, al tiempo que intentamos convertirnos en una pesadilla para el Estado, aplicando las formas de organización y los procedimientos de lucha revolucionaria que corresponden a nuestras condiciones y que resultan más adecuados a nuestros fines: la clandestinidad se antepone a la legalidad y la lucha de resistencia a las formas ya asimiladas o controladas por el sistema y relegadas, de hecho, por de propio movimiento de masas". (pág.26) [19]

La trampa principal de este razonamiento está en la supuesta asimilación o control burgués de las formas legales de lucha y su abandono por las masas: ¿Se debe dicho fenómeno a esas formas en sí o, muy al contrario, a que esas formas se vienen poniendo al servicio de unos contenidos reformistas? Porque tampoco puede afirmarse que haya progresado la revolución española porque el PCE(r) haya empleado formas ilegales. Y esto, por la sencilla razón de que su política es, asimismo, reformista (también, en segundo lugar, por su aversión fetichista a las formas legales, que también pueden ser útiles a la causa revolucionaria).

El enfoque del camarada Ferrer sigue la línea unilateral y, por tanto, errónea del Manifiesto-Programa del PCE(r) por él citado así:

«Los actuales Estados capitalistas, en virtud de las experiencias que han ido acumulando, no permitirán al movimiento obrero revolucionario acumular y concentrar sus fuerzas de manera pacífica, ya que estos Estados son la contrarrevolución organizada permanentemente. Hoy no nos encontramos en la época de la libre competencia económica y de la dictadura democrático-burguesa, cuando todavía le era posible a la clase obrera organizarse y utilizar las instituciones burguesas para ‘luchar contra esas mismas instituciones', tal y como señaló Engels.

La implantación de formas de poder de tipo fascista y policíacas en la casi totalidad de los países capitalistas ha terminado por arruinar y hacer inútiles los viejos métodos de lucha pacífica y parlamentarios, lo que por otra parte no ha impedido que hayan surgido y se vayan implantando otros métodos nuevos». (pág. 26)

Ya hemos contestado a todo eso que 1°) es cierto que la burguesía imperialista tiende a la reacción pero que su dictadura es a la vez una alianza de clase, que los explotadores no pueden todo lo que quieren ; 2°) asimismo, pese a actuar en la etapa monopolista del capitalismo, Lenin siempre se opuso a dar por superados los medios pacíficos y parlamentarios de preparación revolucionaria [20] ; y 3°) no han caducado tales formas sino que se ha desenmascarado el revisionismo reformista, y las masas han ido repudiado más y más el contenido y los fines que éste les transmite a través de los medios pacíficos y parlamentarios.

Para los ideólogos del PCE(r), los "nuevos métodos de lucha" que corresponden a la etapa imperialista del capitalismo -no sólo en lo estratégico, sino en lo táctico, o sea, en todo momento y circunstancia- son los métodos ilegales y militares [21] . Y para avalar su apuesta, no tienen reparos en tergiversar esta vez a Lenin. Todas las aseveraciones tácticas de su artículo La guerra de guerrillas son sacadas fuera del contexto de una revolución armada de masas en curso, como es la rusa de 1905-07, y convertidas en nueva verdad absoluta que se enfrenta al pensamiento anterior del líder bolchevique y que eclipsa al posterior.

"Que conste que Lenin dirige esta obra contra los que sólo reconocen como válidas las formas de lucha pacíficas y califican de «terrorismo» la lucha guerrillera, es decir contra los que renuncian a sintetizar, organizar y hacer conscientes los nuevos métodos de defensa y ataque . Y bien, ¿cuáles son esos nuevos métodos de defensa y ataque?, ¿cuál es la lucha de masas en curso?, ¿son acaso el parlamentarismo y el sindicalismo amarillento; o son, más bien, la guerrilla acompañada de la lucha callejera, los sabotajes, las huelgas fuera del control de los sindicatos, el boicot al régimen, y otras muchas formas de lucha democrática que se desarrollan al margen de la legalidad? Estas nuevas formas que se han abierto paso y que incluyen la lucha armada organizada, son las que nuestro Partido encuadra en lo que ha calificado como “ movimiento de resistencia”. (pág. 26)

Sin duda, ha llegado el momento de poner sobre el tapete la verdadera posición de Lenin sobre la cuestión del terrorismo individual, a qué se refería por tal, qué rechazaba de él y en qué circunstancias. Esto es lo que publicamos adjunto al presente artículo.

Pero, contestemos a la pregunta que estos camaradas nos dirigen. Lenin se refiere a los nuevos métodos de defensa y ataque que practican las masas . Esa guerrilla terrorista que defiende el PCE(r) no tiene carácter de masas y los nuevos métodos de defensa y ataque que actualmente emplean las masas todavía están muy por debajo del grado de confrontación violenta que representa aquélla, de suerte que carece del apoyo de éstas (por mucho que ellos se engañen y pretendan engañarnos a los demás con la creencia de que es tal el apoyo de las masas que consigue “...mantenerse e ir en ascenso la lucha de resistencia y el combate guerrillero" (pág. 28) ). Y no les va a salvar ese truco demagógico de esconder su actividad armada entre el conjunto de medios de lucha más avanzados que sí practican masas del proletariado, con el fin hacer pasar por legalista y reformista toda crítica revolucionaria de su labor terrorista.

3.2- La historia como dogma

Examinemos ahora cómo responden a la crítica que les dirigimos, en cuanto a que confunden los planos histórico y político a la hora de determinar la táctica. V. Ferrer responde de manera bastante confusa e incluso contradictoria [22]. Sin embargo, trataremos de extractar las ideas clave de su argumentación al respecto:

En primer lugar , nos acusa de cometer el error opuesto, es decir, que evitamos "establecer cualquier relación" entre esos dos planos. Esto, en lo fundamental , no es justo: por ejemplo, apoyándonos en la evolución histórica de la lucha de clases, hemos criticado la creencia de que la conquista del poder podrá realizarse reduciendo la actividad armada a una simple insurrección concebida como un solo acto [23].No obstante, es cierto que nos queda mucho por estudiar al respecto y por aprender de la práctica viva de las masas. Pero estas carencias nuestras no deben utilizarse de manera oportunista para obviar los argumentos de una crítica dirigida contra el error contrario, esto es, el de identificar el plano histórico con el político, o, para ser más concreto, el de conformarse con lo que la historia ha demostrado como tendencia para llevarlo a la práctica inmediatamente, sin tener en cuenta el estado de conciencia de las masas (como si éste fuese invariablemente ascendente o no pudiese nunca retroceder).

En segundo lugar , el artículo de Antorcha se reafirma en dicho error, realizando una interpretación forzada del siguiente fragmento de la obra de Lenin La guerra de guerrillas : «La lucha guerrillera es una forma de lucha inevitable en tiempos en que el movimiento de masas ha llegado ya, de hecho, hasta la misma insurrección y en que se abren intervalos más o menos grandes entre las 'grandes batallas' de la guerra civil». Por lo tanto, cuando el movimiento de masas se encuentra a un nivel insurreccional (muy cercano a la insurrección, a favor ella), la lucha guerrillera es conveniente y positiva. En nuestra crítica anterior, hacíamos ver a los camaradas del PCE(r) que tal nivel no se daba en la actualidad, que tal nivel no se había mantenido desde la Guerra Civil de 1936-39 (durante 50 ó 60 años). Bajo el impacto de esta evidencia, V. Ferrer nos responde que ellos nunca han pretendido esto (unas pocas líneas después, sí que lo pretenderá [24] ), sino que interpretan la cita de Lenin en el sentido de que, sólo en las "grandes batallas de la guerra civil", el nivel de conciencia de las masas es insurreccional, pero que entre ellas, aun sin ese nivel de conciencia, es preceptiva la lucha guerrillera. Es decir, que la Guerra Civil de 1936-39 sólo sería una de las grandes batallas, la primera, de una larguísima guerra civil que empezó entonces, que continúa hasta que obtengamos la victoria [25] y, entre cuyas "batallas", hay que practicar sin falta la lucha armada.

Y esto, porque interpretan a Lenin en el sentido de que, cuando "el movimiento de masas ha llegado ya, de hecho, hasta la misma insurrección", hasta la guerra civil, esta realidad y sus consecuencias tácticas son indestructibles, es imposible retroceder [26] . ¡Otra vez, la reducción y subordinación del hecho político concreto a la abstracta síntesis histórica! Este enfoque es idealista-dogmático y confunde los deseos con la realidad: así, la teoría revolucionaria deja de ser una guía para actuar en una realidad concreta y pasa directamente a sustituirla, de modo que el fracaso y la derrota están garantizados [27] . Pero ya que estos camaradas no son capaces de distinguir el dogmatismo de una posición de principios, habrán de responder al menos por qué Lenin no sostuvo el mismo criterio que ellos después de la revolución rusa de 1905-07 y por qué no siguió preconizando la lucha guerrillera en todo el período posterior a la misma.

Veamos ahora cómo M.P.M. "Arenas" -citado por V. Ferrer- concreta este dogmatismo histórico en el caso español:

«Nadie se atreve a calificar como 'anarquismo', 'terrorismo' o como 'aventurerismo' la lucha de guerrillas que siguió en España a las 'grandes batallas de La Guerra Civil', lucha que se prolongó hasta bien entrados los años 50. Cuando se emprendió aquella lucha de guerrillas fue considerada justa y necesaria por todos los demócratas y revolucionarios del mundo. Posteriormente, esta forma de lucha no se ha manifestado con tanta fuerza y claridad, pero nadie podrá negar que ha existido en estado latente en las huelgas revolucionarias de los mineros y metalúrgicos, en las manifestaciones de carácter insurreccional, y en las constantes escaramuzas libradas entre los manifestantes y las fuerzas represivas que han ocasionado docenas de muertos. Esa lucha es la que ha vuelto a resurgir en España como prolongación de las anteriores, aunque esta vez está más vinculada a la actual crisis económica y política del régimen». (pág. 28)

Sin entrar a valorar en detalle la experiencia del "maquis", lo evidente es que su conveniencia podía venir dictada por la proximidad temporal de la propia Guerra Civil de 1936- 39 en la conciencia de los trabajadores españoles y por el relativo aislamiento internacional del régimen franquista en medio de un poderoso movimiento antifascista de masas a escala planetaria: incluso los primeros años de guerrilla se enfocan en el contexto de la segunda guerra mundial y como parte de ella. Además, la dirección del PCE que, durante la guerra, demostró su escasa firmeza proletaria, fue luego acentuando sus bandazos a "izquierda" y derecha, del guerrillerismo a la "reconciliación nacional". Y ésta fue su línea de conducta cuando se disolvieron las guerrillas al desaparecer las circunstancias que las sustentaban. No es cierto que esos destacamentos guerrilleros de vanguardia continuaran en estado latente o transmigrando su alma en otras formas de lucha. Lo que realmente ocurrió fue que el movimiento espontáneo de masas se fue recuperando después del brutal terror reaccionario de la primera etapa franquista, y encontró la abnegada y heroica ayuda de las organizaciones de base del Partido. La dirección de éste ya se había hundido definitivamente en el pantano del conciliacionismo, del pacifismo y del cretinismo parlamentario, y no estaba dispuesta a dar a ese movimiento una orientación correcta, revolucionaria; pero tampoco era solución que "volviera a resurgir" esa lucha guerrillera distinta del propio movimiento de masas, sino impulsar el desarrollo de éste hacia una insurrección armada generalizada, hacia una guerra popular auténtica y, por tanto, de masas.

Por eso, el surgimiento posterior de la guerrilla (los GRAPO), que se apoya solamente en "la crisis económica y política del régimen" y en una inexistente continuidad de las ya precarias condiciones que justificaron a los "maquis", muy especialmente el estado revolucionario de conciencia de las masas , no fue sino un aborto terrorista, un engendro militarista comprensible en la pequeña burguesía (ETA. por ejemplo), pero inaceptable desde el punto de vista del proletariado revolucionario.

3.3- La importancia de las masas y de su nivel de conciencia

Por fin, llegamos al otro grave error del PCE(r):

"Estos [se refiere a La Forja ] admiten, "teóricamente", incluso la lucha armada, «pero --dicen-, no antes de que las masas hayan madurado para apoyarla o. al menos, mantener una neutralidad benévola frente a ella». ¿De qué masas hablan?, ¿acaso no son los sectores más avanzados de entre las masas los que hoy apoyan y llevan a cabo todo tipo de acciones violentas?, ¿acaso sin el apoyo de las masas podrían mantenerse e ir en ascenso la lucha de resistencia y el combate guerrillero? He aquí la concepción de todos los oportunistas, el seguidismo rastrero tras los sectores más atrasados o los desclasados que no merecen el nombre de masas ". (pág. 28)

Aparte de que ese ascenso del combate guerrillero sólo lo ven ellos, lo grave es que confundan a las masas con su sector más avanzado (la vanguardia). Veamos: que la lucha de clases tendrá que resolverse en su fase álgida por medio de las armas, máxime dada la tendencia reaccionaria del imperialismo (carácter estratégico de la lucha armada), no lo ponemos en duda, pero ¿quién habrá de empuñar esas armas?: ¿sólo la vanguardia?; y el resto que no merece el nombre de masas ¿cuántos son y cuál pretendemos que sea su actitud?; ¿y cuál es nuestra pretensión: ganar la guerra o solamente crear un grupo armado de presión? A todas esas preguntas hay que contestar y, según la respuesta, se estará en el campo del proletariado o en el de la pequeña burguesía.

Nosotros sostenemos que, cuando esos que -según los del PCE(r)- no merecen el nombre de masas, constituyen una abrumadora mayoría de la población y la actividad armada de la minoría de vanguardia, así pasen los años, no la sienten como suya, ni la comprenden, sino que más bien la repudian, hay que cesarla hasta que vuelvan a surgir y a forjarse condiciones favorables. Porque en las actuales, esa lucha armada sólo lleva el agua al molino de la reacción, sólo ayuda a engrosar sus filas, y es, por lo tanto, contrarrevolucionaria, por muy distintas y nobles que sean las intenciones de quienes la practican. Así son los hechos reales y no los podrá cambiar ninguna justificación, ninguna excusa, sino solamente una modificación de la política realizada. Nada cambia, por ejemplo, el disculparse con que, a la lucha armada que dirigen, no le asignan el papel principal:

"En este movimiento [se refiere al "movimiento de resistencia popular"] la lucha de masas y la actividad del partido desempeñan el papel principal . La lucha armada guerrillera y la organización militar son formas de lucha y organización subordinadas a las anteriores". (citado del Manifiesto-Programa , en la pág. 29)

No tiene ningún sentido mantener una actividad perniciosa como secundaria cuando hay tanta labor útil que realizar y escasean las fuerzas para llevarla a efecto.

En respuesta a nuestra enumeración de condiciones para iniciar la lucha armada. V. Ferrer nos responde, entre otras cosas, que esencialmente ya se da para las masas la evidencia de que es la fuerza armada de la burguesía el principal escollo que se interpone en su lucha liberadora (pág. 32) [28]. Ésta es una sobreestimación aberrante calidad y en del nivel de conciencia de las masas. Quien ha comprendido aquello es exclusivamente una ínfima minoría del proletariado y algunos intelectuales. Sí, es cierto que masas algo más numerosas (aunque absolutamente insuficientes) han sufrido la acción de la fuerza armada de la burguesía. Pero no han podido verla como obstáculo a su lucha liberadora por la sencilla razón de que nunca han emprendido tal clase de lucha, sino una mera resistencia económico-sindical (o alguna otra equivalente desde el punto de vista político). La gran mayoría de los obreros carece actualmente de conciencia de clase, cuanto más de conciencia revolucionaria (liberadora).

A diferencia de muchos regímenes del tercer mundo (cuyas reminiscencias semi-feudales han entrado en una aguda crisis que la voracidad del mercado mundial no deja de espolear), bajo un capitalismo desarrollado como el español y en períodos ordinarios, las responsabilidades políticas de la opresión que sufre el pueblo aparecen más diluidas, y, en cambio, son atribuidas por éste a causas "naturales" e "impersonales" que muy pocos cuestionan: el mercado, el máximo beneficio so pena de ruina, lo que uno vale en competencia con los demás, el interés individual, la suerte, la casualidad, la crisis económica en curso, etc... La espontaneidad del desarrollo social ha desembocado en el capitalismo de la forma más "natural". Esa menor "visibilidad" del enemigo dificulta asimismo la comprensión de la necesidad de empuñar las armas contra él. Y de ese atolladero sólo nos podrá sacar la acción del factor consciente, pero no cualquier acción, sino aquélla que se base en la educación (agitación y propaganda) de las masas en el marxismo-leninismo, junto con la propia experiencia de éstas en su combate de clase organizado. En buena lógica, el desenvolvimiento de esta labor con cantidad exige la simultánea e incluso previa realización de una amplia formación, elaboración y lucha teóricas en el seno de la vanguardia proletaria, como nos esforzamos por llevar a cabo en las páginas de La Forja . Violentar hoy el desarrollo del movimiento revolucionario del proletariado con actividades armadas es empezar la casa por el tejado: no sólo es inútil sino que amenaza continuamente con aplastar a los que se cobijen bajo él o incluso a los que pasen cerca. Por eso, los revolucionarios tenemos el imperativo deber de prevenir los proletarios de vanguardia contra el "atajo" terrorista.

V. Ferrer nos acusa de "concepción masista " (¿!) cuando aplicamos al problema militar el principio marxista de que "son las masas las que hacen la historia". Reconoce que en el momento de la insurrección, será preciso tener de nuestro lado a las amplias masas, pero afirma justamente que, entretanto, debemos desarrollar nuestro trabajo revolucionario de masas sin concebir a éstas como la mayoría de la población asalariada. Apela, entonces, al Informe de Lenin al III Congreso de la Internacional Comunista, para rebatir nuestra supuesta posición:

"El concepto de 'masas' es variable, según cambie el carácter de la lucha. Al comienzo de la lucha bastaban varios miles de verdaderos obreros revolucionarios para que se pudiese hablar de masas (...). Cuando la revolución está ya suficientemente preparada (...) unos cuantos miles de obreros no constituyen ya la masa . El concepto de masas, pues, cambia, no puede ser el mismo al comienzo que al final de un proceso revolucionario; y si, como dice Lenin, por él se entiende a ‘la masa de los explotados', en ningún país lograremos atraerlos ni se logrará la victoria «sin una preparación a fondo» de la revolución. "En determinados momentos no hay necesidad de grandes organizaciones. Mas para la victoria es preciso contar con la simpatía de las masas” . Lenin, como vemos, habla aquí de dos momentos diferentes: el de la preparación, para el que no es necesario «grandes organizaciones», y el de la victoria, para el que es preciso "contar con las simpatías de las masas”.

Es así como hay que entender el concepto de masas, en relación a la situación. Actualmente en España, con la represión campando a sus anchas y con un movimiento aún débil y disperso, unos miles o incluso centenares de obreros y jóvenes combativos muestran en numerosas ocasiones el carácter masivo del movimiento y de la lucha de resistencia. Igualmente se comprende que la vanguardia del proletariado no puede ser muy numerosa en nuestras condiciones y que se irá ampliando a medida que se vaya extendiendo la lucha" (pág. 31)

Poco tenemos que objetar a esta explicación (salvo que no justifica el recurso a la lucha armada por esas masas , en la actual situación descrita por el camarada). Es más, en nuestra Tesis de Reconstitución del Partido Comunista , aplicamos este enfoque relativo del concepto de masas y decimos que, durante todo el proceso de reconstitución partidaria hasta su culminación, nuestra línea de masas no irá dirigida a las grandes masas del proletariado y demás oprimidos como tal, sino a su sector de vanguardia. Pero, a menos que nos obstinemos en una visión mecanicista de los procesos, no sólo tenemos que delimitar a quién nos dirigimos principalmente o qué masas protagonizan cada etapa del desarrollo del movimiento revolucionario, sino también tenemos el deber de tener en cuenta al resto de la población explotada para luego poder pasar a la etapa siguiente, en la que ésta ocupará un lugar decisivo. Si esas masas actuales de unos pocos miles o incluso sólo cientos se lanzan a una lucha armada que el resto rechaza, volverán antagónicas sus contradicciones con las grandes masas, destruirán los vínculos con ella y obstaculizarán el desarrollo del movimiento a una etapa superior donde es ya la mayoría de los oprimidos la que va a empuñar las armas o, por lo menos, a ayudar y apoyar a la guerra popular: y el paso a esta etapa superior es condición sine qua non para derrocar al capitalismo y pasar al socialismo, único objetivo estratégico legítimo desde el punto de vista proletariado (cualquier otro, como "combatir al fascismo", "golpear al Estado", "forzar a negociar unas reformas", etc... si no se subordina de verdad a aquél, delata su naturaleza pequeñoburguesa).

Y, por supuesto, la consecuencia negativa más inmediata de perder de vista el conjunto de la labor revolucionaria es facilitar a las fuerzas represivas su cometido de apartar a los militantes comunistas de la clase obrera por medio de su detención y encarcelamiento por años, lo que les impide incluso realizar las tareas iniciales que necesitan de nosotros los trabajadores.

Por todo ello, incluso cuando se produce cierta lucha armada de destacamentos de nuestra clase partiendo de su movimiento de resistencia básico (p. ej., obreros de Reinosa, Cádiz, Naval Gijón. etc.) [29] , al tiempo que los comunistas participamos en ella con las masas, debemos llevarles la comprensión de que hay que contar con el resto de la clase y de los sectores oprimidos: hay que organizar una revolución, una guerra del pueblo. Por tanto, no se deben empeñar todas las fuerzas en esta sola batalla en curso, que es la que más les afecta en ese momento, sino reservar la mayor parte posible de dichas fuerzas para la construcción del Partido revolucionario del proletariado en todos los aspectos y en todo el territorio estatal; se debe desistir de la comprensible tentación de ajustar ya las cuentas al capitalismo, porque no somos suficientemente poderosos para ello, y hay que armarse de paciencia revolucionaria y ocuparse en la más dura y prolongada labor de llevar a la clase obrera como tal al combate que pondrá fin a este odioso régimen.

En todo el artículo del camarada V. Ferrer, hay un solo párrafo donde parece tener en consideración el nivel de conciencia de las masas para determinar la táctica:

"Si la táctica no tuviera nada que ver con la lucha armada, podríamos, hoy mismo, lanzar todas nuestras fuerzas a una ofensiva contra el Estado, pero como no tenemos ningún deseo táctico de suicidamos, no lo vamos a hacer hasta que tácticamente llegue su momento . La lucha armada sirve al movimiento de masas y no puede rebasar su nivel de conciencia, esto y otras muchas cosas hay que sopesarlas detenidamente en su aplicación en las distintas situaciones: la lucha armada podrá ser más o menos intensa, las acciones pueden revestir distinto carácter, se pueden declarar treguas, etc.; eso son cuestiones tácticas supeditadas a la permanencia de la lucha armada hasta el derrocamiento del capitalismo." (pág. 29)

En primer lugar , nos habla de que hoy su organización todavía no lanza todas sus fuerzas a la lucha armada. Así que tenemos tres sujetos: el partido, el "brazo armado" y las masas desarmadas (también en conciencia). Lo que concuerda con la clásica concepción terrorista de la vanguardia armada que "excita" al movimiento de masas para elevarlo, corregido con el matiz de que el partido no práctica la lucha armada sino a través de su "brazo armado", apoyándolo, etc.... En cambio, el marxismo-leninismo sostiene la necesidad de una guerra popular, de armar a las masas para la guerra revolucionaria, cuando éstas han desarrollado su conciencia, han madurado para tal guerra. En el trabajo de la Internacional Comunista, La insurrección armada , publicado en 1928, se puede leer: "No son las acciones militares de una vanguardia lo que puede y debe suscitar la lucha activa de las masas por el poder; es el poderoso impulso revolucionario de las masas laboriosas lo que debe provocar las acciones militares de los destacamentos de vanguardia; éstos deben entrar en la acción (según un plan previamente bien estudiado en todos sus aspectos) impulsados por el aliento revolucionario de las masas" [30]

En segundo lugar , el artículo de Antorcha nos advierte que "La lucha armada sirve al movimiento de masas y no puede rebasar su nivel de conciencia". Pero eso no es correcto: la lucha armada no debe servir al movimiento de masas porque no debe ser ajena a él, sino que debe ser, ante todo, la lucha armada del propio movimiento de masas . En caso contrario, una de dos: o estamos rebasando el nivel de conciencia de las masas o estamos incumpliendo el deber de armar a las masas cuando ya están preparadas para elevar su lucha hasta la forma militar. Los camaradas del PCE(r) están acostumbrados a considerar la lucha armada como un medio más de lucha al lado de cualquier otro, y eso es falso: la lucha armada es esencialmente la forma superior que reviste la lucha de clases. Por eso, la acción militar de grupos de vanguardia sólo puede servir al movimiento de masas cuando éste ya se ha elevado a esta forma superior, ya es un movimiento de masas armadas (o deseosas de armarse). Lo contrario es terrorismo y perjudica el desarrollo de la lucha de clases. La línea divisoria es clara.

En tercer lugar , V. Ferrer reconoce la posibilidad de treguas dentro de "la permanencia de la lucha armada hasta el derrocamiento del capitalismo". Ese reconocimiento es un paso en la buena dirección, sólo uno, pero que podría ser el primero si estos camaradas se propusieran considerar seriamente nuestra crítica (con criterio científico y sentido de la responsabilidad por la causa proletaria), declarar la "tregua" necesaria y volcarse en la preparación efectiva del proletariado para la revolución socialista, sin concesiones estratégicas ni tácticas a la pequeña burguesía.

En cuarto lugar , es significativo cómo responde (o, mejor dicho, no lo hace) a la crítica que hicimos de esa "permanencia de la lucha armada hasta el derrocamiento del capitalismo", que es lo que quiere decir su expresión eufemística y engañosa de "carácter estratégico de la lucha armada". Dicha crítica [31] se basaba en las exigencias que planteaba Lenin sobre las formas de lucha en su artículo La guerra de guerrillas , exigencias, por cierto, descaradamente amputadas por el artículo de Antorcha en todo aquello que no le conviene (pág. 26).

"... según La Forja , esta concepción « También se opone a la primera tesis leninista, puesto que, por toda una época histórica, la del imperialismo, ata el movimiento a una forma especial de lucha, la forma militar...» . Los dedos se les hacen duendes a estos críticos. No hace falta demostrar que no atamos el movimiento a ninguna forma de lucha especial, y mucho menos en toda la época del imperialismo , por eso no voy a insistir más en ello." (pág. 29)

O sea que, si exceptuamos los primeros años de la época imperialista, no tienen ningún argumento que oponer a nuestra crítica y simplemente hay que creerles, contra toda evidencia.

3.4- La táctica terrorista y el desarrollo del marxismo-leninismo

Podemos recapitular, pues, destacando que el marxismo-leninismo sostiene la necesidad de desarrollar la lucha de clase del proletariado hacia la guerra revolucionaria de masas, como su forma superior, y que condena como contraproducente el intento de estimular este proceso con una previa actividad armada de su vanguardia (táctica terrorista). ¿Es esto suficiente para desenmascarar y destruir la línea militar peculiar del PCE(r) como algo contrario al marxismo-leninismo? Resulta que no, porque estos camaradas todavía guardan un as en la manga: ya no basta el viejo marxismo-leninismo; los dogmáticos se nos han vuelto dialécticos... ¿o acaso un tanto revisionistas?, y somos nosotros los que cargamos ahora con el pecado del dogmatismo. Veamos ahora su interesante argumentación que, desgraciadamente, sólo sirve de subterfugio para reafirmar su posición:

" La Forja simula mantener una posición marxista-leninista ante este problema (en la línea de la revolución de Octubre) pero pasa por alto una etapa del desarrollo histórico. Así como de las experiencias del movimiento revolucionario, que vienen a ser los términos en los que Lenin, como hemos visto, sitúa este importante problema.

La revolución de Octubre puso en alerta al imperialismo, que fue tomando medidas drásticas para no verse sorprendido por la lucha revolucionaria. A partir de Octubre, los Estados capitalistas se pertrecharon de tal modo contra una insurrección del tipo de la soviética que en ningún país volvió a triunfar una insurrección parecida. La Internacional Comunista y. a su vez, la mayor parte de los partidos comunistas, antepusieron la llamada vía de Octubre o insureccionalista a cualquier otra, cosechando un fracaso tras otro. La IC no supo extraer las consecuencias obligadas de estos errores, que atribuía principalmente a la colaboración de clase con la burguesía practicada por la socialdemocracia y al rechazo de ésta a la unidad con los comunistas. La IC, ante los fracasos, fue abandonando la vía insurreccional y acogiéndose a los viejos métodos legales y parlamentarios. De este modo se facilitó el ascenso del fascismo que cogió desprevenidos y desarmados a la mayor parte de los partidos comunistas en Europa. Se olvidaron de las enseñanzas de Lenin en el sentido de dar prioridad a los nuevos métodos de lucha con respecto a los viejos para « convertirlos todos en un arma completa del comunismo ». Se olvidaron de que Lenin siempre subordinó los métodos de organización y de lucha legales a los ilegales y clandestinos; y, así, al fascismo le resultó fácil barrerlos de un zarpazo. Se olvidaron de la larga e intensiva preparación que precisó la revolución Soviética. Tendieron a interpretar la obra de Lenin « La enfermedad infantil del 'izquierdismo' en el comunismo » como un imperativo que obligaba a utilizar las formas de lucha ya caducas, sin encontrar otra salida del atolladero. Aquellos errores de los años 20 y 30 que no se corrigieron y que quedaron tapados por el desencadenamiento de la II Guerra Mundial, serían erigidos posteriormente por el revisionismo en su línea política, de la que todavía colean algunos flecos.

Preparar la revolución y lanzar a las masas a la insurrección son dos fases del mismo proceso revolucionario cuya diferencia consiste en el grado de madurez del movimiento y de todas las condiciones necesarias. Un requisito que resulta imprescindible para preparar la insurrección es la formación de un ejército popular revolucionario que se irá forjando a lo largo de una guerra prolongada sin esperar a que se creen unas supuestas condiciones ideales, sino que habrá que contribuir a crearlas en el transcurso de la lucha. Las revoluciones rusas, especialmente la de Octubre, fueron posibles gracias a la conjunción de una serie de factores favorables que es práticamente imposible que vuelvan a repetirse. Aun así, esos factores favorables no hubieran podido aprovecharse sin la enérgica preparación de la insurrección. Entre otras condiciones que se debían crear, Lenin no descuidó nunca la preparación militar durante largos años: los pequeños grupos de combate, la milicia obrera y campesina y el trabajo por ganarse al ejército. En aquella situación todavía era posible atraerse a una parte del ejército, la tropa, formada por obreros y campesinos, vacilaba ante el movimiento popular, y los bolcheviques, en Octubre, ya habían logrado ganar para la revolución al ejército vacilante. Lenin, tras constatar que en 1905 los socialdemócratas no estaban preparados para ponerse a la cabeza del ejército revolucionario, planteaba en el « Infomre sobrela revolución de 1905 »:

«... el militarismo jamás ni en caso algulno puede ser derrotado y eliminado por otro método que no sea la lucha victoriosa de una parte del ejército nacional contra la otra parte. (...) La tarea consiste en mantener en tensión la conciencia revolucionaria del proletariado, no sólo en general, sino preparar concretamente a sus mejores elementos para que, llegado un momento de profundísima efervescencia del pueblo, se pongan al frente del ejército revolucionario ».

¿Cómo podemos ir preparando, en la actualidad, ese ejército popular capaz de aniquilar al ejército reaccionario? ¿Podemos confiar en que una parte del ejército fascista y mercenario vacile ante el movimiento popular? Sin duda, en situaciones de guerra o de extrema gravedad, una parte de la tropa desertará y se pasará a las filas del pueblo; pero, hoy día, los ejércitos están pertrechados de tal modo que esas deserciones no podrán causar mella en ellos. Será en el transcurso de la guerra popular prolongada como el proletariado irá formando y fortaleciendo su propio ejército revolucionario; primero, a través de la lucha de resistencia y de la lucha guerrillera hasta transformarla en una verdadera milicia popular que, combinada con la insurrección, derrocará, en su momento, al Estado capitalista. El asalto al poder hay que prepararlo concienzudamente, adelantando, desde hoy, aunque sólo sea en germen, todas las condiciones necesarias para la insurrección, incluida la lucha armada.

¿Qué dice La Forja de todo esto'?: «... ‘preparar no es idéntico a practicar': hoy la preparación de la lucha armada, debe circunscribirse al estudio de la teoría militar en general, incluida la experiencia del movimiento revolucionario, a la atenta observación de las formas de violencia que acompañan las luchas espontáneas de las masas y todo tipo de simulaciones y prácticas que no impliquen la ruptura de las hostilidades ». Estudiar, observar y simular: palabrería sin actos , que diría Lenin." (pág. 30)

Una reflexión seductora, ¿verdad? Pero analicemos en detalle si se corresponde con la realidad o sólo es una construcción apriorística para resucitar un falso atajo que toda la experiencia anterior ya había dado por muerto (desde el punto de vista de su utilidad para la revolución proletaria).

1°) Según el PCE(r), el imperialismo tomó medidas a raíz del triunfo de la Revolución de Octubre: es ésta una observación que compartimos y. como ejemplo, valga el de la ofensiva fascista de los años 1920-30 para anticiparse a la maduración de la crisis revolucionaria y, por tanto, lanzar una contrarrevolución de carácter preventivo (una korniloviada adelantada y más elaborada). Pero, continúan estos camaradas afirmando que tomó dichas medidas " de tal modo " que no volvió a triunfar ninguna insurrección del tipo de la Soviética. Una vez más, sale a relucir el subjetivismo con que enfocan la política: hacen depender absolutamente los acontecimientos históricos -las insurrecciones y su desenlace, v.gr .- de la voluntad de los actores más conscientes, dejando de lado los factores objetivos sin cuya participación una insurrección puede reducirse al bonito nombre que se le da a una aventura. Además, destacan como decisiva la actuación de uno solo de los sujetos conscientes: los imperialistas. ¿y el proletariado revolucionario? ¿Acaso no podía o no puede neutralizar aquellas medidas preparando de otro modo las insurrecciones y guerras populares, sin que dejen de serlo? Esa unilateralidad es una constante en estos camaradas, los cuales absolutizan cuanto atañe al enemigo de clase y reducen a cero el papel de las masas oprimidas.

2°) El PCE(r) acusa a la Internacional Comunista de haber antepuesto la "vía de Octubre o insureccionalista" a cualquier otra, con lo que fracasó. ¿Y cuál es esa vía? Desde luego que no es "insureccionalista" en el sentido pretender resolver la cuestión del poder en un solo y breve alzamiento popular armado, puesto que la actividad militar de Octubre abarcó desde los preparativos durante la Primera Guerra Mundial hasta la guerra civil y contra la intervención extranjera de 1918 a 1920. Y de eso siempre fueron conscientes los bolcheviques y la IC. ¿Querían entonces imponer al proletariado mundial la espera hasta una repetición de la guerra imperialista? En absoluto. Como lo atestiguan las diferentes tentativas insurreccionales de los años 20 y su estudio sistemático en el texto ya mencionado. La insurrección armada , la IC tenía también en cuenta la revolución rusa de 1905-07 -en la que tuvo menor influencia la guerra con el exterior- y sus enseñanzas en el sentido de concebir la victoria de la clase obrera en cada país como fruto de una guerra civil prolongada, compuesta por varias insurrecciones, incluida la decisiva. Lo que sí es cierto es que la IC nunca se apartó en lo militar del principio según el cual la emancipación de los obreros debe ser obra de los obreros mismos, y continuó defendiendo que la lucha armada debía ser la de las masas y condenando la táctica terrorista y aventurera.

3°) ¿Fracasaron las insurrecciones porque esta línea era incorrecta? Esto lo tendrían que demostrar quienes así lo afirman (lo mismo que la supuesta atribución principal de los fracasos a la socialdemocracia o el supuesto abandono de la vía insurreccional). En nuestra opinión, no era equivocada, a pesar de las derrotas: en todo caso, debía desarrollarse, mejorarse y perfeccionarse con la experiencia; pero lo que realmente incidió negativamente en su éxito durante los años 20 fue que el movimiento revolucionario del proletariado sufrió objetivamente un receso y luego una lenta recuperación que culminaría en la confluencia de los años 30 y 40. Aquí, en combinación con la II Guerra Mundial, la línea militar proletaria de masas arrancó al imperialismo la mitad de Europa y creó el campo socialista. ¿Se puede considerar eso un fracaso? Claro que los del PCE(r) pueden respondemos que la "vía insureccionalista" fue incapaz de adelantarse a la guerra imperialista. En esto, sin duda influyó la contraofensiva fascista como un fenómeno nuevo que sorprendió a los comunistas, que no siempre fue bien analizado por éstos y que, por eso, favoreció la degeneración revisionista en más de un partido (síntoma de la precaria "bolchevización" de éstos). Pero, esa incapacidad de adelantar la revolución a la guerra mundial sobre todo se debió -repetimos- a que la situación revolucionaria todavía no se había desarrollado hasta su fase crítica (salvo quizás en España). ¡Y es que la revolución no se hace sólo cuando uno quiere, sino, además, cuando uno puede! Mientras la posibilidad objetiva madura, hay que preparar las condiciones subjetivas para ese momento. Yeso es lo que hizo la IC, incluso en su VII Congreso (con graves errores), para conquistar a las grandes masas del pueblo y sortear el obstáculo del fascismo que la burguesía había lanzado contra la revolución que maduraba.

4°) El PCE(r) describe la historia de la IC de una manera simplista, antidialéctica y hasta maniquea: abandonó la vía insurreccional y volvió a los viejos métodos legales y parlamentarios, olvidó la primacía que Lenin otorgaba a los ilegales y clandestinos, interpretó su obra La enfermedad infantil del "izquierdismo" en el comunismo como un imperativo,...Ese cambio de rumbo de la IC es una falsedad de cabo a rabo: nunca abandonó la vía insurreccional sino que trató de concretar cómo abrirle camino a su triunfo [32] ; nunca olvidó la necesidad de primar los métodos ilegales y clandestinos en el sentido estratégico , que no táctico; y nunca volvió a los viejos métodos legales y parlamentarios y al imperativo de La enfermedad infantil ... , por la sencilla razón de que nunca los había abandonado y siempre luchó por su aplicación correcta (revolucionaria).

No queremos dar una apariencia idílica a la historia de la IC ya que hubo errores y bandazos serios, pero nunca tan exagerados y tan burdos como el PCE(r) los pinta, reduciendo todo a la lucha entre el bien (lo ilegal, lo militar) y el mal (lo legal, lo pacífico).

5°) Este partido sostiene la necesidad de forjar un ejército popular para la insurrección, a lo largo de una guerra prolongada, sin esperar condiciones ideales. Veamos. Cierto es que se necesita forjar un ejército popular, pero ¿para la insurrección, antes de la insurrección? Se necesita tal ejército para triunfar en la guerra civil revolucionaria que la burguesía obligará al pueblo a librar contra ella para imponer éste su voluntad de cambio social. Pero la insurrección no debe concebirse como acto único y final de esa guerra (otra cosa es que el desenlace de la misma pueda ser una gran insurrección donde el poder rojo no estuviere ya establecido), sino que ésta se compondrá de una serie de insurrecciones que no son otra cosa que el armamento de las masas proletarias, el desarrollo de su lucha de clase hasta su forma superior -la militar-, la continuación de su lucha política por otros medios. Es a lo largo de esas insurrecciones y de toda la guerra civil (que comprenderá también la lucha guerrillera) cómo se forjará el ejército popular. Lo que propone (y practica) el PCE(r) es aplicar los métodos de la fase superior de la lucha de clases cuando ésta aún no ha llegado: eso es una aventura, eso es terrorismo.

Pero, esa guerra prolongada que empieza como guerra de guerrillas, ¿no es lo que defendía Mao Tse-tung? Sí, pero en una situación bien concreta. Lo defiende desde un partido recién salido de una experiencia insurreccional en las ciudades y como fruto del análisis concreto de la sociedad china: semi-colonial, semi-feudal, pendiente de una revolución agraria, con la masa de la población trabajadora perteneciente a la pequeña burguesía y dispersa en el campo, con predominio de la coacción y violencia extraeconómica sobre ella, sin poder reaccionario centralizado y unido, inmersa ya en continuas guerras (en sentido estricto) entre territorios y clases sociales con diferentes ejércitos, pésimas comunicaciones, aislamiento de áreas geográficas, etc., etc. Querer trasplantar mecánicamente las conclusiones del planteamiento de Mao a un país imperialista como España es, otra vez, dogmatismo. En aquella China, la lucha armada era ya la forma de lucha de las masas , antes de que se lanzara a ella el Partido Comunista: aquí, todavía no. ¡Aprendamos de la teoría de la guerra popular prolongada de Mao como una guía para la acción en nuestra realidad que es, en gran parte, diferente! Nos consta que el PCE(r) tampoco intenta aplicarla al pie de la letra, pero toma de ella lo que le interesa en función de su idea preconcebida, y no en función de la realidad social.

6°) El PCE(r) afirma justamente que Lenin no descuidó la preparación militar durante largos años, pero calla que, en la mayoría de ellos, se opuso a la lucha armada de las organizaciones de vanguardia, como podrá comprobar el lector al pie de este artículo.

7°) No nos parece lo más probable que el ejército popular revolucionario vaya a surgir como una parte del ejército reaccionario escindida de sus filas. Sin embargo, de ahí a despreciar la utilidad del trabajo revolucionario dentro de las fuerzas armadas de la burguesía -como hace el PCE(r)-, media un abismo. Siguiendo su enfoque metafísico, no hay contradicciones ni fisuras (salvo en el proletariado cuyas masas mayoritarias no merecen tal nombre): el Estado imperialista es reacción absoluta , sin "márgenes de libertad para acumular fuerzas", y su ejército es tan compacto que no cabe esperar que lo descomponga o siquiera influya en él mínimamente la lucha de clases que se desarrolla en el seno de la sociedad. El fascismo que han descubierto estos camaradas ha venido a subvertir, no ya las leyes esenciales de la superestructura capitalista, sino las de todas las formaciones políticas de la historia: éstas nos informan que, en las revoluciones sociales, siempre han concurrido la derrota militar de la reacción y, a la vez y como parte de ésta, la descomposición de sus fuerzas armadas.

Tras más de 20 años de que le dé la espalda, estos camaradas no se preguntan qué le ocurre a la clase obrera a la que dicen servir, cómo se compone internamente, qué intereses ligan a tal o cual sector de la misma con el Estado y con su papel en la división imperialista internacional del trabajo. ¡Como para interesarse por influir en las contradicciones al interior de las fuerzas armadas burguesas! ¡Qué importa que la tropa y las escalas básicas las compongan hijos del proletariado y demás trabajadores (aunque ya estén profesionalizados y eso dificulte las cosas), que cobran salarios de obreros, que con el aumento de la represión interna y externa se les exija una intensificación redoblada de su ya asqueroso "trabajo", que sufran toda clase de vejaciones por parte de sus superiores para imponerles una disciplina ciega, que se les prohíba la libre sindicalización, etc.!

8°) Los simpáticos camaradas del PCE(r) tratan de atacar nuestras posiciones con ese "Estudiar, observar y simular: palabrería sin actos, que diría Lenin" [33] . Sin embargo, a estas alturas, el lector habrá podido comprobar cuál era la auténtica línea táctica de Lenin en las condiciones que más se asemejaban a las actuales: concentrar todos los esfuerzos en el fortalecimiento de la organización y la distribución sistemática de materiales políticos; crear una organización de revolucionarios que se centre en la agitación política; cada paso de movimiento de masas real vale por docenas de atentados y de resistencias minoritaria; no es la hora de armarse sino de pertrechar a las masas con la ardiente necesidad de armarse y de atacar al enemigo: hasta en la mismísima guerra imperialista, propugnar no los atentados ni el sabotaje de ésta, sino la propaganda y la agitación contra el chovinismo y por la guerra revolucionaria; etc.

V. Ferrer nos conmina a adelantar "desde hoy, aunque sólo sea en germen, todas las condiciones necesarias para la insurrección, incluida la lucha armada". De acuerdo, pero ¿qué significa "en germen"? Quiere decir algo intermedio entre la lucha de clases pacífica y la guerra civil abierta en que habrá de convertirse. La concreción de ese estadio embrionario debe hacerse teniendo presente, no sólo el objetivo, sino también el punto de partida, la situación actual que comprende el nivel de conciencia de las masas (dependiente de su educación política comunista y del desarrollo efectivo alcanzado por su movimiento). Los de Antorcha hablan a la ligera del fracaso de la "vía de Octubre o insureccionalista", pero lo que realmente pone de manifiesto la experiencia de los últimos 20-30 años en Europa es que la lucha armada de destacamentos de vanguardia, lejos de incorporar a tal actividad a masas crecientes, ha favorecido la movilización de éstas por parte de la reacción, facilitando así sus planes represivos antipopulares [34] .

 

3.5- Los límites de la acumulación de fuerzas por medios pacíficos

Llegados a este punto, los camaradas del PCE(r) suelen alegar que, según su propia experiencia, el Estado burgués reprime implacablemente y desde el principio todo intento de trabajo revolucionario por métodos no militares e incluso legales [35] . Sin embargo, no quieren reconocer que son ellos mismos los que se lo ponen fácil al enemigo de clase, ya·qué pretenden realizar esa labor manteniendo su guerrilla, su lucha armada, al mismo tiempo. A los imperialistas nunca les faltan ganas de aplastar la actividad revolucionaria, pero, salvo que peligre su régimen en lo inmediato, se contienen si amplias masas la apoyan o, al menos, la consideran legítima, (p.ej… el derecho a expresar ideas comunistas o a organizarse para tareas pacíficas o incluso para cierta autodefensa). De lo contrario, se desenmascararían innecesaria y precipitadamente, y las cosas empeorarían para ellos. Pero si los revolucionarios tratamos de imponer a esas masas objetivos inmediatos o métodos de lucha que no comparten, los reaccionarios ya no se sentirán obligados a contenerse y su represión se cebará sobre nosotros con el beneplácito o la indiferencia de la inmensa mayoría.

Un problema que sí es real y difícil pero no imposible de solucionar es el del golpe contrarrevolucionario preventivo. Hemos visto que la táctica terrorista no sirve porque legitima a la reacción a los ojos de las grandes masas. Ahora bien, en el caso de que la burguesía rompa las reglas del juego "democráticas" antes de que el pueblo haya elevado su conciencia y su actividad hasta el nivel militar, ¿qué debemos hacer los comunistas?:

1) Es necesario prepararse y preparar a las masas para hacer frente a esta eventualidad ya experimentada históricamente, de modo que el avance hacia la revolución sufra el mínimo de daños.

2) Con un correcto trabajo revolucionario previo de educación y organización de las masas, un golpe preventivo de esta índole sólo podría suscitar la indignación de éstas y acelerar su maduración para la insurrección armada.

3) Si, a pesar de ello, tal insurrección aún no es posible o inmediata, quizás cierta actividad militar de una amplia vanguardia pueda gozar de la simpatía del pueblo, pero la decisión de emprenderla no debería precipitarse sino basarse en un correcto cálculo de su utilidad para llevar a las masas a la lucha armada victoriosa: en el caso de que aquella fuere inconveniente, deberemos seguir acumulando fuerzas por medios más pacíficos (legales e ilegales), a pesar de las mayores dificultades, hasta que se forjen objetiva y subjetivamente condiciones propicias para elevar la lucha de clases hasta su forma superior: la guerra popular.

3.6- Una salida digna y revolucionaria

V. Ferrer se muestra muy ofendido por la propuesta que hicimos al PCE(r) en el Editorial del número 18 de La Forja . Para que esta organización pudiese servir realmente, y no sólo con buenas intenciones, a la causa del comunismo, le proponíamos una salida del atolladero terrorista en el que se ha metido. Ésta resulta indudablemente muy dura, pero es la más conveniente, a falta de una poderosa reactivación del movimiento revolucionario de masas:

"... creemos que pueden contribuir positivamente a la Reconstitución del verdadero Partido Comunista. Para hacerlo de manera cabal, tendrán que emprender un proceso de rectificación con una valiente autocrítica de sus concepciones y de su trayectoria. Teniendo en consideración el problema de los presos políticos del PCE(r) y de los GRAPO, deberían adoptar las siguientes medidas:

1°) Entablar una negociación con el Gobierno para conseguir las máxima" concesiones para éstos.

2°) No imponer al Gobierno, como condición insalvable, "nuestras libertades y derechos" y otras cosas imposibles bajo el capitalismo.

3") Disolver los GRAPO como organización militar, cesar la lucha armada y jurar al pueblo que no volverán a emprenderla hasta que éste la considere necesaria.

4") Dedicar todas sus fuerzas a la labor de educación revolucionaria del proletariado, principalmente de su vanguardia.

Por supuesto que el Estado considerará que no son medidas suficientes para liberar a los presos y legalizar el PCE(r) (esta última nos parece una reivindicación innecesaria), porque aquél pretende una apostasía de los principios revolucionarios, una renuncia para siempre al derecho a rebelarse y a empuñar las armas, una política de arrepentimiento por haber luchado contra el régimen capitalista, una práctica de delaciones y demás traiciones repugnantes. Espermos que estos camaradas no acepten nunca tales condiciones, por lo que los presos tendrán que seguir algún tiempo en las cárceles. Sin embargo, el desarrollo de su trabajo revolucionario desde ellas y, sobre todo, el acertado trabajo de masas de todos los comunistas de los distintos destacamentos organzados -esta vez sin el obstáculo de una lucha armada que esas masas no comparten- levantarán un movimiento de simpatía popular con estos héroes de nuestra clase (que cometieron el error de una lucha armada prematura, pero tuvieron la valentía de arriesgar sus propias vidas para servir al pueblo). Y ese movimiento los sacará de las prisiones y los volverá a reunir con sus gentes, más pronto de lo que desearía la reacción, y esperamos que sea para seguir contribuyendo a la futura revolución". (pág. 41)

De la respuesta injuriosa de Antorcha , sólo merece la pena contestar a dos cuestiones:

1°- Nosotros nunca hemos dicho que, en esa negociación, fuera imposible obtener "ninguna contrapartida pero bajo el capitalismo, es pedir peras al olmo, es algo que sólo se podrá conseguir con el socialismo. Así pues, si el PCE(r) plantea una negociación seria, basada en la correlación de fuerzas existente, o bien pretende que la burguesía le conceda la mismísima revolución socialista, o bien confunde "los derechos y libertades" de la clase obrera con la idílica democracia burguesa soñada por todos los pequeñoburgueses.

2°- Tiene la desfachatez de confundir nuestra propuesta con la que les formuló el CESID en las últimas negociaciones (pág. 33). Si las cosas fueran así, el Estado les habría reconocido el derecho a combatirlo con las armas en la mano si cuentan con el beneplácito del pueblo. En ese caso, el actual Estado imperialista no sólo no sería la reacción absoluta, sino que sería el más democrático que jamás ha existido. ¡Aclaraos, camaradas del PCE(r)! No obstante, tenemos que concederles que sí compartimos con la burguesía una petición de arrepentimiento y rendición. Pero eso es lo formal, lo aparente, porque ambas propuesta" son antagónicas; en cuanto a su esencia de clase: el Estado les pide someter sus inclinaciones pequeñoburguesa al interés de clase de la burguesía monopolista y nosotros al interés de clase del proletariado... ¡Nada menos!

4-Acerca de la táctica electoral de los comunistas

Frente a nuestra crítica contra el antiparlamentarismo "izquierdista" del PCE(r), el artículo de Antorcha responde con los siguientes argumentos que vamos a rebatir:

1) Busca algunas citas de los clásicos que le amparen. Una es de F. Engels, describiendo la tradición abstencionista, en España. "Sólo" le falta añadir que éste no se refiere a este hecho precisamente como una virtud de nuestro movimiento revolucionario decimonónico, recordando que "Ya el Manifiesto Comunista había proclamado la lucha por el sufragio universal, por la democracia, como una de las primeras y más importantes tareas del proletariado militante,... "[36] . La otra cita es de Lenin, reclamando el boicot a la Duma... ¡en plena revolución de 1905-07! Pero al camarada Ferrer sólo se le ocurre preguntar: "¿acaso el parlamento español representa hoy mejor al pueblo que la Duma de 1905 y 1906 contra la que Lenin escribió?" (pág. 36) No repara en que Lenin condiciona el boicot no tanto a esa falta de representatividad cuanto al "vigor de nuestra lucha", en referencia a la revolución armada de masas en curso, y que considerará erróneo el boicot a las siguientes convocatorias de la Duma.

2) Afirma con rotundidad absoluta y contra toda estadística que

"las masas hace tiempo que han perdido la fe, la esperanza y hasta la caridad en el sistema electoral y en el parlamentarismo burgués. " (pág. 36)

¿Será que la mayoría que sigue participando en las farsas electorales son esas masas que no merecen tal nombre? Estaríamos de acuerdo con él si se hubiera limitado a hablar de crecimiento de la abstención electoral en la vanguardia proletaria, como manifestación del creciente desengaño de las ilusiones democrático-burguesas que albergaba esa vanguardia . Pero, lo que afirma muestra la mayor incapacidad para entender la realidad o, lo que es peor, el mayor desprecio hacia esas grandes masas que serán decisivas en la cumbre del proceso revolucionario. Esto confirmaría nuestra sospecha de que los dirigentes del PCE(r) -carentes de confianza en la clase obrera y en la Revolución Socialista- se conforman con el papel de "mosca cojonera" del sistema capitalista.

3) Otra vez, V. Ferrer se atreve a predecir nuestro futuro: en esta ocasión, vaticina que, cuando se haya reconstituido el Partido Comunista, nos presentaremos a las elecciones para seguir los pasos de Carrillo (pág. 36). No le entra en la cabeza que se puedan utilizar los medios de lucha legales para hacer un trabajo revolucionario , al mismo tiempo que se emplean otros medios ilegales (incluso militares, llegado el caso). En cuanto a la conveniencia de que el proletariado revolucionario concurra a las elecciones y al parlamento burgués es algo que no se puede resolver de antemano: entretanto, nos reservaremos el derecho de acudir a este medio de lucha, entre otros, siempre que sea más beneficioso que perjudicial para el avance hacia la Revolución Socialista. En cualquier caso, el desarrollo de la democracia y de la representatividad de la clase obrera no se basarán en esta posibilidad, sino en la construcción de sus instrumentos políticos: el Partido Comunista, las organizaciones del Frente Único, el Ejército Rojo y los organismos del nuevo poder revolucionario.

5- Sobre la actitud de los comunistas hacia los sindicatos

En el Editorial del número 18 de La Forja , criticábamos la consigna "izquierdista" del PCE(r) de boicot a los sindicatos reaccionarios (CC.OO. y UGT, principalmente) para aislar al régimen, por cuanto favorecía el aislamiento de los comunistas con respecto a las masas del proletariado. Ocultando la lucha que siempre hemos sostenido contra los dirigentes sindicales oportunistas y su política vende obrera, el camarada Ferrer nos acusa de concebir el trabajo en los sindicatos "como un fin en sí mismo" y de ayudar así al Estado burgués a "mantenerlos a flote". (págs. 37 y 39) Examinemos los principales argumentos que sustentan tan peregrina conclusión:

1º) Es interesante detenerse un instante en ese curioso objetivo que es el "aislamiento del régimen boicoteando los sindicatos afines a él". De principio, debemos subrayar que el objetivo de los comunistas no es otro que la destrucción del régimen burgués. El aislamiento de éste, si tiene algún sentido, habrá de entenderse como el del aparato estatal y otras instituciones de la superestructura , puesto que los obreros formamos parte del régimen social capitalista y no podemos aislarnos de nosotros mismos; lo que debemos hacer es destruirlo transformándolo en otro superior, como resultado del desarrollo de la contradicción antagónica interna que conforma y corroe al régimen actual. Por lo tanto, el aislamiento del régimen no puede ser un objetivo en sí, y sólo será conveniente en cuanto sirva al objetivo revolucionario.

Pero es que, además, los sindicatos ni siquiera son, sin más, instituciones burguesas, por mucho que su dirección lo sea: son organizaciones de las masas proletarias que el capital necesita controlar para quebrar la unidad y la independencia de nuestra clase, y, con ello, el camino revolucionario. En un principio, aquél no quería ni oír hablar de ellos, porque entorpecían su base de libre concurrencia individual. Pero, cuando el desarrollo capitalista engendró el monopolismo y se extendió la organización de nuestra clase, se hicieron inevitables los sindicatos y se volvió imprescindible para la burguesía su control. Éste ya habíase demostrado posible gracias a la espontánea tendencia al corporativismo inherente al sindicalismo (por cierto, una característica esencial del fascismo). La burguesía necesita ese control permanente y los jefes oportunistas se lo proporcionan porque sus organizaciones dirigen, de un modo más o menos directo, a grandes masas del proletariado (y no tanto a las más atrasadas, sino a las medias que han alcanzado una conciencia de "clase en sí', o incluso mayor, en algunos casos). Por eso, si los revolucionarios las boicoteamos, nos aislaremos de dichas masas por propia voluntad y para infinito regocijo de los explotadores.

Por supuesto que una acción propagandística y organizativa externa es imprescindible. Aunque su carácter externo no será absoluto, puesto que la propaganda se situará en el terreno de las contradicciones ideológicas y políticas de las masas obreras sindicalizadas o no, y los organismos generados por el Partido se guiarán por los principios del Frente Único anticapitalista en su relación con aquéllas. Sin embargo, como enseña el materialismo dialéctico y corrobora toda la experiencia del movimiento obrero, las contradicciones externas sólo pueden actuar a través de las internas, siendo éstas las principales: por ello, los comunistas sólo podemos conquistar a las masas (sean las que sean, en cada momento), también y primordialmente , por medio de la más estrecha vinculación organizativa con ellas.

Ésta es la verdadera razón de fondo por la que Lenin nos impelía a trabajar en los sindicatos reaccionarios.

2°) Tiene razón el camarada V. Ferrer cuando sostiene que, a diferencia de hoy, en los tiempos en los que Lenin escribió La enfermedad infantil del "izquierdismo" en el comunismo , los sindicatos

"estaban en pleno auge y aglutinaban a grandes masas de obreros". (pág. 37)

Sin embargo, esto no basta para validar ahora la táctica "izquierdista" de boicot hacia ellos, puesto que conservan su mando sobre aquellas grandes masas, del proletariado, aunque sea de una manera más indirecta. Para justificar su consigna, el PCE(r) necesita exagerar su correcta apreciación anterior:

“... ¿de dónde extrae La Forja que esos sindicatos amarillos son de masas? Las masas hace tiempo que no sólo no los siguen, sino que los han abandonado y se han enfrentado a ellos en un sinfín de ocasiones hasta dejarlos casi vacíos, reducidos a su estructura burocrática". (pág. 37)

Hay mucho de verdad en esta descripción de hechos, pero han sido exagerados para llegar a una conclusión falsa. En efecto, las grandes masas de nuestra clase no se han organizado al margen de esos sindicatos oportunistas y, por lo general, siguen dependiendo de ellos, para organizar su lucha reivindicativa. Ésa es la realidad con la que hay que lidiar.

Pero, ¿y los obreros más avanzados? El artículo de Antorcha nos reprocha :

“¿qué pinta una fracción roja o un círculo obrero dentro de CCOO o UGT? Los obreros más avanzados no se encuentran en CCOO y UGT por la sencilla razón de que se han hecho incompatibles con esas centrales." (págs. 38 y 39)

Es cierto que muchos proletarios de vanguardia ya no militan en esos sindicatos, pero también lo es que otros muchos lo siguen haciendo para combatir la línea oportunista procurando movilizar contra ella a las masas trabajadoras situadas dentro o en el entorno de dichas organizaciones. El escaso éxito alcanzado hasta hoy en este empeño (al igual que en otras actividades) se debe, ni más ni menos, al insuficiente desarrollo del proceso de Reconstitución del Partido Comunista, que es "el eslabón principal para asir el resto de la cadena", como diría Lenin. Por lo demás, nos atreveremos a formular una pregunta a los camaradas del PCE(r) y a todos los que compartan aquí su punto de vista: ¿Qué pinta un obrero avanzado que rechaza los posibles vínculos organizativos, directos o indirectos, con las grandes masas, y sólo se preocupa por conservar su inmaculada pureza?

3°) Es por todo eso que la táctica de boicot a los sindicatos amarillos que sostiene este partido está llena de fisuras en la práctica e, incluso, en la teoría. El propio V. Ferrer lo refleja en su artículo:

"En el caso de que todos o la mayoría de los obreros de la empresa estén afiliados a un único sindicato, (sea el que sea, incluidos CCOO y UGT) -del que todavía no hayan salido huyendo-, los militantes se afiliarán a ese sindicato y aprovecharán los innumerables conflictos laborales para elevar el nivel de conciencia de sus compañeros, para conectar con otros trabajadores del sector procurando la unidad, para extender los métodos asamblearios y democráticos, para plantear justas reivindicaciones, etc.". (págs. 37 y 38)

4°) Además, cuando las condiciones objetivas sean más favorables a la revolución y el proletariado se haya dotado de su Partido Comunista o esté más cerca de ello, los dirigentes sindicales oportunistas de CCOO y UGT, si no quieren desaparecer y dejar de servir al capital, tendrán que radicalizar su política, con lo que crecerá el carácter de masas de sus organizaciones y se reducirá el peso de la burocracia en su seno. En definitiva, la situación se volverá aún más parecida a la que conoció Lenin y se hará todavía más evidente la necesidad de trabajar en esos sindicatos reaccionarios ya directamente "de masas".

5°) Por último, muchas de las orientaciones que defiende Antorcha para el trabajo sindical de los comunistas son muy similares a las nuestras o perfectamente compatibles con ellas. Pero, el camarada V. Ferrer no quiere ver eso porque le obsesiona "tomarse la revancha" sobre nosotros por haber puesto al descubierto los errores o las contradicciones de su partido: para eso, no tiene escrúpulos en ocultar y tergiversar nuestro verdadero punto de vista, sustituyéndolo por la fórmula: "los comunistas tienen que trabajar en los sindicatos por más reaccionarios que sean, hasta expulsar a sus dirigentes". (pág. 38)

Deduce eso de una interpretación forzada de un viejo documento nuestro, a pesar de que, en el trabajo que sirve de base a su crítica, defendimos una posición muy diferente a aquella simple fórmula: "Hay un debate equivocado que, en ocasiones, se plantea, sobre cuál debe ser nuestro objetivo en el trabajo sindical: ¿expulsar a los dirigentes oportunistas de las organizaciones sindicales hoy existentes o escindimos de éstas? En un futuro, habrá que decantarse por una opción o por la otra, según cada caso concreto. Pero mientras, el objetivo principal, al que deben subordinarse todos los demás, es ganar para la política comunista a la vanguardia y luego a las masas del proletariado"[37] .

6- Algunas consideraciones finales

Recapitulando, la línea política del PCE(r) se aparta del marxismo-leninismo en aspectos importantes.

En cuanto al fondo, la estrategia, asoma el revisionismo de derecha, sustituyendo la Revolución Socialista Proletaria, como objetivo principal del desarrollo social, por otro tipo de metas: esto es, derribar al fascismo para conquistar una democracia desde la que sí se priorizaría ya la lucha por el socialismo. De la mano del revisionismo de derecha -que es el principal enemigo de la liberación del proletariado- los partidos comunistas de la mayoría de los países imperialistas dejaron de luchar por la Revolución Socialista. Se limitaron a perseguir reformas que mejorasen o, al menos, que frenasen el deterioro de la democracia y de las condiciones económicas para amplias capas de trabajadores, sin combatir al régimen capitalista de explotación de los obreros y de los pueblos oprimidos.

En España y en otros países de capitalismo tardío, este revisionismo se manifestó bajo una forma particular y "adaptó" los viejos esquemas estratégicos a la nueva realidad. En efecto, es una controversia a dilucidar si en nuestro país, entre finales del siglo XIX y mediados del siglo XX, la revolución pendiente tenía carácter socialista proletario o democrático-burgués. El PCE bascularía, durante los años veinte, de la primera a la segunda opción, de manera definitiva. Luego esta meta perdería su razón de ser por la reestructuración social plenamente capitalista que operó el franquismo. Sin embargo, la necesidad de una etapa intermedia quedaría grabada de tal forma en la cultura del movimiento comunista español que se empezó a reivindicar toda suerte de "revoluciones" democráticas, antimonopolistas, antifascistas,... previas a la Revolución Socialista y para las que ya no había ningún tipo de precedente ni de justificación desde el punto de vista marxista-leninista.

El PCE(r) no fue capaz de sustraerse a esta equivocación y se apoyó, para ello, en una peculiar concepción del fascismo. Éste aparecería identificado con el Estado burgués de la etapa monopolista del desarrollo del capitalismo, borrando toda diferencia cualitativa entre fascismo y democracia burguesa imperialista, puesto que -según estos camaradas- la tendencia a la reacción que Lenin había observado en esta etapa superior del régimen burgués habría desembocado en reacción total y absoluta (al igual que, para Kautsky, el imperialismo desembocaría en "ultraimperialismo", o lo ha hecho en "imperio", para Toni Negri y otros neokautskistas). De esta manera, las posibilidades pacíficas y legales para preparar la revolución desaparecían y, entonces, o bien habría que recuperarlas derribando previamente al fascismo (teoría revisionista de derecha sobre la etapa intermedia), o bien toda la preparación habría de reducirse a los medios de lucha ilegales y armados (revisionismo de "izquierda"). Fracasado el intento de dar a la Reforma o Transición española un contenido más rupturista, prevalece este último tono ultraizquierdista en el discurso del PCE(r). Sin embargo, dado que esta variante del revisionismo es aun más inviable -puesto que se contrapone directamente a las masas, que constituyen la única fuerza real frente al régimen burgués-, en cuanto surja la más mínima crisis en éste, volverán a esgrimir ese trasto viejo de la "etapa intermedia antifascista".

En definitiva, en el PCE(r), bajo el revisionismo "izquierdista" en la forma, en la táctica, subyace el viejo revisionismo derechista que relega la Revolución Socialista a las calendas griegas.

En cuanto a ese aspecto de su "izquierdismo" que es la táctica terrorista, es importante tener las ideas claras, incluso más allá de la existencia de esta organización, puesto que tal desviación está "de moda" internacionalmente desde hace unos cuantos años:

1°) El presente artículo, que se centra en la crítica de este error, debe contextualizarse con todo lo que hasta hoy ha publicado el PCR y que tiene por eje la causa consistente en derribar al imperialismo y en impulsar la Revolución Proletaria Mundial hacia el Comunismo. Por eso, como decíamos al principio de este trabajo, nuestro enemigo es la reacción burguesa y compartimos campo con todos los que se le oponen, incluidos los que elijan la táctica terrorista y debemos apoyarlos frente a los golpes que ésta pretenda propinarles ("La rebelión se justifica", decía Mao Tse-tung).

2°) El concepto de "terrorismo" tiene para nosotros un significado bien preciso y muy distinto al que le dan los ideólogos burgueses. En su acepción más amplia, se entendería por tal el ejercicio de la violencia con fines intimidatorios respecto de terceros. En este sentido, el terror se tiene que reputar por legítimo mientras existan antagonismos de clase. Así, las guerras coloniales, las de rapiña entre grandes potencias, los baños de sangre contrarrevolucionarios, el fascismo, las agresiones y embargos imperialistas, los GAL de todo tipo, etc., con sus cientos de millones de víctimas a cuestas otorgan al capitalismo el título de mayor terrorista de la Historia (y eso. sin contar el terror silencioso que siembra de continuo su régimen económico de desigualdades, ruina, explotación, desempleo, miseria, hambre,....). Pero, para los beneficiarios de tanta carnicería, todo eso son exageraciones o bien "catástrofes naturales", “daños c olaterales” o incluso legítima defensa. "libertad duradera" y "justicia infinita". Para ellos, terrorismo es toda rebeldía que perturbe su función de sanguijuelas del pueblo trabajador. Incluye, por tanto, toda violencia revolucionaria y eso significa que, por principio, no puede haber acuerdo genérico entre capitalistas y obreros conscientes para "la lucha contra el terrorismo".

Para el proletariado revolucionario, el terrorismo en su acepción más general es un medio legítimo de combate en situaciones revolucionarias y de guerra civil, como un aspecto secundario de éstas, absolutamente subordinado al avance de la sociedad hacia el Comunismo (lo que, de por sí, limita estrictamente las posibilidades de su uso).

3°) Dicho esto, debemos recordar las palabras de Lenin en el sentido de que "sólo una adecuada resistencia a la reacción ayuda a la revolución". Por eso, el marxismo-leninismo condena sin paliativos ese terrorismo individual o sin masas que hemos analizado a lo largo del presente artículo. En el seno del movimiento obrero, debemos desplegar una lucha implacable contra él y por una táctica verdaderamente revolucionaria.

4°) La "moda" terrorista no es ajena a la grave crisis que sufre el movimiento comunista internacional desde hace un cuarto de siglo. En tiempos de Marx, Engels, Lenin, Stalin y de la Komintern, a nadie se le habría permitido defender en nombre del marxismo esta táctica emparentada con la acción directa de los anarquistas[38].

Sólo cuando el revisionismo moderno se apoderó de la dirección de la mayoría de nuestro movimiento, con su "vía pacífica al socialismo", la pequeña burguesía y la burguesía nacional de los países oprimidos tomaron la cabeza del combate antiimperialista con sus métodos terroristas (atentados individuales, focos guerrilleros guevaristas,...). Entonces, las masas revolucionarias empezaron a confundir todo eso con la Guerra Popular verdadera del proletariado.

Claro que, al principio, entre los años 60 y 70, cuando el movimiento de liberación nacional todavía era poderoso y en los países imperialistas despuntaba un incipiente movimiento revolucionario de masas, esta confusión se traducía en simpatía por tales métodos (con la ayuda de los revisionistas soviéticos que, bajo cuerda, animaban a esta nueva burguesía radicalizada). Pero, a partir de los años 80, cuando toda esa podredumbre se vino abajo -desde el Muro de Berlín hasta el "socialismo" árabe, pasando por la revolución latinoamericana-, las masas dieron la espalda al terrorismo que las tomaba por carne de cañón, encima a cambio de nada o de unas míseras reformas, y aquella confusión fue aprovechada por los ideólogos reaccionarios para denigrar la causa comunista a la que identificaron con el terrorismo, con la inestimable ayuda de sus nuevos e indignos representantes: los revisionistas de derecha y también de los de "izquierda". Desde entonces, esos plumíferos utilizan el repudio al terror para propagar el pacifismo burgués (o sea, la sumisión a los explotadores), para estigmatizar la violencia revolucionaria, para criminalizar y aislar socialmente a los movimientos de resistencia de masas, y para contrarrestar los preparativos de la futura Revolución Socialista Proletaria.

Por todo ello, admitir la táctica terrorista como un matiz legítimo en el movimiento proletario revolucionario, no deslindar campos con ella, no combatirla, es un error especialmente grave en la actualidad.

5°) También merece la pena contestar al argumento que defiende al terrorismo como la vía más rápida o incluso la más realista, aunque sea la más dolorosa, para preparar la revolución. Sobre todo cuando, en una forma u otra, tuvo bastante que ver con el éxito en Argelia o en Cuba.

Es cierto que, contra el imperialismo, la guerra nacional es justa y ésta, cuando la dirigen sectores burgueses, tiende a tomar a las masas como simple carne de cañón (léase la maquiavélica lógica de "acción-represión-más acción". los atentados en las Torres Gemelas del World Trade Centre de Nueva York con miles de víctimas civiles [39], etc.). Se puede triunfar en una guerra así enfocada, pero: 1) será por el camino más doloroso para las masas, por el que las toma, no como protagonistas conscientes de la transformación social, sino como ganado al que se conduce a palos hacia su liberación (¿?): 2) será tal vez más rápida (o no, si se enconan las contradicciones nacionales), pero menos profundos sus logros, más fácilmente reversibles y más lejanos de la meta comunista, por no basarse en el movimiento de grandes masas cada vez más conscientes. A todas luces, la táctica terrorista comparte estos presupuestos tácticos y, por consiguiente, representa una desviación burguesa en nuestro movimiento.

Las masas proletarias y oprimidas en general son las más indefensas de la sociedad, las que más han sufrido toda clase de guerras reaccionarias, y sólo irán a la guerra revolucionaria por necesidad, porque la burguesía no les deja más alternativa para su liberación. Por eso, es deber de su partido de vanguardia luchar por el camino menos doloroso para la revolución, incluso por la "vía pacífica" si se presentara tal posibilidad realmente (la de comprar a esa pandilla de capitalistas, como decía Marx· [40] ). Pero la experiencia histórica demuestra que la burguesía ha forjado poderosos instrumentos como el ejército permanente, los cuerpos policiales, las cárceles, la burocracia, etc., con los que se opone con violencia y terror masivos a la lucha por la emancipación de los trabajadores. Debido a ello, la vía menos dolorosa para las grandes masas siempre ha sido la que fue precedida de la mayor preparación militar de éstas (conocimientos, disposición a la guerra, organización, armamento, experiencia de combate,...). Cuando no fue así, los anhelos populares acabaron ahogados en sangre, como en España, Indonesia, Chile, etc., etc. Por eso, la crítica que dirigimos contra el terrorismo tiene por objeto que las masas abran su corazón y su conciencia a la comprensión de la necesidad de la violencia revolucionaria ejercida por ellas .

6°) La táctica terrorista desvía la atención de la vanguardia proletaria de las tareas que realmente contribuyen a preparar la próxima Revolución Socialista Proletaria. Incluso amplios sectores avanzados de nuestra clase -que, sin embargo, todavía no comprenden la necesidad de esta perspectiva y se limitan a objetivos menos radicales- se han dado cuenta de lo contraproducente que resulta recurrir a una violencia mayor de la que están dispuestas a aceptar las grandes masas. De ahí las propuestas de colectivos como los Tute Bianche de Italia (que se hicieron famosos en las luchas antiglobalización de Turín y Génova). Rompamos el silencio de España, etc., enfiladas a forzar los límites de la legalidad y de las formas rutinarias de protesta mediante lo que llaman "acción directa no violenta". No nos proponemos aquí entra a valorar la utilidad de este tipo de iniciativas, sino solamente su motivación ya indicada, así como un aspecto más: sus autores comparten con los terroristas la obsesiva preocupación por la espectacularidad y notoriedad de sus acciones, en definitiva, por el eco que hallarán en los grandes medios de comunicación... ¡todos ellos pertenecientes a la burguesía! Aquí, hay que subrayar:

a) Que la "no violencia" como norma ni es solución, ni ayuda a preparar la solución.

b) Que deberían preguntarse por qué los informadores capitalistas dan publicidad de las luchas, no en función de sus objetivos, ni del número de sus participantes, ni de duración de las mismas, ni de la simpatía que despiertan en las masas no directamente involucradas, etc., sino por el grado de confrontación violenta que adquieren. Y, en relación con ello, deberían reflexionar sobre la sucia costumbre que tiene la reacción de combatir los movimientos de resistencia mediante la infiltración de provocadores de disturbios violentos . Comprenderían entonces cuán interesada está la burguesía en empujar a los proletarios de vanguardia hacia una violencia prematura para aislarnos del resto de nuestra clase y sabotear así los preparativos revolucionarios.

c) Que el problema de la publicidad, la información y la comunicación dentro de la clase obrera y el pueblo debe resolverse principalmente por nuestros propios medios. Por eso, la acción -no tanto directa, cuanto consciente, masiva y efectivamente enfilada a preparar la insurrección popular armada- debe ir precedida de una importante labor de educación comunista y de organización de las masas en torno a su Partido Comunista: requisitos que no pueden entender ni cumplimentar quienes se dejan seducir por los cantos de sirena pequeñoburgueses.

7°) Se nos podrá objetar que, en el presente artículo, no trazamos una línea militar alternativa a la táctica terrorista, incluso que hablamos más de lo que no se debe hacer que de lo que se debe. Eso es cierto y es correcto que así sea. En efecto, si no nos desviamos de los principios marxistas-leninistas, según los cuales "la guerra es la continuación de la política por otros medios" y "la lucha armada es la forma superior de la lucha de clases", y si comprendemos que, aquí y ahora, ésta se encuentra en una fase depresiva, no es la línea militar lo que corresponde desarrollar, sino otros aspectos previos de la línea política, como son lo relativo a la construcción del Partido Comunista y, posteriormente, del Frente Único (por no hablar de cuestiones sin resolver, todavía más básicas, como es el desarrollo de la ideología marxista-leninista con las lecciones de la historia de la Revolución Proletaria Mundial hasta hoy). De todas formas, para que el lector pueda comparar la línea militar pequeñoburguesa del PCE(r) con una línea militar más o menos elaborada y correspondiente a una revolución socialista como la que tenemos nosotros pendiente, reproducimos en este número de La Forja la de la Unión Obrera Comunista (marxista leninista maoísta) de Colombia y unos fragmentos del Borrador de Programa del PCR de Estados Unidos .

*****

Para concluir, advertimos al lector que no se haga demasiadas ilusiones con que este artículo vaya a conseguir poner remate a la controversia con el PCE(r): no sólo porque no responde exhaustivamente a todos los aspectos de su política, sino sobre todo debido a la larga trayectoria de sufrimientos de sus miembros, su empecinamiento y las bases objetivas de clase que sustentan la táctica terrorista. Por ello, la lucha de dos líneas sobre la misma continuará largo tiempo aún y el atractivo que ejerce el terror sobre algunos proletarios avanzados se mantendrá hasta que los comunistas revolucionarios alcancemos un cierto desarrollo práctico que demuestre con hechos cuál es la línea correcta. Mientras, insistiremos en que el camino del pacifismo burgués y el del terrorismo pequeñoburgués no sirven y son dañinos: nosotros seguiremos otro: el del proletariado revolucionario.

 

Nicolás García

 

Notas:

[1]. Como dice Stalin en su Informe al XIV Congreso del PC (b) de la URSS:"Una desviación es una desviación, una cosa que aun no ha cuajado. La desviación es el comienzo del error. O bien dejamos que el error crezca, y entonces el asunto toma mal cariz; o bien cortamos el error en su germen. y el peligro queda entonces liquidado. La desviación es algo erróneo, cuyas consecuencias aparecen después, si no se ataja a su debido tiempo". (Obras. tomo VII. pág. 346) "fariseísmo... cantamañanas ... La valentía y el espíritu autocrítico no va, desde luego, con estos críticos; quizás porque, verdaderamente, carecen de trayectoria" (pág. 32); "con mirarse el ombligo y tratar de dar lecciones con ese ridículo aire de suficiencia a que ya nos tienen acostumbrados hacen bastante" (pág.33).

[2]. La política equivocada que siguen -a juzgar por la molestia que se toman en responder de forma tan extensa y violenta a las opiniones de La Forja - debe estar cuestionada incluso dentro de su propia organización por algunos sectores. De hecho, quizás como concesión a éstos, ellos mismos admiten en su IV Congreso:

“....ha sido un error de subjetivismo por nuestra parte sobreestimar la conciencia política de las masas, es decir, considerar que éstas, por el solo hecho de vivir sometidas durante un largo periodo bajo el régimen fascista, estaban vacunadas contra las ilusiones reformistas burguesas y pondrían en práctica nuestros planteamientos en un plazo relativamente más corto, sin necesidad de una labor mucho más profunda y perseverante por nuestra parte (...) Ante todo, al dirigirnos a las masas obreras y populares hay que tener en cuenta sus verdaderas necesidades y su nivel de conciencia política. Hay que reparar también en la capacidad de engaño y manipulación de la burguesía y sus lacayos, así como en los efectos ‘disuasorios' que logra siempre la represión. Todo eso no lo vamos a combatir o neutralizar solamente con la voluntad y el ejemplo. Además hace falta tiempo y que se den otras condiciones políticas más favorables. Ciertamente, no se trata de ir a la zaga del movimiento de masas, pero tampoco de precipitamos o de menospreciar a los sectores más rezagados... (citado en Antorcha n° 6, págs. 32 y 33)

[3]. Más abajo, el camarada Ferrer iba a regocijarse sin razón con una supuesta amnesia o amnistía nuestra hacia su organización: "En otra ocasión sorprendimos a los de La Forja en su empeño en hacernos aparecer combatiendo por una «revolución democrático-burguesa». Ahora parecen haber olvidado esa historia, y tienen motivos sobrados para ello, pues ¿cómo hacer compatible la «revolución burguesa» con nuestro rechazo del parlamentarismo y el apoyo a la lucha armada dirigida contra el Estado capitalista? Imposible." (pág. 26) ¿Rechaza el PCE(r) el parlamentarismos ? No, lo que rechaza es el actual Parlamento, pero añora el "verdadero" parlamentarismo y sueña con una Asamblea Constituyente. ¿Anima el PCE(r) la lucha armada contra el Estado capitalista? No, no contra éste como tal, sino tan sólo contra su forma fascista No pretende destruirlo hasta sus cimientos, sino negociar con él y reformarlo (restituir la legítima República española, por ejemplo). Quizás esta acusación pueda parecer exagerada, a la vista de algunos planteamientos más revolucionarios de esta organización, pero es lo que se desprende, es el resultado final ineluctable, de su línea política ambigua, contradictoria y centrista, tal como demostramos en los números 12 y 18 de La Forja.

[4]. V. 1. Lenin, Obras Completas, tomo XXIX, pág. 89, Ed. Akal

[5]. Véase La Forja n° 18, pág. 24.

[6]. Ibíd., pág. 14

[7]. Véase La Forja , números 5, 7, 10, 12 y 16

[8]. Véanse los cuadernillos de formación de los números 5 y 6, así como el editorial del número 15 de La Forja .

[9]. En el número 9 de Antorcha , el artículo ''La institucionalización del fascismo", suscrito por Jon Agirre, profundiza sobre este asunto: las características diferenciadoras de los Estados actuales en relación con los de capitalismo de libre competencia, sus semejanzas con los Estados fascistas clásicos y la conclusión ya conocida del PCE(r) de que todo régimen burgués contemporáneo es fascismo, ya sea abierto o encubierto.

[10]. En este aspecto, se puede establecer un paralelismo con el Estado Socialista: "La dictadura del proletariado es una forma especial de alianza de clase entre el proletariado, vanguardia de los trabajadores, y las numerosas capas trabajadoras no proletarias (pequeña burguesía, pequeños patronos, campesinos, intelectuales. etc.) ( ... )". (J. V. Stalin, Octubre y la táctica de los comunistas rusos . Obras, tomo, VI. Págs. 381 y 382. Editorial Vanguardia Obrera)

[11]. El artículo mencionado en la nota 9 es de lo más explícito al respecto:

"Las razones del surgimiento del fascismo radican en la crisis general que alcanza el capitalismo en su última fase, en la fase monopolista e imperialista, en la agudización de todas las contradicciones que impide resolverlas por los métodos de la democracia burguesa

( ... ) El imperialismo es un sistema en descomposición, en crisis permanente y, a fin de impedir su hundimiento definitivo, está obligado a adoptar las más drásticas medidas de fuerza." (pág. 14)

De alguna manera, como consecuencia de esta visión apocalíptica del imperialismo (otra cándida exageración dogmática), añaden a la sublimación de la capacidad de la burguesía imperialista, una idealización de la disposición revolucionaria de las clases o capas que se le oponen:

"Una de las características más sobresalientes del fascismo es la constante ostentación de sus medios, de su poderío policial y militar, el permanente despliegue de fuerza que muestra a todas horas. Pero esa es precisamente su debilidad: no podría sustentarse ni un minuto en su dominación sin esos medios." (pág. 14; los resaltados son nuestros)

Esa sobreestimación de la capacidad política de las clases oprimidas parece contradecir lo que les criticábamos más arriba: a saber, la subestimación de las posibilidades del proletariado de movilizarse por la revolución socialista. Sin embargo, esta contradicción es sólo aparente. En realidad, siguen siendo escépticos con respecto a la lucha proletaria por el socialismo, pero son optimistas con respecto a un objetivo antifascista no socialista , conquistado por las masas populares no monopolistas. Para ellos, el imperialismo-fascismo está acabado, pero el socialismo todavía está lejos: de ahí la necesidad de conquistar un estadio intermedio del desarrollo social. El sujeto principal que realizaría ese cambio sólo podría ser la pequeña y rnediana burguesía; ¿cuál sería el papel del proletariado? Serviría como auxiliar de esas clases, que para eso lo ha preparado su "partido", desde que rebajó el objetivo inmediato para adaptarlo a la mediocridad burguesa. ¿Puede ser ése el verdadero partido proletario? Eso no es extraer consecuencias teóricas y políticas de la guerra de 1936-1939 (corno nos exige V. Ferrer en la página 23): eso es mirar hacia el pasado con nostalgia, para repetirlo hasta en sus errores que, en este caso, se remontan al siglo XIX, cuando los obreros se limitaban a respaldar a la burguesía revolucionaria.

[12]. Mucho más correcta resulta esta otra aseveración del Programa del PCE(r), según la cual el sistema capitalista, en la etapa imperialista, tiende "al fascismo, al militarismo, a la reacción abierta en general, lo que aboca a la sociedad burguesa a una profunda crisis revolucionada". (pág. 25)

Aunque debería subrayar que lo último no se gestará espontáneamente y que exigirá la educación revolucionaria de las masas por parte de una vanguardia realmente comunista.

[13]. …los llamamientos al terror, así como los llamamientos a que se imprima a la lucha económica misma un carácter político [sindicalismo ideológico], representan distintas formas de esquivar el deber más imperioso de los revolucionarios rusos: organizar la agitación política en todos sus aspectos, (...) unos se precipitan en busca de 'excitantes' artificiales, otros hablan de ‘reivindicaciones' concretas. Ni los unos ni los otros prestan suficiente atención al desarrollo de su propia actividad en lo que atañe a la agitación política y a la organización de las denuncias políticas. Y ni ahora ni en ningún otro momento se puede sustituir esto por nada". (V. I. Lenin. ¿Qué hacer?, págs. 77 y 78. Ed. Progreso)

[14]. V. l. Lenin. El Estado y la revolución , págs. 36,90 y 14 respectivamente, tomo 33, Obras Completas, Ed. Progreso.

[15]. Véase La Forja nº 18, págs. 34 a 36.

[16]. Es con idéntica intención que, por ejemplo, la policía infiltro a sus provocadores “rompe-escaparates en la reciente manifestación antiglobalización de Barcelona.

[17]. Marx y Engels. Obras escogidas , tomo I, págs. 125 a 132

[18]. Ibíd., pág. 130

[19]. Este punto de vista que hace depender lo reformista o lo revolucionario de los medios de lucha (legales o ilegales, respectivamente) es perdonable en militantes inmaduros, pero no en comunistas que pretenden conocer a sus clásicos. Asi, por ejemplo, Stalin no puede ser más claro: “Es preciso señalar que el camino de las de las reformas, el camino constitucional, no excluye en modo alguno las ‘acciones revolucionarias' ni la ‘lucha revolucionaria'. No son las ‘acciones revolucionarias' en si lo que debe considerarse decisivo al determinar si el carácter de tal o cual partido es revolucionario o reformista, sino las tareas y los objetivos políticos en cuyo nombre se emprenden y utilizan por los partidos. En 1906, después de la disolución de la primera Duma, los mencheviques rusos proponían, como es sabido, organizar una ‘huelga general' e incluso una ‘insurrección armada'. Pero ello no impidió en lo más mínimo que continuasen siendo mencheviques. Porque ¿para qué proponían todo eso? Naturalmente, no era para aplastar el zarismo y organizar la victoria completa de la revolución, sino para ‘presionar' al gobierno zarista, con objeto de obtener una reforma, con objeto de ampliar la ‘Constitución', con objeto de que convocase una Duma ‘mejorada'.” (J. V. Stalin, Obras , tomo 7, pág. 224, Editorial VOSA) Cualquier parecido con la línea del PCE(r)… ¿es sólo mera casualidad?

[20]. “De que el parlamento se convierta en el ‘órgano' y ‘centro' (dicho sea de paso, nunca ha sido ni ha podido ser en realidad el ‘centro') de la contrarrevolución y de que los obreros creen los instrumentos de su Poder en forma de Soviets, se desprende que los trabajadores deben prepararse ideológica, política y técnicamente para la lucha de los Sóviets contra el parlamento, para la disolución del parlamento por los Sóviets. Pero de esto no se deduce en modo alguno que semejante disolución sea obstaculizada, o no sea facilitada, por la presencia de una oposición soviética en el seno de un parlamento contrarrevolucionario. (…) …la experiencia de una serie de revoluciones, si no de todas, …acredita la singular utilidad que representa en tiempos de revolución combinar la acción de masas fuera del parlamento reaccionario con una oposición simpatizante de la revolución (o mejor aún, que se apoya francamente) dentro de ese parlamento.” (V. I. Lenin, La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo , capítulo VII)

“La crítica -la más violenta, implacable e intransigente- debe dirigirse no contra el parlamentarismo o la acción parlamentaria, sino contra los jefes que no saben -y más aún contra los que no quieren- utilizarlas elecciones parlamentarias y la tribuna parlamentaria a la manera revolucionaria, a la manera comunista” (Ibídem)

[21]. No es correcto identificar las actividades ilegales con las militares. Por ejemplo, bajo las condiciones actuales -en que la ruptura de las hostilidades, la elevación de la lucha de clases hasta su forma armada, no es conveniente para la causa revolucionaria-, existe una tarea ilegal que es imprescindible realizar desde ahora: propugnar la necesidad de la insurrección y de la Guerra Popular en general. La diferencia entre la propaganda y la práctica de la lucha armada es lo decisivo, en este campo, para desarrollar con éxito la contradicción entre la vanguardia y las masas proletarias hacia la Revolución Socialista.

[22]. Llega incluso a reproducir un comentario nuestro, con dos erratas muy pequeñas, pero que invierten completamente su significado: donde decíamos que “…Lenin hace depender del desarrollo real de los movimientos de masas, no sólo la ‘batalla decisiva', sino incluso la guerra de guerrillas”, él cita que “…hace depender el desarrollo real de los movimientos de masas, no sólo de la ‘batalla decisiva', sino incluso de la guerra guerrillas”. O sea que estos camaradas están tan condicionados por su dogma del terror como estímulo del movimiento de las masas que les cuesta incluso reproducir fielmente el punto de vista leninista, que es el contrario, a saber: que los medios de lucha que emplea el Partido Comunista en cada momento no debe rebasar el nivel de conciencia de las masas proletarias, hasta el punto de provocar su rechazo

Más adelante, vuelve a reproducir defectuosamente nuestra opinión: les criticamos la “…utilización de la lucha armada atendiendo a razones histórico- estratégicas, y no a motivos políticos-tácticos…” (pág. 28), pero V. Ferrer olvida incluir ese “no” en la cita. Así, no hay forma de que el lector de Antorcha pueda hacerse una idea cabal de lo que pensamos, ni podrá entender los puntos de controversia en un debata que atañe a todo el proletariado revolucionario .

[23]. Véase el Editorial de La Foja nº 18, pág. 39.

[24]. Efectivamente, nada más que cinco líneas después, nos habla de “ Una continuidad” entre la Guerra Civil de 1936-39 y el momento actual

“como parte de un mismo proceso, toda vez que ‘ el movimiento de masas ha llegado ya, de hecho, hasta la misma insurrección '”. Además, en un alarde de subjetivismo en estado puro, nuestro terrorista defiende que si una vanguardia empuña las armas, puede mantener un “movimiento de masas en el nivel insurreccional”. Y remata: “No se puede reconocer la existencia de un nivel insurreccional durante tantos años, a menos que se reconozca al mismo tiempo esos ‘intervalos más o menos grandes' entre las grandes batallas de la guerra civil”. (pág. 27) O sea que, después de desmarcarse de semejante absurdo, la justificación de su táctica terrorista les exige volver a defenderlo… y se indignan porque no queremos seguirles.

[25]. Que la continua lucha de clases entre la burguesía y el proletariado se puede considerar una guerra civil: rimero, sólo es cierto en un sentido muy general e incluso metafórico, pero nuca en su sentido estricto, el único que hay que tomar en cuenta al emprender una lucha armada; segundo, ¿Qué les hace pensar a los PCE(r) que sólo comenzó en 1936 y no mucho antes?

[26]. Es un error del mismo tipo que el cometido por el revisionismo moderno y el trotskismo, los cuales sostenían que del socialismo no se puede regresar al capitalismo, puesto que, según la teoría marxista, estamos ya en la época de la transición este régimen a aquel otro. Esta tesis se confirmó como aventurera y liquidacionista, al igual que la del PCE(r) en defensa de la lucha armada permanente por imperativo histórico.

[27]. Contra tal acusación, se limitan a arremeter contra la desviación opuesta -la empirista-: “En lo que respeta al ‘plano político' o a la ‘coyuntura', es igualmente claro que ésta no nos la revela el Espíritu Santo ni podemos determinarla solamente fijando obsesivamente la mirada en los hechos políticos de ‘cada día', pues toda ‘coyuntura' hunde sus raíces en la historia y está, en buena medida, determinada por ella.” (pág. 28) Cierto, pero, por otra parte ¿se puede comprender la coyuntura (y así definir correctamente la táctica) sin reconocer los hechos nuevos y concretos, en particular el retroceso de la conciencia de la mayoría de los obreros que les lleva a rechazar la lucha armada (cuanto más, una lucha armada ajena a ellos)? Lo universal -observa Lenin- existe sólo en lo individual y a través de lo individual. Todo individual es (de uno u otro modo) un universal. Todo universal es (un fragmento, o un aspecto, o la esencia de) un individual.” ( Cuadernos filosóficos , “Sobre el problema de la dialéctica”. O. C., tomo XLII, pág. 329). Así pues, para la filosofía marxista-leninista, lo general como tal sólo exista como abstracción y ésta se construye a través de lo particular, y esto es posible porque lo general forma parte de lo particular, aunque no lo es todo. Por eso, la necesidad objetiva de la revolución armada está en los hechos cotidianos pero no de manera absoluta o dominante, sino en lucha con aspectos contrarios que hoy prevalecen. Se abrirá camino transformando -bajo la dirección del factor consciente, el Partido Comunista- una realidad subjetiva que le es adversa por ahora. Desde luego que eso no se logrará negando el carácter contradictorio de la realidad concreta e imponiendo dogmática y metafísicamente la necesidad histórica desde fuera, sino partiendo de las contradicciones en su estado concreto- real para desarrollarlas correctamente hacia el cumplimiento de aquella necesidad objetiva.

[28]. Al final de su artículo, V. Ferrer llevará hasta un extremo pueril su incomprensión y su desprecio del estado en que se encuentra realmente la conciencia de las masas trabajadoras: “¿qué pueblo es ése que no ‘considera necesaria' la lucha armada dirigida contra los opresores? Evidentemente, se trata de los banqueros, parlamentarios, milicos, periodistas adheridos a los fondos de reptiles, líderes de los sindicatos amarillos, picolos, torturadores… y esa gentecilla que revolotea, como las moscas alrededor del festín, mendigando unas migajas.” (pág. 34) ¡Ojalá fuese así! Tendríamos, entonces, de nuestra parte a la inmensa mayoría de la población y la tarea inmediata sería el inicio de la Guerra Popular. Lamentablemente, cuando volvemos a la realidad, nos damos cuenta de que aún demasiadas masas comparten el punto de vista de aquella gentuza, por lo que a los comunistas nos espera mucho trabajo previo de educación y de organización del pueblo, empezando por la Reconstitución de un verdadero Partido Comunista.

[29]. En el nº 54 de Resistencia , de abril de 2001, un artículo titulado “La clase obrera no debe esperar nada de los capitalistas”, editado asimismo como hoja volante, analizaba algunos aspectos de la lucha de los obreros de Sintel. Despues de situar algunas reflexiones correctas (aderezadas con su habitual tono rabioso y soez, que en nada ayuda a elevar a nuestra clase hasta la asunción de su misión histórica), nos descubren la milagrosa solución: más vale un día de enfrentamiento con la policía que mil de acampada ‘pacifica'. (…) quién mejor que ellos [los empleados de Sintel] para convertirse en ‘incontrolados'. (…) Porque matándoles la esperanza, dejándoles sin ilusión, es la única manera de que ese campamento se mueva y eche a andar por los rumbos de la resistencia activa. Y luego, sí, luego, toda la ayuda y la solidaridad que haga falta, hasta que los patrones abran la mano, hasta que los sindicalistas y oenegeros vayan a esconderse en sus despachos, hasta que los antidisturbios vuelvan a correr delante de los obreros y hasta que todas las tapas de los registros de Telefónica salten por los aires”. ¿Y la lucha de clase del proletariado? ¿Y la educación socialista de los obreros? ¿Y la revolución proletaria como única solución ? De todo eso… NADA. Nada de Plan, de estrategia enfilada hacia una guerra popular para la conquista del poder . En lugar de eso: dar rienda suelta a los instintos primarios, rebajando la conciencia del trabajador hasta la mentalidad del lumpen.

[30]. La insurrección armada , A. Neuberg, pág. 89, Akal editor

[31]. Editorial del número 18 de La Forja , pág. 34.

[32]. Lejos de “arrepentirse” de la insurrección de 1934 en España, el entonces líder de la Internacional Comunista, Dimitrov, analiza las causas de su derrota, tras hacerse la siguiente pregunta: “¿Tenían que triunfar la burguesía y la nobleza en España, país donde las fuerzas de la insurrección proletaria se combinan tan ventajosamente con la guerra campesina?”.

(“La ofensiva del fascismo y las tareas de la Internacional en la lucha por la unidad de la clase obrera contra el fascismo”. Informe ante el VII Congreso Mundial de la Internacional Comunista, 2 de agosto de 1935 . Jorge Dimitrov. Obras Escogidas, tomo I, págs. 590 y siguientes)

[33]. Un poco más abajo, V. Ferrer se atreve incluso a predecir que, cuando llegue el momento de la insurrección, seguiremos negándonos a la lucha armada (Pág. 32). A una hipótesis de futuro así, tan contraria a nuestras intenciones, sólo podemos responder que históricamente nunca le ocurrió eso a quien se atuvo de verdad a los principios leninistas; en cambio, con respecto a los defensores de la táctica terrorista, Lenin pudo constatar que “…en diciembre de 1905, cuando las cosas adquirieron al fin el carácter de un movimiento de masas, de una insurrección -cuando fue necesario ayudar a las masas a emplear la violencia- entonces, en ese preciso momento, los ‘terroristas' brillaron por su ausencia ”. (OC., tomo XXXIX, pág. 369) Así que, siguiendo las malas artes de los dirigentes del PCE(r), tendríamos derecho a preguntarnos si, también en este vergonzoso desenlace, acabarán repitiendo los errores de sus predecesores rusos.

[34]. Es como ejemplo de eso que citábamos el “espíritu de Ermua”, en la página 38 del Editorial del nº 18 de La Forja . No lo hicimos para sumarnos a él o para “loarlo”, como afirma V. Ferrer tergiversando nuestra posición y acusándonos de pasarnos a la trinchera del enemigo y de abrazarnos a su “espíritu”, con el pretexto de la “crítica marxista-leninista al terrorismo” (págs. 31 y 32)

[35]. Véase, por ejemplo, Antorcha nº 11, pág. 26.

[36]. Marx y Engels. Obras escogidas , tomo I, pág. 124 Ed. Akal 74

[37]. Editorial del número 18 de La Forja , pág.20.

[38]. “Unas palabras acerca de la Internacional Comunista. En el Occidente, mercenarios de los imperialistas y autores de cartas apócrifas difunden rumores de que la Internacional Comunista es una organización de conspiradores y terroristas, que los comunistas recorren los países del Occidente para tramar complots contra los gobernantes europeos. Apropósito, la explosión producida en Sofía, en Bulgaria, se achaca a los comunistas. He de declarar algo que todo hombre culto, todo el que no sea un ignorante rematado o no esté vendido debe conocer; he de declarar que los comunistas no han tenido, no tienen y no pueden tener nada de común con la teoría y la práctica del terror individual; que los comunistas no han tenido, no tienen y no pueden tener nada de común con la teoría de los complots contra individuos aislados. La teoría y la práctica de la Internacional Comunista consiste en organizar el movimiento revolucionario de masas contra el capitalismo. Eso es cierto. Esta es la tarea de los comunistas. Sólo ignorantes y majaderos pueden confundir los complots y el terror individual con la política de la Internacional Comunista en el movimiento revolucionario de masas”. (J. V. Stalin, “Informe Político del Comité Central al XIV Congreso del P. C. (b) de la U.R.S.S. [18-31 de diciembre de 1925]. Obras , tomo VII, págs. 302 y 303).

[39]. El comunicado del Comité Central del PCE (r) al día siguiente, fiel a su miopía terrorista, rebosaba de alegría porque entrábamos en “la guerra abierta” y porque “el11 de septiembre también ha demostrado que al imperialismo se le puede hacer frente y se le puede vencer” (¡! ¡!).

[40]. Cf. El infantilismo “de izquierda” y la mentalidad pequeñoburguesa . Lenin. OC., tomo XXIX, pág. 97.