Los aportes de Lenin

 

Hasta el otoño de 1913, la participación literaria de Lenin en la polémica nacional es puntual, esporádica y se centra en aspectos muy concretos. En este período destacan, sobre todo, las Tesis sobre la cuestión nacional donde resume los puntos de vista fundamentales de la posición bolchevique sobre el particular: necesaria interpretación del derecho a la autodeterminación como autodeterminación política, o sea, como derecho a la separación (en aras de la democracia, de la superación de la opresión nacional en Rusia y para favorecer la transformación democrático-burguesa de los Estados de Europa-oriental, tendencia que favorece la creación de Estados con composición nacional más homogénea), lo que no implica que la socialdemocracia diferencie bien ese derecho de la conveniencia de su aplicación en cada caso concreto; necesaria unidad de los obreros de todas las naciones tanto para defender sus intereses económicos cotidianos como para luchar por el socialismo, desoyendo todo llamamiento de la burguesía a la mancomunidad de intereses que sólo divide al proletariado; necesidad de un régimen estatal consecuentemente democrático que respete la absoluta igualdad de derechos entre las naciones, lo que, en particular, implica el rechazo del idioma oficial, una nueva organización administrativa territorial y el goce de una amplia autogestión administrativa y de autonomía para las instituciones; necesidad de una ley general estatal que proteja a las minorías nacionales; rechazo de la autonomía nacional cultural y reivindicación de la democracia consecuente que permite la unión tanto de los miembros más conscientes y avanzados de cada nación como del proletariado con el resto de las masas trabajadoras, y el beneficio de las transformaciones democráticas del Estado en su conjunto, únicas capaces de asegurar la paz nacional en la medida en que ello es posible bajo el capitalismo; necesidad de fundir a todos los obreros de todas las nacionalidades en todas las organizaciones proletarias sin excepción (políticas, sindicales, cooperativas, culturales, etc.), por tanto, no a la federación del partido, y propaganda y agitación en todos los idiomas del proletariado local" ([1]).

Aparte del capítulo correspondiente del Proyecto de plataforma que Lenin elaboró de cara al IV Congreso de la socialdemocracia letona, en mayo de 1913 ([2]), las Tesis son el único trabajo de estos meses en que el jefe bolchevique aborda in extenso, desde una perspectiva global y con algo de sistematicidad, la cuestión nacional. De hecho, las Tesis eran, en realidad, un guión para las conferencias que Lenin impartió en Zurich, Ginebra, Lausana y Berna en el mes de julio. Puede pensarse que -aparte de que el POSD(B)R tenía abiertos varios frentes de lucha política e ideológica a los que Lenin otorgaba prioridad, por lo que sólo le era posible participar en el debate utilizando otras vías organizativas de carácter más privado y menos propagandístico-, más que hacia afuera de su organización, Lenin combatió dentro de la misma contra la contaminación nacionalista que sufrían, como ya hemos visto, algunos de sus cuadros políticos. Es a partir de octubre, cuando la reunión de verano del C.C. celebrada en Poronin (Polonia), aprueba una resolución acorde con el marxismo sobre este asunto ([3]), que Lenin participa más en la propaganda y, una vez asegurada la posición de la vanguardia, en la educación internacionalista de las masas. Las Notas críticas sobre el problema nacional, de noviembre, atestiguan la primera incursión calmada y profusa, si bien con más espíritu polemista que normativo, de Lenin en el debate, al que, según él, se ve obligado a prestar "más atención que hasta ahora" ([4]).

Como hasta ese momento, en las Notas críticas Lenin repasa una serie de aspectos del debate -unos más teóricos, otros más políticos- sin tratar de unirlos entre sí en un bloque doctrinal; cosa que, por cierto, jamás intentará, lo cual viene a apoyar la tesis de que presuponía como válido y como referencia última el esquema elaborado por Stalin.

Repasemos los asuntos que pueden aportar algo nuevo al conocimiento del punto de vista bolchevique sobre la cuestión nacional, obviando los ya tratados para evitar la aburrida reiteración. Tendremos en cuenta también cuestiones tratadas en otros escritos de los meses anteriores que coadyuven, igualmente, en ese conocimiento.

En primer lugar, Lenin defiende la idea de absoluta igualdad entre las naciones, derribando todo privilegio. La primera forma, la más espontánea, en que se manifiesta la opresión nacional es la del idioma oficial.

"Si desaparecen todos los privilegios, si se deja de imponer uno de los idiomas, todos los eslavos aprenderán fácil y rápidamente a comprenderse unos a otros, y no los asustará la 'horrible' idea de que en el Parlamento común se escuchen discursos en distintos idiomas. Las exigencias del intercambio económico decidirán por sí mismas qué idioma del país en cuestión que la mayoría sepa es más ventajoso en interés de las relaciones comerciales" ([5]).

De pasada, Lenin señala que para evitar las discordias nacionales y garantizar la igualdad entre las naciones, éstas deben estar en condiciones para ejercer la autodeterminación política. Pero apenas se detiene sobre este asunto. Como veremos, lo hará en un próximo trabajo.

En relación con la igualdad nacional, Lenin había combatido también la nacionalización de las escuelas, en concreto de la escuela judía, medida que el Ministerio de Instrucción Pública zarista quería adoptar y que consistía en segregar a los alumnos por nacionalidades en centros docentes especiales. Para Lenin:

"El funesto proyecto de nacionalización de la escuela judía nos muestra, entre otras cosas, lo erróneo que es el plan de la pretendida 'autonomía nacional cultural', es decir, que el Estado se inhiba de los asuntos escolares y que éstos pasen a manos de cada nacionalidad". A la inversa:

Los intereses de la clase obrera, como, en general, los intereses de la libertad política, exigen, por el contrario, la más completa igualdad de derechos de todas las nacionalidades sin excepción que pueblan un Estado y la supresión de todos lo valladares entre las naciones, la unión de los niños de todas las naciones en escuelas únicas, etc. Para que la clase obrera pueda convertirse en una fuerza, enfrentarse al capital y lograr un considerable mejoramiento de la vida es inexcusable que se desprenda de todos los bárbaros y absurdos prejuicios nacionales, fundiendo en una alianza a los obreros de todas las naciones" ([6]).

La igualdad entre las naciones, el primer pilar sobre el que se sostiene la política nacional proletaria, se derrumbaba si se seguían los consejos de los nacional-culturalistas del Bund, como demostraba el hecho de que la propia tiranía autocrática, que tenía sometidos a innumerables pueblos bajo las cadenas de la opresión del imperialismo ruso, aplicaba esos consejos con medidas de corte nacional-cultural.

La segunda cuestión que aborda Lenin en sus Notas críticas es la de la cultura nacional, en la que ve "una superchería burguesa". Frente a ella: "Nuestra consigna es la cultura internacional de la democracia y del movimiento obrero mundial" ([7]).

"En cada cultura nacional existen, aunque no estén desarrollados, elementos de cultura democrática y socialista, pues en cada nación hay una masa trabajadora y explotada cuyas condiciones de vida originan inevitablemente una ideología democrática y socialista. Pero en cada nación existe asimismo una cultura burguesa (y, además, en la mayoría de los casos, ultrarreaccionaria y clerical), y no en simple forma de 'elementos', sino como cultura dominante. Por eso, la 'cultura nacional' en general es la cultura de los terratenientes, de los curas y de la burguesía" ([8]).

Entonces, ¿pueden los marxistas lanzar la consigna de cultura nacional?

"Lo que determina el significado de la consigna de 'cultura nacional' no son las promesas o los buenos propósitos de tal o cual intelectualillo de 'interpretarla' 'en el sentido de que es portadora de la cultura internacional'. Ver así las cosas sería caer en un subjetivismo pueril. El significado de la consigna de cultura nacional depende de la correlación objetiva entre todas las clases del país dado y de todos los países del mundo. La cultura nacional de la burguesía es un hecho (...). El nacionalismo militante burgués, que embrutece, embauca y divide a los obreros para hacerles ir a remolque de la burguesía, es la circunstancia fundamental de nuestra época" ([9]).

De aquí deriva Lenin el segundo pilar de la política nacional del proletariado: "Quien quiere servir al proletariado debe unir a los obreros de todas las naciones y luchar constantemente contra el nacionalismo burgués, tanto el 'propio' como el ajeno. Quien defiende la consigna de cultura nacional no tiene cabida entre los marxistas, su lugar está entre los pequeños burgueses nacionalistas" ([10]).

En resumen:

"Nacionalismo burgués e internacionalismo proletario: éstas son las dos consignas antagónicas e inconciliables que corresponden a los dos grandes bandos que dividen a las clases del mundo capitalista y expresan dos políticas (es más, dos concepciones) en el problema nacional. Al defender la consigna de cultura nacional y edificar sobre ella todo un plan y el programa práctico de la llamada 'autonomía cultural-nacional', los bundistas obran de hecho como vehículos del nacionalismo burgués en las filas obreras" ([11]). 

A continuación, al tratar el problema de la asimilación, Lenin presenta el verdadero punto de partida científico que debe tener presente todo marxista a la hora de enfrentarse a la cuestión nacional: su contexto histórico.

"El capitalismo en desarrollo conoce dos tendencias históricas en el problema nacional. La primera es el despertar de la vida nacional y de los movimientos nacionales, la lucha contra toda opresión nacional y la creación de Estados nacionales. La segunda es el desarrollo y multiplicación de las relaciones de todo tipo entre las naciones, el derrumbamiento de las barreras nacionales, la formación de la unidad internacional del capital, de la vida económica en general, de la política, de la ciencia, etc.

Ambas tendencias son una ley universal del capitalismo. La primera predomina en los albores del desarrollo capitalista; la segunda es característica del capitalismo maduro, que marcha hacia la transformación en sociedad socialista. El programa nacional de los marxistas tiene presentes ambas tendencias: primero, defiende la igualdad de derechos de las naciones y de los idiomas ( y también el derecho de las naciones a la autodeterminación, de lo cual hablaremos más adelante) y considera inadmisible la existencia de cualesquiera privilegios en este aspecto; segundo, propugna el principio del internacionalismo y la lucha implacable por evitar que el proletariado se contamine de nacionalismo burgués, aun del más sutil" ([12]).

Una de las consecuencias objetivas del "capitalismo maduro" es la asimilación cultural, que excluye la violencia y los privilegios nacionales. Como dice Lenin, aquí nada tiene que ver la palabra 'asimilación'" ([13]). Para él: "Quien no esté lleno de prejuicios nacionalistas no podrá menos de ver en este proceso de asimilación de las naciones por el capitalismo un grandioso progreso histórico, una destrucción del anquilosamiento nacional de los rincones perdidos, sobre todo en los países atrasados como Rusia" ([14]).

Por eso, para Lenin: "No es marxista, ni siquiera demócrata, quien no acepta ni defiende la igualdad de derechos de las naciones y los idiomas, quien no lucha contra toda opresión o desigualdad nacionales. Esto es indudable. Pero es igualmente indudable que el seudomarxista que pone de vuelta y media a los marxistas de otra nación, acusándolos de 'asimilistas', es de hecho un simple pequeño burgués nacionalista. A esta categoría poco honorable de personas pertenecen todos los bundistas y (como veremos ahora) los socialdemócratas ucranios (...)" ([15]). Puesto que "(...) debilitar los vínculos y la alianza existente hoy día dentro de un mismo Estado entre el proletariado ucranio y el proletariado ruso sería una traición directa al socialismo y una política estúpida incluso desde el punto de vista de los 'objetivos nacionales' burgueses ucranios" ([16]).

En relación con el programa de autonomía nacional cultural, si bien el marxismo reconoce "la legitimidad histórica de los movimientos nacionales, "para que este reconocimiento no se transforme en un apología del nacionalismo, es preciso que se limite rigurosa y exclusivamente a lo que hay de progresivo en tales movimientos (...). El proletariado no puede apoyar el nacionalismo más allá de ese límite, pues más allá empieza la actividad 'positiva' de la burguesía en su empeño por consolidar el nacionalismo"([17]). "Sí -concluye Lenin-, debemos luchar indiscutiblemente contra toda opresión nacional. No, no debemos luchas en absoluto por cualquier desarrollo nacional, por la 'cultura nacional' en general" ([18]).

Luego, Lenin retorna la cuestión de la igualdad entre las naciones en cuanto a los derechos de las minorías nacionales, utilizando el ejemplo de Suiza para demostrar que la constitución política de un Estado democrático multinacional puede prevenir mediante la ley todo privilegio nacional y toda violación de los derechos de las minorías.

Finalmente, propone el modelo de organización política del tipo del Estado unitario centralizado con ordenación administrativo-territorial autónoma, frente a la federación.

"Los marxistas, como es natural, están en contra de la federación y la descentralización por el simple motivo de que el capitalismo exige, para su desarrollo, Estados que sean lo más extensos y centralizados posible.  En igualdad de otras condiciones, el proletariado consciente abogará siempre por un Estado grande. Luchará siempre contra el particularismo medieval, aplaudirá siempre la cohesión económica más estrecha posible de vastos territorios en los que se pueda desplegar ampliamente la lucha del proletariado contra la burguesía.

El extenso y rápido desarrollo que el capitalismo imprime a las fuerzas productivas reclama vastos territorios unidos y agrupados en un solo Estado, donde únicamente -destruyendo todas las viejas barreras medievales, estamentales, locales, étnicas, religiosas, etc.- puede cohesionarse la clase burguesa, y, con ella, su ineludible antípoda, la clase proletaria.

En otro lugar hablaremos del derecho de las naciones a la autodeterminación, es decir, a separarse y constituir Estados nacionales independientes. Pero en tanto y por cuanto diferentes naciones siguen constituyendo un solo Estado, los marxistas no propugnarán en ningún caso el principio federal ni la descentralización. El Estado centralizado grande supone un progreso histórico inmenso, que va del fraccionamiento medieval a la futura unidad socialista de todo el mundo, y no hay ni puede haber más camino hacia el socialismo que el que pasa por tal Estado (indisolublemente ligado al capitalismo).

Pero en modo alguno se debe olvidar que, al defender el centralismo, defendemos exclusivamente el centralismo democrático (...).

El centralismo democrático no sólo no descarta la administración autónoma local ni la autonomía de las regiones, las cuales se distinguen por tener condiciones económicas y de vida especiales, una composición nacional peculiar de la población, etc., sino que, por el contrario, exige imperiosamente lo uno y lo otro. En nuestro país se confunde a cada paso el centralismo con las arbitrariedades y la burocracia. La historia de Rusia tenía que originar, naturalmente, tal confusión, pero, a pesar de todo un marxista en modo alguno puede incurrir en ella" ([19])

El lector podrá comprender fácilmente, después de lo expuesto, que si el Estado unitario centralizado favorece el desarrollo de las fuerzas productivas bajo el capitalismo, cuando las "viejas barreras medievales", a pesar de todo, son sustituidas por los nuevos particularismos burgueses, ya sean de carácter nacional, ya social (el beneficio privado, el afán de lucro, la competencia comercial, el mezquino espíritu de empresa, las crisis de superproducción, etc.), ¿cuál no será su despliegue bajo el socialismo, cuando esos particularismos sean superados? Igualmente, resulta fácil comprender que ese desarrollo en el socialismo pasa por la centralización económica máxima, hasta un punto jamás alcanzado por el capitalismo (plan económico), y que, para esto, si los marxistas no pueden reivindicar la federación bajo el capitalismo, ni mucho menos deben hacerlo bajo el socialismo. Y esto ciñéndonos sólo al aspecto económico, sin hablar ya de la necesidad de conservar la unidad política y organizativa de la clase obrera. Pues algo tan sencillo no lo comprenden o, mejor dicho, lo ocultan organizaciones que dicen representar los intereses de los obreros y querer el socialismo, como el PCPE y el PCE, el gran adalid del federalismo en nuestro país.

No podemos terminar este repaso del aporte leniniano al debate sobre la cuestión nacional en lo que respecta a sus tesis marxistas generales y de principio y a su crítica del nacionalismo brotado en las filas de la socialdemocracia rusa e internacional, sin señalar ciertas consideraciones que introduce Lenin y que pueden arrojar más luz sobre el análisis elaborado por los marxistas rusos acerca del problema nacional, fundamentalmente en relación con la revolución democrático-burguesa pendiente en Rusia.

En relación con esto -y como ya hemos visto que también subrayaba Stalin en su obra-, para Lenin:

"La revolución rusa y la causa de la democracia no están vinculadas en modo alguno (como ocurriera en Alemania) con la causa de la unificación, de la centralización. La democratización de Rusia no depende del problema nacional, sino de la cuestión agraria" ([20]).

Por tanto, no hay democracia sin revolución agraria, y "sólo hay una solución del problema nacional -en la medida en que es posible, en general, resolver este problema en el mundo del capitalismo-, y que esta solución es la democracia consecuente" ([21]).

Finalmente, ¿cuál era, además de la coyuntura contrarrevolucionaria que había echado a los más vacilantes en los brazos del nacionalismo, la causa última que fomentaba constantemente esa desviación dentro del movimiento obrero en Rusia, una causa de naturaleza social?.

Cuando, como señalábamos más arriba citando sus palabras, Lenin denunciaba la reproducción de la lucha "de las dos mismas líneas fundamentales" a lo largo de los años en la socialdemocracia de Rusia en el tema nacional, concluía: "lo que demuestra igualmente a su vez la profunda ligazón de esta lucha con todas las condiciones objetivas del problema nacional en Rusia" ([22]). ¿Cuáles son esas "condiciones objetivas"?:

"Este hecho muestra con claridad cómo la estructura social de Rusia, más atrasada y más pequeñoburguesa, ha dado lugar a que algunos de los marxistas estén mucho más contaminados por el nacionalismo burgués" ([23]).



Notas:

[1] LENIN, V.I.: OC., t. 23. págs. 332-341

[2] Ibídem, págs. 220-223

[3] LENIN, V.I.: OC., t. 24, págs. 64-66

[4] Ibídem, p. 127

[5] Ibídem, p. 129

[6] LENIN, V.I.: OC., t. 23, p. 401

[7] LENIN, V.I.: OC., t. 24, p. 132

[8] Ibídem, págs. 132 y 133

[9] Ibídem, págs. 133 y 134

[10] Ibid., p. 134

[11] Ibid., p. 135

[12] Ibid., p. 136

[13] Ibid., p. 137

[14] Ibid., p. 139

[15] Ibid., p. 137

[16] Ibid., p. 139

[17] Ibid., p. 144

[18] Ibid., p. 145

[19] Ibid., págs. 156 y 157

[20] LENIN, V.I.: OC., t. 23, p. 61

[21] LENIN, V.I.: OC., t. 24, p. 150

[22] Ibídem, p. 241

[23] Ibid., págs. 331 y 332