Rosa Luxemburg

 

Tal vez la principal aportación de Lenin al debate sobre la cuestión nacional es su obra de desenmascaramiento de las posiciones izquierdistas en este tema. Si el austromarxismo y los socialdemócratas caucasianos y del Bund eran los principales representantes de la desviación derechista en política nacional -desviación combatida por Stalin con el apoyo de Lenin-, las tesis de Rosa Luxemburg expresan la desviación de izquierda, contra la que combatio principalmente Lenin. Lo cual, por si había alguna duda, demuestra una vez más la complementariedad de Lenin y Stalin desde la perspectiva de la elaboración de la línea política bolchevique en esta materia.

Para Rosa Luxemburg, el reconocimiento del derecho a la autodeterminación de las naciones por parte de la socialdemocracia equivalía a apoyar el nacionalismo burgués de las naciones oprimidas, por lo que tal punto no debía estar incluido en ningún programa soialdemócrata, tanto más por cuanto no contiene ninguna orientación práctica para la política cotidiana del proletariado.

Luxemburg participó en los debates previos al Congreso de Londres de la II Internacional de 1896, y posteriormente fijó su posición en su artículo de 1908-1909, La cuestión nacional y la autonomía. A lo largo de su vida mantendrá inamovible su opinión sobre la autodeterminación. Todavía en 1918, meses antes de su asesinato por los socialimperialistas alemanes, y a la vista de la puesta en práctica del ejercicio de ese derecho entre los pueblos de Rusia por el Gobierno Soviético, Luxemburg insistía desde la cárcel en su teoría de que no existe nada parecido a la autodeterminación nacional; según ella, sólo existe la autodeterminación de clase:

"Los bolcheviques debieron aprender a costa de ellos mismos y de la revolución que bajo el dominio del capitalismo no hay lugar para ninguna autodeterminación nacional, que en una sociedad clasista toda clase que forma parte de la nacionalidad desea 'autodeterminarse' de manera distinta y que entre las clases burguesas los puntos de vista de la libertad nacional ceden completamente el lugar a los del dominio de clase" ([1]).

Luxetnburg no participó personalmente en la polémica de los socialdemócratas de Rusia de 1913-1914, pero Lenin hubo de enfrentarse a quienes, no utilizando argumentos propios, "se han limitado a repetir lo dicho por Rosa Luxemburgo" ([2]). Por eso, en su principal trabajo sobre este importante problema político, El derecho de las naciones a la autodeterminación, escrito entre febrero y mayo de 1914, Lenin dirige su crítica directamente contra las argumentaciones de la dirigente polaca.

El derecho de las naciones puede considerarse el complemento o la continuación de las Notas críticas, donde, como ya hemos visto, Lenin dejaba para un tratamiento posterior el desarrollo del punto concreto relativo a la autodeterminación nacional, que, sin lugar a dudas, es el punto central, desde la perspectiva política (y, por tanto, desde la perspectiva que realmente importa), de la polémica.

Lenin comienza su crítica a Rosa Luxemburg insistiendo en que "por autodeterminación de las naciones se entiende su separación estatal de las colectividades de otra nación, se entiende la formación de un Estado nacional independiente", y que "sería erróneo entender por derecho a la autodeterminación todo lo que no sea el derecho a una existencia estatal independiente" ([3]). Esto se fundamenta en que:

"La época del triunfo definitivo del capitalismo sobre el feudalismo estuvo ligada en todo el mundo a movimientos nacionales. La base económica de estos movimientos estriba en que, para la victoria completa de la producción mercantil, es necesario que la burguesía conquiste el mercado interior, es necesario que territorios con población de un solo idioma adquieran cohesión estatal, eliminándose cuantos obstáculos se opongan al desarrollo de ese idioma y a su consolidación en la literatura. El idioma es un medio importantísimo de comunicación entre los hombres; la unidad de idioma y el libre desarrollo del mismo es una de las condiciones más importantes de una circulación mercantil realmente libre y amplia, correspondiente al capitalismo moderno, de una agrupación libre y amplia de la población en cada una de las diversas clases; es, por último, la condición de un estrecho nexo del mercado con todo propietario, grande o pequeño, con todo vendedor y comprador.

Por ello, la tendencia de todo movimiento nacional es formar Estados nacionales, que son los que mejor cumplen estas exigencias del capitalismo contemporáneo. Impulsan a ello factores económicos de los más profundos, y para toda la Europa occidental, es más, para todo el mundo civilizado, el estado nacional es por ello lo típico, lo normal en período capitalista" ([4]).

Por eso, citando a Kautsky, prosigue: "El Estado nacional es la forina de Estado que mejor corresponde a las condiciones modernas (...), es la forma en que el Estado puede cumplir con mayor facilidad sus tareas (es decir, las tareas de un desarrollo más libre, más amplio y más rápido del capitalismo ([5]).

Lenin se pone del lado de Kautsky frente a Luxemburg, para quien lo que mejor se corresponde con las actuales condiciones no es el Estado nacional, sino el "Estado de rapiña" ([6]). Pero esto supone incurrir en el economismo imperialista, en el error de sustituir "el problema de la autodeterminación política de las naciones en la sociedad burguesa, de su independencia estatal, con el de su autonomía e independencia económica" ([7]).

En resumen: "(...) el Estado nacional es regla y 'norma' del capitalismo, el Estado de composición nacional heterogéneo es atraso o excepción. Desde el punto de vista de las relaciones nacionales, el Estado nacional es el que ofrece, sin duda alguna las condiciones más favorables para el desarrollo del capitalismo. Lo cual no quiere decir, naturalmente, que semejante Estado, erigido sobre las relaciones burguesas, pueda excluir explotación y la·opresión de las naciones. Quiere decir tan sólo que los marxistas no pueden perder de vista los poderosos factores económicos que originan las tendencias a crear Estados nacionales. Quiere decir que 'la autodeterminación de las naciones' en el programa de los marxistas, no puede tener, desde el punto de vista histórico-económico, otra significación que la autodeterminación política, la independencia estatal, la formación de un Estado nacional" ([8]).

A continuación, Lenin recuerda que el análisis marxista exige en su metodología que, a cualquier problema social, "se le encuadre en un marco histórico determinado" y, después, "se tengan en cuenta las particularidades concretas que distinguen a este país de los otros en la misma época histórica" ([9]). Ese "marco histórico" es lo que nosotros hemos denominado más arriba "el verdadero punto de partida científico" para enfrentarse al problema nacional: distinguir claramente las dos épocas diferentes por completo del capitalismo que Lenin ya definió en las Notas críticas y que aquí vuelve a situar. Como prescinde de ese encuadre científico, y como para concluir que el punto 9º del Programa del POSDR no es necesario y que Polonia debe disfrutar del "derecho a la autonomía" en lugar del derecho a la autodeterminación. Rosa Luxemburg "no hice el mínimo intento de determinar cuál es la fase histórica del desarrollo del capitalismo por la que atraviesa Rusia a comienzos del siglo XX, cuáles son las peculiaridades del problema nacional en este país" ([10]), Lenin procede seguidamente a esclarecer este punto sobre "las particularidades históricas concretas del problema nacional en Rusia (...) que hacen entre nosotros apremiante en especial el reconocimiento del derecho de las naciones a la autodeterminación en la época que atravesamos" ([11]).

De esta manera, el líder bolchevique sugiere que Rusia se halla en una época en la que está pendiente la revolución burguesa, por lo que el programa nacional de los marxistas rusos "se refiere a los movimientos nacionales democráticos burgueses". Además, ese programa "se refiere tan sólo a los casos en que existe tal movimiento" ([12]). Por lo que Luxemburg yerra el blanco cuando alega que el derecho de autodeterminación no aparece en los programas de los partidos socialdemócratas occidentales, ya que:

"En la mayoría de los países occidentales hace ya mucho tiempo que está resuelto. Es ridículo buscar en los programas de Occidente solución a problemas que no existen. Rosa Luxemburgo ha perdido de vista aquí precisamente lo que tiene más importancia: la diferencia entre los países que hace tiempo han terminado las transformaciones democráticas burguesas y los países que no las han terminado. (...).

En la Europa continental, de Occidente, la época de las revoluciones democráticas burguesas abarca un espacio de tiempo bastante determinado, aproximadamente de 1789 a 1871.  Esta fue precisamente la época de los movimientos nacionales y de la creación de los Estados nacionales. Terminada esta época, Europa Occidental había cristalizado en un sistema de Estados burgueses que, además, eran. como norma, Estados unido en el aspecto nacional. Por eso, buscar ahora el derecho a la autodeterminación en los programas de los socialistas de Europa occidental significa no comprender el abecé del marxismo" ([13])

Antes de continuar con la línea argumental de la crítica que Lenin expone en El derecho de las naciones, nos detendremos para repasar el análisis leninista de la idea propuesta por Luxemburg como solución a la cuestión polaca: el derecho a la autonomía, que también puede ampliarse hacia otros conceptos, como el derecho a la federación, etc., todos ellos entendidos como substitutivos presuntamente más adecuados para los intereses del proletariado que el derecho a la autodeterminación.

Ante esta cuestión, Lenin escribe:

"No es difícil ver, dicho sea de paso, por qué, desde el punto de vista socialdemócrata, no puede entenderse por derecho a la 'autodeterminación' de las naciones ni la federación ni la autonomía (aunque, hablando en forma abstracta, la una y otra encuadran en el término de 'autodeterminación'). El derecho a la federación es, en general, un absurdo, ya que la federación es un contrato bilateral. Ni que decir tiene que en modo alguno pueden los marxistas incluir en su programa la defensa del federalismo en general. En lo que respecta a la autonomía, los marxistas no defienden el 'derecho a' la autonomía, sino la autonomía misma, como principio general y universal de un Estado democrático de composición nacional heterogéneo, con marcadas diferencias en las condiciones geográficas y de otro tipo. Por eso, reconocer 'el derecho de las naciones a la autonomía' sería tan absurdo como reconocer 'el derecho de las naciones a la federación'" ([14]).

No existe, por tanto, nada parecido al derecho a la autonomía o a la federación. Éstas, la autonomía o la federación, suponen la unión entre iguales que requiere un acuerdo soberano común. Pero no se puede establecer este punto de partida si antes las naciones interesadas no han ejercido el derecho de autodeterminación, si no se han colocado previamente en una posición de igual a igual.  El pretendido derecho a la autonomía, sin la previa y pertinente autodeterminación, sería, en realidad, un derecho impuesto a la fuerza por la nación dominante de haberse aplicado en la Rusia de la época de Luxemburgo y Lenin, como lo fue efectivamente cuando se aplicó en la España de 1978.

En otro orden de cosas, Lenin aborda el punto de la crítica de Luxemburg al parágrafo 9 del Programa del POSDR en lo tocante a su supuesto carácter general, nada práctico desde el punto de vista de la actividad política del proletariado.

"La burguesía, que actúa, como es natural, en los comienzos de todo movimiento nacional como su fuerza hegemónica (dirigente), llama labor práctica al apoyo a todas las aspiraciones nacionales. Pero la política del proletariado en el problema nacional (como en los demás problemas) sólo apoya a la burguesía en una dirección determinada, mas nunca coincide con su política. La clase obrera sólo apoya a la burguesía en aras de la paz nacional (que la burguesía no puede dar plenamente y que es viable sólo si hay una completa democratización), en beneficio de la igualdad de derechos, en beneficio de la situación más favorable posible para la lucha de clases. Por eso, precisamente contra el practicismo de la burguesía los proletarios propugnan una política de principios en el problema nacional, prestando a la burguesía siempre un apoyo sólo condicional. En el problema nacional, toda burguesía desea o privilegios para su nación o ventajas exclusivas para ésta; precisamente eso es lo que se llama 'práctico'. El proletariado está en contra de toda clase de privilegios, en contra de todo exclusivismo. Exigirle 'practicismo' significa ir a remolque de la burguesía.

¿Contestar 'si o no' en lo que se refiere a la separación de cada nación? Parece una reivindicación sumamente 'práctica'. Pero, en realidad, es absurda, metafísica en teoría y conducente en la práctica a subordinar el proletariado a la política de la burguesía. La burguesía plantea siempre en primer plano sus reivindicaciones nacionales. Y las plantea de un modo incondicional. El proletariado las subordina a los intereses de la lucha de clases. Teóricamente no puede garantizarse de antemano que la separación de una nación determinada o su igualdad de derechos con otra nación ponga término a la revolución democrática burguesa. Al proletariado le importa, en ambos casos, garantizar el desarrollo de su clase; a la burguesía le importa dificultar este desarrollo, supeditando las tareas de dicho desarrollo a las tareas de 'su' nación. Por eso, el proletariado se limita a la reivindicación negativa, por decirlo así, de reconocer el derecho a la autodeterminación, sin garantizar nada a ninguna nación ni comprometerse a darle nada a expensas de otra nación.

Eso no será 'práctico' pero es de hecho lo que garantiza con mayor seguridad la más democrática de las soluciones posibles; el proletariado necesita tan sólo estas garantías, mientras que la burguesía de cada nación necesita garantías de sus ventajas, sin tener en cuenta la situación (las posibles desventajas) de otras naciones.

Lo que más interesa a la burguesía es la 'viabilidad' de la reivindicación dada; de aquí la eterna política de transacciones con la burguesía de otras naciones en detrimento del proletariado. En cambio, al proletariado le importa fortalecer su clase contra la burguesía, educar a las masas en el espíritu de la democracia consecuente y del socialismo.

Eso no será 'práctico' para los oprtunistas, pero es la única garantía real, la garantía de la máxima igualdad en derechos y de la paz entre las naciones, a despecho tanto de los señores feudales como de la burguesía nacionalista.

Toda la misión de los proletarios en la cuestión nacional 'no es práctica', desde el punto de vista de la burguesía nacionalista de cada nación, pues los proletarios, enemigos de todo nacionalismo, exigen una igualdad en derechos 'abstracta', la ausencia en principio del mínimo privilegio. Al no comprenderlo y ensalzar de un modo nada razonable el practicismo, Rosa Luxemburgo ha abierto las puertas de par en par precisamente a los oportunistas, en particular a las concesiones oportunista al nacionalismo ruso" ([15]).

En definitiva, a lo que conduce el oportunismo en la política nacional de los destacamentos proletarios de las naciones dominantes es al apoyo firme a la nación opresora. "En su temor de 'ayudar' a la burguesía nacionalista de Polonia, Rosa Luxemburgo niega el derecho a la separación en el Programa de los marxistas de Rusia, a quien ayuda, en realidad, es a los ruso ultrarreaccionarios. Ayuda, en realidad, al conformismo oportunista con los privilegios (y con cosas peores que los privilegios) de los rusos ([16]). Lenin continúa señalando que la lucha contra el nacionalismo en las naciones oprimidas no nos puede impedir percibir el nacionalismo de la nación opresora, y que:

"En todo nacionalismo burgués de una nación oprimida hay un contenido democrático general contra la opresión, y a este contenido le préstamos un apoyo incondicional, apartando rigurosamente la tendencia al exclusivismo nacional, luchando contra la tendencia del burgués polaco a oprimir al judío, etc., etc." ([17]).

Si se nos permite continuar estableciendo el paralelismo con España, diremos que, efectivamente, el nacionalismo radical de las naciones oprimidas en este Estado, principalmente el vasco, ha puesto desde hace mucho en el orden del día eso que ellos mismos denominan déficit democrático del ordenamiento político de ese Estado. Naturalmente, el proletariado español debe solidarizarse con esa lucha, pues hay en ella "un contenido democrático", hay en ella una férrea oposición al "exclusivismo nacional" español para organizarse en Estado, una férrea oposición a la negación por la fuerza del derecho de otros pueblos del Estado a constituirse ellos también en Estados separados. En la medida en que esos movimientos nacionales burgueses -pues son burgueses- coadyuven en la profundización democrática deben ser apoyados por el proletariado. Pero, eso sí, también en la medida en que limiten la democracia deben ser criticados. Y es que la democracia no consiste sólo en declaraciones sobre el papel; democracia es también y sobre todo participación de las masas. Lenin, analizando la evolución de la visión que tenía Marx del problema irlandés, concluye:

"Siendo en principio enemigo del federalismo. Marx admite, en este caso, incluso la federación con tal de que la liberación de Irlanda no se haga por vía reformista sino revolucionaria, por el movimiento de masas del pueblo en Irlanda, apoyado por la clase obrera de Inglaterra" ([18]).

Es decir, en la medida en que el nacionalismo radical no implementa un movimiento de masas verdaderamente amplio, cuyas acciones no se limiten a actos testimoniales ejecutados por una élite militar con el único fin de presionar políticamente o de crear un estado de opinión crítico, y donde el protagonismo de la lucha no esta en las masas sino en esa cúpula militar, de modo que toda la estrategia va dirigida, al fin y a la postre, a conseguir o forzar un acuerdo con el Estado opresor, a abrir una "vía reformista" de solución del problema nacional, en la medida que se renuncia a las masas para llevar a cabo esta solución, en la medida que se renuncia o rehuye la "vía revolucionaria", en esa medida, el proletariado -de la nación opresora, pero sobre todo el de la nación oprimida debe criticar el movimiento nacional.

En España, el pacto de Lizarra-Estella, secundado por la tregua de ETA, ha supuesto abiertamente un giro en esta última dirección, giro que confirma la voluntad del nacionalismo radical de optar por la vía reformista (de lo que, por cierto, siempre sospechábamos). Sin embargo, en justicia hay que decir también que, de las, dos fuerzas que indicaba Marx como base para resolver al modo revolucionario la cuestión irlandesa -el movimiento nacional y el proletariado de la nación opresora-, en nuestro caso ha fallado fundamentalmente este último factor. Efectivamente, en la actualidad, el proletariado español apoya, en la práctica, el derecho a la autonomía del pueblo vasco, frente a su derecho a la autodeterminación, apoya el chovinismo y el exclusivismo del nacionalismo español. Apoya a Rosa Luxemburg frente a Lenin. En este sentido, la crítica al pacto de Lizarra-Estella es relativa, pues dada la correlación de fuerzas dominada por el descabalamiento del proletariado español, que está en la trinchera equivocada, y debido al contexto político concreta actual marcado por una fuerte ofensiva política y policial del Estado ("espíritu" de Ermua encarcelamiento de la Mesa Nacional de HB y el cierre del diario Egin), aquel pacto, así como otras maniobras de repliegue (como la transformación electoral de Herri Batasuna en Euskal Herritarrok), tal vez sean la única rendija que, para escacabullirse, ha podido hallar la continuidad del movimiento de liberación nacional vasco.

Desde luego, aquella correlación de fuerzas sólo cambiará cuando el proletariado español adopte una verdadera posición internacionalista. Esto, desde luego, pasa unicamente por que la clase obrera española tenga elaborada una línea política verdaderamente comunista en relación con la cuestión nacional que la aleje de la ciénaga socialchovinista en que la han hundido el PSOE y el PCE.Y, desde luego, todo esto pasa por ese proceso político de la clase proletaria necesario para reconstituir su Partido Comunista. El fundamento político clasista de esa línea, tal como lo resume Lenin, es el siguiente:

"Formar un Estado nacional autónomo e independiente sigue siendo por ahora, en Rusia, tan sólo privilegio de la nación rusa. Nosotros, los proletarios rusos, no defendemos privilegios de ningún género y tampoco defendemos este privilegio. Luchamos sobre el terreno de un Estado determinado, unificamos a los obreros de todas las naciones de este Estado, no podemos garantizar tal o cual vía de desarrollo nacional, vamos a nuestro objetivo de clase por todas las vías posibles" ([19]).

Tanto cabe decir de España, la nación española y su proletariado.

Para resumir la crítica de Lenin a Rosa Luxemburg acerca de la falta de "practicismo" en el programa nacional del POSDR:

"En el afán de 'practicismo', Rosa Luxemburgo ha perdido de vista la tarea práctica principal, tanto del proletariado ruso como del proletariado de toda otra nación: la tarea de la agitación y propaganda cotidianas contra toda clase de privilegios nacionales de tipo estatal, por el derecho, derecho igual de todas las naciones, a tener un Estado nacional; ésta es hoy nuestra principal tarea en el problema nacional, porque sólo así defendemos los intereses de la democracia y de la unión, basada en la igualdad de derechos, de todos los proletarios de cualesquiera naciones" ([20]).

Efectivamente, para Lenin, a diferencia tanto de los oportunistas de izquierda dentro del socialismo como de la burguesía y la nobleza rusas, para quienes el reconocimiento del derecho a la autodeterminación aumenta el peligro de disgregación del Estado, "es precisamente al contrario: el reconocimiento del derecho a la separación reduce el peligro de 'disgregación del Estado'" ([21]).

A continuación, Lenin repasa los programas nacionales de las clases dominantes en Rusia, los terratenientes (que siguen la vieja consigna de autocracia, religión ortodoxa y nación... rusa) y la burguesía. Dejando claro que los octubristas siguen en realidad a los terratenientes, Lenin se centra en el programa nacional del Partido Demócrata Constitucionalista, basado en el reconocimiento del derecho a la autodeterminación cultural, no política, puesto que los kadetes estaban en contra de defender el derecho a la separación de las naciones. Como vemos, la burguesía liberal y el oportunismo de derecha aunque con menos pasos dados- pisaban sobre la misma línea política en sus respectivos programas nacionales. El socialchovinismo se daba aquí la mano con el nacionalliberalismo.

Aparte de señalar que, con ese programa, el partido kadete -como aquí también el oportunismo de izquierda- se situaba en el terreno del statu quo establecido por la clase feudal en cuanto a fronteras y a relaciones internas entre las naciones, y de recordar que la autodeterminación es democracia y que la democracia aleja y no acerca el "peligro" de separación ([22]), Lenin matiza que:

"Acusar a los partidarios de la libertad de autodeterminación, es decir, de la libertad de separación, de que fomentan el separatismo es tan necio e hipócrita como acusar a los partidarios de la libertad de divorcio de que fomentan la destrucción de los vínculos familiares. Del mismo modo que, en la sociedad burguesa, impugnan la libertad de divorcio los defensores de los privilegios y de la venalidad, en los que se funda el matrimonio burgués, negar en el Estado capitalista la libertad de autodeterminación, es decir, de separación de las naciones, no significa sino defender los privilegios de la nación dominante y los procedimientos policíacos de administración en detrimento de los democráticos.

(...) Quien sustente el punto de vista de la democracia, es decir, de la solución de los problemas estatales por la masa de la población, sabe perfectamente que hay 'un gran trecho' entre la charlatanería de los politicastros y la decisión de las masas. La masas de la población saben perfectamente, por la experiencia cotidiana, lo que significan los lazos geográficos y económicos, las ventajas de un gran mercado y de un gran Estado y sólo se decidirán a la separación cuando la opresión nacional y los roces nacionales hagan la vida en común absolutamente ni soportable, frenando las relaciones económicas de todo género. Y en este caso, los intereses del desarrollo capitalista y de la libertad de lucha de clase estarán precisamente del lado de quienes se separen" ([23]).

De hecho, con toda justicia, subraya que, al contrario de los que las palabras puedan aparentar -y resulta infantil dejarse embaucar por las palabras-, "en realidad, en el reconocimiento del derecho de todas las naciones a la autodeterminación hay un máximo de democracia y un mínimo de nacionalismo" ([24]).

Finalmente, Lenin resume la cuestión nacional adoptando exclusivamente el punto de vista de los intereses de clase del proletariado, haciendo abstracción de toda otra consideración que, en la práctica, es necesario tener en cuenta desde el punto de vista de los intereses del proceso revolucionario concreto:

"Los intereses de la clase obrera y de su lucha contra el capitalismo exigen una completa solidaridad y la más estrecha unión de los obreros de todas las naciones, exigen que se rechace la política nacionalista de la burguesía de cualquier nacionalidad. Por ello sería apartarse de las tareas de la política proletaria y someter a los obreros a la política burguesa, tanto el que los socialdemocratas se pusieran a negar el derecho a la autodeterminación, es decir, el derecho de las naciones oprimidas a separarse, como el que se pusieran a apoyar todas las reivindicaciones nacionales de la burguesía de las naciones oprimidas. Al obrero asalariado tanto le da que su principal explotador sea la burguesía rusa más que la alógena, como la burguesía polaca más que la judía, etc. Al obrero asalariado que haya adquirido conciencia de los intereses de su clase le tienen sin cuidado tanto los privilegios estatales de capitalistas rusos como las promesas de los capitalistas polacos o ucranios de instaurar el paraíso en la tierra cuando ellos gocen de privilegios estatales. El desarrollo del capitalismo prosigue y proseguirá de uno u otro modo, tanto en un Estado heterogéneo unido como en Estados nacionales separados.

En todo caso, el obrero asalariado seguirá siendo objeto de explotación, y para luchar con éxito contra ella se exige que el proletariado sea independiente del nacionalismo, que los proletarios mantengan una posición de completa neutralidad, por decirlo así, en la lucha de la burguesía de las diversas naciones por la supremacía. En cuanto el proletariado de una nación cualquiera apoye en lo más mínimo los privilegios de 'su' burguesía nacional, este apoyo provocará inevitablemente la desconfianza del proletariado de la otra nación, debilitará la solidaridad internacional de clase de los obreros, los desunirá para regocijo de la burguesía. Y el negar el derecho a la autodeterminación, o a la separación. significa indefectiblemente, en la práctica, apoyar los privilegios de la nación dominante"([25]).

Los últimos capítulos de su opúsculo, los dedica Lenin, en primer lugar, a criticar la teoría de Rosa Luxemburg en el punto que dice que la autodeterminación de las naciones es una "utopía", pues esto presupone "una fe oportunista de lamentable presunción en la inmutabilidad de la correlación de fuerzas dada entre las naciones" ([26]), y, a través del ejemplo de la separación de Noruega de Suecia indica que "los obreros conscientes tienen la obligación de desarrollar una labor constante de propaganda y preparación a fin de que los posibles choques motivados por la separación de naciones se ventilen sólo como se ventilaron en 1905 entre Noruega y Suecia (pacíficamente) y no 'al modo ruso'" ([27]), es decir, como decía Stalin, de reducir al máximo la lucha nacional para hacerla "lo más inofensiva posible para el proletariado". En segundo lugar, recuerda que desde el Congreso de Londres de 1896 la II Internacional reconoce el derecho de las naciones a la autodeterminación. En tercer lugar, repasa la evolución del pensamiento de Marx en la cuestión nacional, prestando principal atención al caso irlandés, donde concluye:

"La deducción que resulta de todas estas observaciones críticas de Marx es clara: la clase obrera es la que menos puede hacer un fetiche del problema nacional, porque el desarrollo del capitalismo no despierta necesariamente a todas las naciones a una vida independiente. Pero, una vez surgidos los movimientos nacionales de masas, desentenderse de ellos, negarse a apoyar lo que en ellos hay de progresivo significa caer, en realidad, bajo la influencia de prejuicios nacionalistas, es decir: considerar a 'su propia' nación como 'nación ejemplar' (o, añadiremos nosotros, como nación dotada del privilegio exclusivo de organizarse en Estado)" ([28]).

Y resume:

Marx, sabedor de que sólo la victoria de la clase obrera podrá traer la liberación completa de todas las naciones no hace de los movimientos nacionales algo absoluto Es imposible tener en cuenta de antemano todas las

correlaciones que puedan establecerse entre los movimientos burgueses de liberación en las naciones oprimidas y el movimiento proletario de liberación en la nación opresora (precisamente esto es lo que hace tan difícil el problema nacional en la Rusia contemporánea)" ([29]).

Para terminar, Lenin finaliza relatando las vicisitudes del programa nacional del POSDR desde 1903 y concluye describiendo las etapas históricas del nacionalismo ruso, enemigo al que el proletariado contrapone su prograrna nacional:

"Completa igualdad de derechos de las naciones; derecho a la autodeterminación de las naciones; fusión de los obreros de todas las naciones" ([30]).

Realmente, como ya liemos subrayado más arriba, los dos pilares sobre los que se debe sustentar la política proletaria en el problema nacional son éstos con los que Lenin cierra su folleto: igualdad entre las naciones y fusión entre los obreros. Hasta aquí hemos tratado priticipalmeiite sobre el primero de ellos. Por decirlo de algún modo, este aspecto de la cuestión expresa el contenido democrático de la política nacional proletaria.  Pero esta política también presenta un contenido socialista, de clase, contenido que adquiere mucha mayor relevancia a partir de 1914. ¿En qué consiste?.  En la carta anteriormente reseñada de Lenin a Gorki, escribe:

"En Rusia y en el Cáucaso han trabajado juntos los socialdemócratas georgianos + los armenios + los tártaros + los rusos, en una organización socialdemócrata única, más  de diez años. Esto no es una frase, sino la solución proletaria del problema nacional. La única solución" ([31]).

La unión, la "fusión" internacional de los obreros, no sólo en un lugar dado, sino en toda la faz de la Tierra, es la solución proletaria del problema nacional, y, por ende, la única solución real del mismo. Este es el verdadero significado de la tesis de que el socialismo (el Comunismo) terminará con el problema nacional; pero no en el sentido de liberación nacional, sino en el de supresión de toda controversia o contradicción que tenga como fuente la nacionalidad. 

De esta manera se presenta el doble aspecto de la política proletaria, su carácter dialéctico; de esta manera comprobamos cómo política nacional e internacionalismo son las dos caras de una misma moneda, la contradicción que debe resolver el proletariado para conjugar sus intereses universales como clase revolucionaria con su división en destacamentos nacionales, sus objetivos estratégicos (Revolución Proletaria Mundial) con las etapas del movimiento necesario para alcanzarlos (desarrollo a saltos, con retrocesos y de forma desigual de la revolución), la defensa de la democracia más consecuente (derecho a la separación) con el Comunismo (unidad internacional de los obreros), en definitiva, la oposición entre clase y nación.

La unidad internacionalista del proletariado, por tanto, se realiza a través de sus órganos de clase, sin excepción y de abajo a arriba. Por eso, la máxima expresión de la unidad internacionalista de la clase obrera es la Internacional Obrera. Sólo cuando todos o la mayoría de los destacamentos nacionales del proletariado adopten una política nacional correcta podra reconstituirse la Internacional Obrera, Reconstitución que sólo puede tener lugar como Internacional Comunista.

En esto radica el error básico, de principio, tanto de los oportunistas de derecha como de los de izquierda cuando abordan la cuestión nacional: que ambos pretenden resolver el problema nacional desde o a través del Estado. O exagerando el factor nacional, como Bauer, o suprimiéndolo, como Luxemburg ([32]), ambos proyectan hacia el Estado su respuesta al problema. Naturalmente, esto conlleva otro error derivado, consistente en la supresión de la clase como factor social organizado, en Bauer, y en la organización de la clase revolucionaria únicamente como Estado, en Luxernburg. El atentado contra el marxismo que comete Bauer ya lo señaló Stalin: propone organizar ("crear") la nación, ¡cuando el marxismo dice que la lucha de clases terminará con la separación de los hombres en naciones!. El atentado contra el marxismo que comete Luxemburg consiste en que propone al proletariado que se limite a organizar el Estado existente, ¡cuando el marxismo dice que la lucha de clases terminará con la organización estatal de la sociedad!.

Desde luego, por lo que respecta a Luxemburg esto es lógico, pues su teoría de la revolución, que se caracteriza por ser absolutamente espontaneísta (para ella, la huelga de masas es la forma superior de lucha proletaria) y por subestimar el factor consciente en el movimiento proletario (no cree en el partido de vanguardia y para ella el sindicato es el pilar organizativo de la clase), no contempla al movimiento obrero revolucionario como algo que va organizándose y estructurándose de forma progresiva y ascendente, de manera que, en un momento dado, pueda sustituir y tirar al trastero de la historia el viejo aparato estatal de la sociedad de clases.  No, para Luxemburg, la clase da un vertiginoso salto espontáneo y no preparado ni planificado conscientemente desde su nivel de organización y conciencia sindical hasta el poder político. Es natural, por tanto, que una vez que ha copado el Estado, a falta de toda arquitectura política propia previamente diseñada y montada, tenga que instalarse entre las vigas, columnas y paredes que ha dejado tras de sí la desplazada burguesía. Para Luxemburg, la tarea consiste en adaptarse y en utilizar esa estructura política recién conquistada según los intereses de la clase revolucionaria tal y como ella los entiende. Así, si el Estado conquistado reconocía el democrático derecho de autodeterminación nacional, se derogará en nombre del internacionalismo y se aplicará la dictadura a todo aquel que quiera poner "la trampa burguesa de la igualdad entre las naciones para dividir a los obreros; y si ese Estado no reconocía aquel derecho, mejor, pues se defenderá "con uñas y dientes" su integridad territorial. De este modo, conseguiremos el máximo logro del proletariado: unirse, a la fuerza, dentro del Estado, decretando directamente la unidad de las naciones.

Al contrario, como dice Lenin, se trata de que, al igual "que la humanidad podrá llegar a la supresión de las clases sólo a través del período de transición que significa la dictadura de la clase oprimida, de esa misma manera podrá llegar la humanidad a la ineluctable fusión de naciones sólo a través del período de transición que significa la emancipación completa de todas las naciones oprimidas, es decir, su libertad de separación" ([33]).

Para Luxemburg, por tanto, la unidad internacional del proletariado está mediatizada por el orden político en el que se mueve. El internacionalismo proletario, entonces, no es más que un principio declarativo y la Internacional una oficina política no vinculante mientras el proletariado no resuelva el problema del poder. Para Luxemburg, lo esencial no es que el obrero polaco y el georgiano estén unidos en el POSDR, sino que permanezcan unidos tras la revolución en lo que fue el Estado zarista. La organización internacional del proletariado queda subordinada, de esta manera, a circunstancias que no se derivan directamente ni de su estado de conciencia de clase, ni de su condición de clase revolucionaria universal. La compartimentación internacional del proletariado a través de los Estados que resultaría de todo esto es, entonces y a pesa de la intención de Rosa Luxemburg, una nueva y original versión del nacionalismo.

En cambio, la fusión internacional de los obreros en todas las organizaciones proletarias sin excepción, desde abajo -el sindicato, la cooperativa, la asociación cultural- hasta arriba -el Partido Comunista y la Internacional Comunista-, cumple de manera práctica con las exigencias ideológicas y políticas del principio del internacionalismo proletario de forma inmediata, sin concesiones de otro tipo, y, por tanto, de manera independiente para la clase. Y esta es la garantía de que el proletariado pueda permanecer fiel al internacionalismo mientras aborda de modo correcto, alejado de todo nacionalismo y de todo chovinismo la cuestión nacional.



Notas:

[1] LUXEMBURG, Rosa: Crítica de la revolución rusa. Ed. La Rosa Blindada. Buenos Aires, 1969; p. 99.  El problema de la autodeterminación de clase como verdadero contenido de la autodeterminación nacional volvió a ser suscitado en el seno del partido bolchevique cuándo, en los años 20, pretendió sustituirse el concepto de autodeterminación nacional por el de autodeterminación de los pueblos.

[2] LENIN, V.I.: OC., t. 25, p. 273

[3] Ibídem, p. 275

[4] Ibid., págs. 274 y 275

[5] Ibid., p. 276

[6] Ibid., p. 277

[7] Ibid., p. 278

[8] Ibid., p. 279

[9] Ibid., p. 280

[10] Ibid., p. 282

[11] Ibid., p. 288

[12] Ibid., p. 284

[13] Ibid., p. 285

[14] Ibid., p. 325 (en Nota a pie de página). Ver también, Carta a S. G. Shaumian de 6/XII/1913, en LENIN, V.I.: OC., t. 48. págs. 266-269

[15] LENIN, V.I.: OC., t. 25, págs. 289-291

[16] Ibídem, P. 292

[17] Ibid., págs. 292 y 293

[18] Ibid., págs. 324 y 325

[19] Ibid., págs. 293 y 294

[20] Ibid., p. 294

[21] Ibid., p. 303

[22] "¿No está claro que cuanto mayor sea la libertad de que goce la nación ucrania en uno u otro país, tanto más estrecha será la ligazón de esa nación con el país de que se trate? Parece que no se puede discutir contra esta verdad elemental, de no romper resueltamente con todos lo postulados de la democracia. ¿Y puede haber, para una noción como tal, mayor libertad que la de separació, la de formar un Estado nacional independiente?" (Ibid.)

[23] Ibid., págs. 304 y 305

[24] Ibid., p. 317

[25] Ibid., págs. 306 y 307

[26] Ibid., p. 310

[27] Ibid., págs. 309 y 310

[28] Ibid., p. 320

[29] Ibid., p. 323

[30] Ibid., p. 339

[31] LENIN, V.I.: OC., t. 48, págs. 183 y 184 (la negrita es nuestra -N. de la R.-)

[32] En su crítica a la revolución bolchevique, Rosa Luxemburg insiste en que: "En lugar de tender (...) a reunir en una masa compacta las fuerzas revolucionarias sobre todo el territorio del imperio, en lugar de defender con uñas y dientes la Integridad del imperio ruso en cuanto territorio revolucionario, de contraponer a todas las aspiraciones separatistas nacionales, como la ley suprema de su política, la cohesión y la unión inseparable de los proletarios de todos los países en el seno de la revolución rusa, los bolcheviques, a través de la rimbombante fraseología nacionalista del 'derecho a la autodeterminación hasta la separación estatal' (Es falso que los bolcheviques presenten la formulación así -N. de la R.-) no hicieron otra cosa que prestar a la burguesía de todos los países limítrofes el mejor de los pretextos, y hasta la bandera para sus aspiraciones contrarrevolucionarias. En lugar de poner en guardia a los proletarios de los países limítrofes contra todo separatismo por ser éste una mera trampa burguesa y sofocar en germen las aspiraciones separatistas con mano férrea, cuyo uso en tal caso habría correspondido verdaderamente al sentido y al Espíritu de la dictadura proletaria, ellos han desconcertado a las masas en aquellos países con su consigna liberándolas así a la demagogia de las clases burguesas. Con esta reivindicación nacionalista causaron, prepararon, el desmembramiento de la misma Rusia y pusieron en manos de sus propios enemigos el puñal que ellos clavarían en el corazón de la revolución rusa (LUXEMBURG, R.: Op. cit., págs. 102 y 103. la negrita es nuestra -N. (le la R.-)

[33] LENIN, V.I.: OC., t. 27, p. 268